A comienzos de año, dos guardias que trabajaban en una prisión en Yaroslavl, al noreste de Moscú, fueron encarcelados por abusar de un recluso. A pesar de las afirmaciones oficiales de las penitenciarías rusas de estar reformando la instituciones, los presos, así como sus parientes y activistas de derechos humanos, cuentan una historia muy distinta. Oleg Boldyrev, de la BBC en Moscú, investigó un caso reciente. Este es su relato.
No he visto el cuarto donde Roman Sarychev fue golpeado. Golpeado tan severamente que murió tres horas después.
No, no se trata de periodismo descuidado. El cuarto es inaccesible -rodeado de alambre de púas y muros altos. Pero esa prisión, la colonia penal número seis, en la región de Bryansk, al suroeste de Moscú, es bien conocida por mucha gente.
Algunos expresidiarios, y hasta uno que actualmente está recluso, me contaron exactamente cómo es este cuarto y lo que pasa allí.
No tiene ventanas, el techo es bajo y las paredes están pintadas de amarillo brillante. Los reclusos recién llegados entran en este estrecho cuarto a través de un corredor aun más angosto que se extiende desde la entrada de la prisión.
Deben caminar rápido, casi corriendo, agachados, con las manos esposadas atrás. A medida que se desplazan, los guardias les lanzan puños, patadas y vituperios, mientras una pista musical de heavy metal –Du Hast, del grupo alemán Rammstein- suena a todo volumen.
A este ritual se le llama admisión. Está diseñado para asustar y humillar a los nuevos presos. Exactamente cómo fue que Sarychev, de 32 años, fue pateado tan duro que se le rompió el bazo no se sabe todavía -se está llevando a cabo una investigación.
Pero la propia paliza no es sorprendente para aquellos familiarizados con la colonia número seis, o con muchas de las otras prisiones rusas.
El servicio penitenciario oficialmente reportó 2.700 muertes ocurridas en custodia el año pasado. La presunción es que muchos murieron de causas naturales, pero las denuncias de golpizas y torturas son comunes.
En 2018 surgió un notorio video de guardias golpeando un recluso en la prisión de Yaroslavl, mientras lo sostenían bocabajo en una mesa.
Un año después, varios presos de una cárcel en Karelia, cerca de la frontera con Finlandia, contaron de palizas y abuso que resultó en al menos una muerte. El exdirector de la institución fue encarcelado el año pasado por torturar reclusos.
En 2015, cinco jóvenes presos fueron obligados a orinarse encima los unos de los otros y luego fueron golpeados en una prisión en Krasnodar, en el sur de Rusia. Uno de ellos murió.
Estas y muchas otras historias suelen llegar hasta el público sólo meses o años después, una vez los testigos hayan sido liberados. Si revienta algún escándalo, algunos funcionarios de la penitenciaría podrían terminar enjuiciados.
Las autoridades afirman que se han aprendido las lecciones, pero incidentes similares continúan ocurriendo.
El incidente en Yaroslavl fue inusual porque hay video de las cámaras que deben usar los guardias cuando están de turno. Sin embargo, la mayoría de las veces, algo falla con las cámaras, dejan de funcionar, como fue el caso en el ataque contra Roman Sarychev en la colonia penal número seis.
Sarychev fue encontrado culpable de organizar una red ilegal de casinos en internet, en Bryansk. Esperaba que solo le tocara pagar una multa, pero fue sentenciado a dos años y medio de cárcel.
Apeló, con la esperanza que su severa condición hepática le representara un sentencia sin privación de libertad, pero no tuvo suerte. Sarychev fue transferido a la colonia penal a las 19:40, el 8 de diciembre, del año pasado. Una ambulancia fue llamada una hora después. Murió en el quirófano a las 22:40.
La mañana siguiente, la madre de Sarychev, Elena, llamó al servicio penitenciario, esperando que le dieran los resultados de los exámenes de sangre de su hijo. Pero el funcionario a cargo le dijo que su hijo estaba muerto. Elena lanzó un grito. La hermana de Sarychev hizo otra llamada. Le dijeron que había ocurrido “un incidente”.
Poco después de la muerte de Sarychev, un oficial, el mayor Sergei Shevstov, fue arrestado. Sigue en custodia mientras continúa la investigación. Los activistas que monitorean las casos de violencia en las prisiones dicen que es poco probable que este oficial hubiese actuado solo.
Hablé con la madre de otro recluso de la misma prisión que había sido admitido una pocas horas antes que Sarychev. Me dijo que a su hijo también lo obligaron a correr por entre una fila de guardias que lo golpearon y patearon al ritmo de la misma música de heavy metal.
Otros exreclusos conocen bien al mayor Shevstov.
Uno de ellos me dijo: “A él y otro guardia, apodado Smetana, simplemente les gustaba dar palizas a la gente. No para disciplinarlos ni extorsionarlos, solamente porque podían hacerlo“.
En julio de 2018, Smetana, cuyo sobrenombre significa “crema agria” y cuyo nombre real es Ivan Marshalko, estranguló a un recluso con una sábana. Actualmente cumple una condena de 12 años por ese asesinato.
En 2014, otro guardia, Andrei Yakubov, repetidamente golpeó la cabeza de un preso con una pila de libros. La víctima murió una semana después por hemorragia cerebral. Yakub cumple una sentencia de 10 años.
La colonia penal número seis tiene una larga historia de violencia. Por segunda vez en años recientes, los presos se han amotinado, protestando contra la tortura y extorsión perpetrada por pandillas de reclusos selectos en nombre de las directivas de la prisión.
Gente que ha cumplido penas allí me dijo que decenas de muertes nunca han sido investigadas.
Los trabajadores de la morgue le contaron a la familia de Sarychev que había sido zarandeado como “un juguete de goma”. Su parientes no pudieron darle la vuelta al cuerpo, pero vieron unos extraños hematomas redondos en sus piernas. Publicaron las fotos online, esperando generar conmoción pública suficiente para presionar para una investigación.
La triste realidad, sin embargo, es que la colonia penal número seis está lejos de ser la única, Es simplemente una prisión entre cientos de otras que pueden esconder similares secretos.
El día del funeral de Sarchev, llegó una carta a la casa que él compartía con su pareja, María, y sus hijos. Roman la había escrito desde el centro de detención, antes de ser transferido a la colonia penal.
El hijo de los dos, de 5 años, le respondió dictando: “Nosotros también te amamos mucho y echamos de menos a nuestro lindo e inteligente papá”, dijo. “Eras un buen papá”.