En la frontera de Estados Unidos y México, cada migrante tiene un precio para los traficantes.
Aquellos con menos recursos son los que se ven obligados a realizar un viaje más arriesgado, como el subir a camiones de carga para viajar cientos de kilómetros en condiciones inhumanas.
Trágicamente, en algunas ocasiones ese tipo de viaje -de varias horas, sin espacio, ventilación o agua– los lleva a la muerte, como ocurrió este lunes cerca de San Antonio, Texas, donde murieron más de 50 migrantes en la caja de un tráiler.
“Hay toda una cadena en la dinámica y la economía del tráfico de migrantes. La gente que viaja de esta manera [en camiones] es la que está pagando la menor cantidad demandada por los traficantes”, le explica a BBC Mundo Gabriella Sánchez, una investigadora del fenómeno del contrabando de personas en la frontera y académica de la Universidad de Massachussets en Lowell.
En el otro extremo, hay migrantes que pagan grandes sumas por obtener un tránsito más seguro hacia EE.UU., como el uso de una identificación legal de cruce fronterizo de alguien más.
Pero en estos últimos meses, la desesperación de muchos en la frontera,varados en México sin dinero por las políticas restrictivas impulsadas por el gobierno de EE.UU. a raíz de la pandemia, les ha llevado a tomar riesgos como nunca antes.
“Es consecuencia directa de las políticas que hacen que el viaje sea más largo, sea más difícil o sea más costoso. Y la desesperación de las personas que se encuentran en albergues fronterizos ahorita es tanta que están dispuestos a morir, porque para ellos la muerte de cualquier manera los está persiguiendo“, le dice a BBC Mundo Dulce García, directora de la organización de defensa de migrantes Ángeles de la Frontera.
Sánchez dice que “pasaría todo el día” explicando los múltiples métodos que tienen los migrantes y traficantes para cruzar la frontera.
Pero el método de los camiones atestados de hombres, mujeres y hasta niños es uno al que recurren los “coyotes” o “polleros”, debido a la probabilidad de no ser detectados.
Y es que la frontera entre México y Estados Unidos es una zona de muy alto tránsito de mercancías. Por los distintos cruces oficiales y por las carreteras de California, Arizona, Nuevo México y Texas, circulan masivamente vehículos de carga.
“Todos los días son miles. El CBP [autoridad migratoria de EE.UU.] no está equipado, ni tampoco es su labor inspeccionar todos los vehículos”, explica Sánchez.
“Por eso los traficantes dependen mucho de este tipo de vehículos, porque saben que la probabilidad de que sean inspeccionados es muy baja“, añade.
Y al llevar más cantidad de gente en un solo viaje, los traficantes obtienen un mayor beneficio.
“Hay una correlación muy clara entre la gente que viaja de manera más segura y el dinero que tienen para cubrir el costo”, señala Sánchez.
Entre otras formas de pasar sin documentos propios está el uso de una tarjeta de cruce fronterizo válida, de una persona que la obtuvo legalmente, para pasar por la frontera: el riesgo solo es ser descubiertos por las autoridades.
Otros pagan para ser llevados de manera oculta en vehículos pequeños, sin tanto peligro como en los camiones, o para ser guiados por tierra o por mar.
“Los traficantes no cobran lo mismo a todos. No importa si vienes con alguien del mismo pueblo, varía por muchos factores: si eres hombre, si eres mujer, la edad…”, señala Sánchez.
Para los “coyotes”, las ganancias son lo primordial y no la garantía de llevar a los migrantes sanos y salvos.
La activista por los derechos de los inmigrantes Jenn Budd, exjefa de unidad de la Patrulla Fronteriza, le dice a la BBC que los contrabandistas a menudo meten en los vehículos a tantos inmigrantes como sea posible.
En un caso que recuerda, interceptó una vieja camioneta Ford que circulaba por una carretera montañosa cerca de la frontera. En la caja del vehículo había unas 30 personas, acostadas y apiladas una encima de la otra.
“Estaban tirados allí como sardinas”, dice. “Es peligroso. Esas camionetas se pueden volcar. La gente en el fondo de los vehículos a menudo se asfixia. Es muy común”.
El viajar en vehículos grandes o pequeños no siempre es la manera de cruzar la frontera, sino de alejarse de ella hacia ciudades grandes, en donde es más probable para un migrante dispersarse sin riesgo.
Al ser Texas el estado de EE.UU. más cercano desde el centro y sur de México -de donde proceden la mayoría de los migrantes mexicanos, así como los centroamericanos- es la vía más recurrida. Desde los cruces de las ciudades de Laredo y McAllen suelen avanzar hacia San Antonio.
De ahí que en esa región se hayan dado tragedias como la del lunes o la de 2017, cuando fallecieron por asfixia 8 de un grupo de 39 migrantes en un camión.
En el caso del incidente de San Antonio, dice Sánchez, “lo más probable es que las personas ya hayan estado del lado estadounidense cuando se subieron en un camión así”.
“En cruces como el de Laredo, por ejemplo, casi todos los camiones pasan por un detector. Así que yo especulo -tendrá que confirmarse después- que mucha de la gente ya estaba del lado estadounidense y ahí se asignan a ese vehículo”.
En muchos casos, señala Jenn Budd, los migrantes ya están debilitados luego de cruzar la frontera a pie por terreno accidentado.
“Los contrabandistas les dirán que es una caminata de 15 o 30 minutos. Pero la realidad es que podrían ser días”, explica. “Y ya van deshidratados”.
“Un cruce en este momento podría estar alrededor de US$5.000. Pero, y esto es muy importante saberlo, los costos varían mucho y esa cantidad muchas veces no se ha pagado“, señala Sánchez.
Las personas comúnmente hacen un acuerdo con los “coyotes” para pagarles una vez que llegan al lugar que tienen como destino.
A pesar de los peligros, la cantidad de migrantes que llegan a la frontera entre Estados Unidos y México está en su punto más alto.
En mayo de este año se registraron 239.416 detenciones de migrantes en una de las más grandes oleadas de los últimos años.
Dulce García explica que hay gente en albergues en la frontera mexicana que lleva casi dos años esperando por una solicitud de refugio en EE.UU.
“No puedo hablar por toda la frontera, pero en 17 puntos que nosotros apoyamos, los migrantes están tan desesperados que han intentado el suicidio. Hemos hablado con mamás que por la desesperación han enviado a sus hijos solos para que por lo menos ellos tengan una oportunidad de sobrevivir”, dice García.
Pagar a un traficante antes costaba unos cientos de dólares, pero ahora llega a un promedio de entre US$8.000 y US$10.000, explica la directora de Ángeles de la Frontera desde San Diego. Y arriesgarse al viaje más barato les resulta la opción más asequible.
Por su parte, Sánchez sabe que hay un patrón que sigue a incidentes como el de San Antonio.
“En los próximos días quizás se calmen un poco las cosas, porque va a haber muchas inspecciones, redadas, más gente en las noches vigilando. Pero pasarán unos días hasta que llegue la siguiente tragedia“.
Para la especialista, la “única solución” es que los gobiernos ofrezcan “mecanismos para viajar de manera legal, sin importar la nacionalidad, raza o situación social”.
“Solo así no habrá demanda de traficantes. Suena muy simple, lo sé, pero si no hay esa libertad de acceso va a haber otro ‘San Antonio’ en unas semanas”.
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