"Básicamente vivimos en un baño. Ese es el tamaño del espacio en el que vivimos", dice Meg Ward, de 29 años.
Hace unos meses, ella y su pareja Josh vendieron su casa y sus muebles.
Todo lo demás, “13 años de vida familiar”, dice, se guardó en un almacén.
Compraron una camioneta, algo que la pareja había querido hacer desde algunos años antes, y ahora viven en ella mientras viajan por Europa con su hija de cuatro años, Marlowe.
“Definitivamente estábamos asustados”, dice Meg acordándose del momento en que tomaron un ferry a Francia, donde comenzó su nueva vida.
“Es bastante abrumador vender todas tus cosas. Pero es estimulante y la sensación de libertad que obtienes de ello es genial”.
La familia no está sola.
Vivir y viajar en camionetas readaptadas se ha vuelto cada vez más popular en Reino Unido en los últimos años y es una moda que lleva años en Estados Unidos y Australia.
Además, la pandemia de covid-19 parece haberle dado el impulso definitivo.
La demanda de vehículos comerciales ha aumentado un 57% interanual, dice Auto Trader.
En una reciente encuesta, el sitio web encontró que más de la mitad de los compradores de camionetas nuevas dijeron que la querían para uso personal: como pasatiempos, viajes y para reconvertirla.
Pero la tendencia está muy lejos de lo que solían ser las vacaciones en caravanas de la clase trabajadora.
Una búsqueda de #vanlife en Instagram muestra más de ocho millones de publicaciones con camionetas elegantemente equipadas que incluyen comodidades de lujo o estacionadas en lugares hermosos, con las puertas traseras abiertas para enmarcar una puesta de sol en la playa.
“Hay dos tipos principales de clientes”, dice Emily Cotgrove, que dirige Vanlife Conversions, una empresa de conversión de caravanas, con su socio Oli.
Dale a la pareja una camioneta comercial y la convertirán en un mini hogar por unos US$36.000.
“Hay un mercado de gente de 25 a 35 años, que tal vez trabajan de forma remota y quieren viajar mientras trabajan. Es posible que vean que ahora pueden trabajar desde cualquier lugar“, cree.
“Y el otro mercado objetivo son las generaciones mayores que en el pasado habrían estado buscando autocaravanas”.
Emily cree que el coronavirus ha acelerado la demanda de conversiones de camionetas a lugares de residencia por el auge del trabajo remoto.
“Antes de la pandemia, teníamos una lista de espera de seis a ocho meses”, dice. “Ahora es de 18 meses”.
“La gente se ha dado cuenta de que hay mucho que ver en Reino Unido y de que hay muchas formas de hacerlo”, afirma.
“Esto no se parece a acampar. Es efectivamente un apartamento sobre ruedas. Realmente sientes que es una forma lujosa de viajar”.
Pero para muchos, pagar por esa reconversión de la furgoneta es simplemente inasequible.
Decenas de personas están optando por hacerlo ellos mismos, una opción que puede ser mucho más barata.
Durante el confinamiento, Chloe Nash, de 25 años, vendió su automóvil y compró un Citroen Berlingo de segunda mano.
Durante algunos años había querido hacerlo, pero no podía permitírselo.
“Lo único positivo del covid para mí es que he logrado ahorrar más dinero“, dice.
Durante semanas pasó las tardes después del trabajo convirtiéndola.
La aisló, forró los lados con alfombras y el piso con linóleo.
Su compra más cara fue la cama, que tuvo que ser hecha a medida, y pagó unos US$750 porque dice que no tenía “las habilidades, ni las herramientas ni el tiempo” para hacerlo ella sola.
Chloe agregó una ducha que se conecta al mechero trasero de la camioneta y cuelga de la puerta trasera.
Bombea agua previamente calentada en la estufa.
Todo el proyecto, excluyendo la camioneta, costó menos de US$1.300 estima.
“Algunas personas me preguntaron si era una buena idea y ahora puedo confirmar que fue la mejor idea que he tenido”, dice.
Chloe, que está escribiendo en un blog sobre sus experiencias con la furgoneta, dice que el proyecto le dio más confianza en sí misma.
“Comprar mi camioneta ha marcado una gran diferencia en mi vida“, dice.
“Ahora tengo libertad total”.
Al igual que Chloe, Meg también se siente atraída por la sensación de libertad que brinda la vida en una camioneta, pero dice que también es una oportunidad que su hija Marlowe tenga nuevas experiencias.
Meg habla con la BBC desde Portugal, donde han llegado en la Mercedes Sprinter de la familia que compraron y han convertido por unos US$50.000.
“Me encantaba mi vida en Reino Unido, nunca sentí que huyera de nada. No es como si estuviéramos desesperados por dejar atrás una vida que no nos gustaba”, dice.
“En Reino Unido, descubrimos que teníamos esos problemas que tienen muchos padres hoy en día: si le enseñamos a nuestra hija lo suficiente, si ve cosas diferentes, si pasa demasiado tiempo frente a las pantallas“, dice.
“Viajando en la camioneta vive jugando en la naturaleza todos los días. Habla con niños que tienen diferentes idiomas”, añade.
“Recibo mensajes en Instagram todos los días, personas que dicen que desearía tener las agallas para hacer esto y eso me parece muy triste. Puedes hacerlo. No tienes que vender todo como lo hicimos nosotros. No hay que comprometerse como lo hicimos nosotros”.
Y, por supuesto, hay muchas otras historias.
Para muchas personas, vivir en una furgoneta no es tanto un estilo de vida sino una forma de vida completamente distinta.
Barny Erdman, quien vive en Norwich, ha sido camionero a tiempo completo desde 2014.
“Hice esto un poco por las circunstancias”, dice.
“Mi relación se rompió y tenía una camioneta pequeña que había convertido en una pequeña caravana de trabajo. Me mudé ahí como una medida temporal mientras trataba ahorrar“.
“Me acostumbré al espacio más pequeño, me acostumbré a la idea de que esta era mi casa, así que pensé en intentarlo”.
Barny, de 36 años, que trabaja como conductor de reparto de unos supermercados, tiene ahora su tercera camioneta: una vieja furgoneta de la policía.
Tuvo también una vieja biblioteca móvil, pero dice que era “demasiado grande; intentar aparcarla era una pesadilla. Viajar cualquier distancia se volvió demasiado caro”.
Disfruta de la libertad y el sentido de comunidad que ofrece la vida en furgoneta.
Y aunque no tiene antipatía hacia el reciente auge de vivir en una furgoneta, cree que esta forma de vida se ha “gentrificado”.
“Cada uno va a lo suyo. Si alguien quiere vivir así, puede hacerlo, siempre que se ciña a las reglas y respete a los demás”, dice, refiriéndose a los más nuevos.
“Todo este asunto de pasar las vacaciones en tu propio país, para mí, ha causado muchos problemas. Atrae a personas que no hacen esto normalmente. Ahora me encuentro mucha más gente tirando basura y vaciando sus inodoros en lugares inapropiados”.
Y dice que también ha notado que la subida de precios.
“Durante años fue una forma de vida para las personas que no tienen tanto dinero. Las camionetas más viejas y las cosas que la gente solía comprar para vivir costaban unos cientos de dólares”, dice.
El análisis de Auto Trader también halló que el precio promedio de un vehículo comercial usado subió un 20% este septiembre en comparación con el año anterior.
Mientras Reino Unido se prepara para enfrentar un invierno con muchas restricciones por la pandemia, la idea de pasar tiempo en un espacio aún más pequeño puede no parecer demasiado atractiva.
Pero, por otro lado, ¿quizás la vida de la furgoneta va bien con ese cambio a una vida más simple que muchos vieron durante el confinamiento nacional?
“Vivir en una camioneta y vivir con menos es un buen ejercicio”, dice Meg.
“Sin duda lo recomendaría”.