En momentos en que Yemen se prepara para la segunda ola de covid-19, una médica recuerda cómo se enfrentó a la pandemia sola, después de que sus colegas huyeran del hospital, y cómo una noticia falsa que se volvió viral obstaculizó la asistencia que se hubiera podido ofrecer.
Zoha Aidaroos al-Saadi, una médica de 29 años, se acuerda del momento en que se paró detrás de una línea roja rápidamente pintada en el centro de su hospital. Al otro lado de la línea había un solo paciente, con dificultades para respirar.
Durante semanas, la línea no había sido necesaria. Apenas había una sutil advertencia de que la pandemia que hacía estragos en otras naciones podría con el tiempo llegar a Yemen. Pero ahora, el hospital al-Amal, en la sureña ciudad de Adén, tenía ahí al primer paciente sospechoso de estar contagiado de coronavirus.
Zoha se acercó a la línea, aterrorizada. El resto del personal médico llegó solo hasta ahí también. Cuando les preguntó que pasaba, le dijeron que le habían suministrado oxígeno al hombre, pero no querían tener más contacto con él. Lo último que supo fue que todos sus colegas habían abandonado el hospital por completo.
“No hubo respuesta alguna. Seguía llamándolos y gritando… No quedaba nadie”. La administración del hospital dice, sin embargo, que no abandonaron el hospital.
Durante las siguientes dos semanas, Zoha y una única enfermera estuvieron solas atendiendo a decenas de pacientes.
No culpó a sus colegas. Aunque al-Amal había sido designado por el gobierno como el hospital para tratar la covid en la ciudad, estaba completamente mal equipado para asumir ese rol. No tenía suficientes equipos de protección personal, casi ni un tanque de oxígeno y apenas siete respiradores. Durante esas dos semanas, no pudo salvarle la vida a un solo paciente.
Zoha había estado aguardando con pavor el momento en que la pandemia llegara a Yemen. Mientras ella y su madre estaban pegadas a los noticieros de televisión, viendo cómo el coronavirus arrasaba por los países más desarrollados del mundo, sus pensamientos inmediatamente se fijaron en su patria.
Los seis años de guerra en Yemen han tenido un impacto devastador. Más de la mitad de los centros de salud han sido destruidos y dos terceras partes de la población depende de asistencia para sobrevivir.
No obstante, ni las autoridades ni la emisora estatal mencionaron algo de la covid-19. De alguna manera eso tranquilizó a Zoha. “Si no hablaban al respecto”, se dijo, “tal vez sí tienen todo bajo control”.
Aún así, cuando supo que la Organización Mundial de la Salud estaba coordinando una conferencia de capacitación para la covid en su país, decidió inscribirse.
Los participantes recibieron instrucciones sobre cómo protegerse del virus y cómo tratar a los pacientes con covid de manera segura. A pesar de que encontró útil la capacitación, Zoha tenía mucho temor. Conocía bien el estado actual de los hospitales en Yemen, en particular el de Adén, donde estaría trabajando.
“Nos estaban dando capacitación pero no teníamos los suministros ni la infraestructura para aplicar nada de los que nos enseñaban”.
No pasó mucho tiempo antes de que la covid comenzara a propagarse por Adén. Cuando otros hospitales de la ciudad se vieron incapaces de lidiar con la situación y más de 12 médicos trabajando allí murieron posiblemente por covid-19, cerraron sus puertas.
Ambulancias y autos conducidos por los parientes de los pacientes inundaron el estacionamiento del hospital al-Amal, todos a la espera de que se desocuparan las camas.
No había sino nueve camas en el improvisado pabellón de covid donde trabajaba Zoha. Cada una tenía su propio cilindro de oxígeno, pero cuando se acababa, no había personal de apoyo para llenarlos de nuevo. Les tocaba a Zoha y a la enfermera encargarse de eso.
Pero en muchas ocasiones, en medio de la crisis, no podían hacerlo, así que los pacientes morían sofocados.
Zoha recuerda cómo la miraba un paciente mientras ella intentaba desesperadamente suplir la demanda en el pabellón, cuando el oxígeno en el cilindro se agotó.
“El podía ver que yo había entrado en pánico. Me tomó la mano y me dijo, ‘No te preocupes, querida, sé que mi hora ha llegado y no es tu culpa, has hecho todo lo posible'”. Murió unas horas después.
Zoha constantemente pedía ayuda del gobierno, tanto contactándolo directamente como lanzando súplicas por Facebook, pero no recibió respuesta.
Llegado mayo, hubo tantos informes de la prensa internacional sobre el efecto del coronavirus en Yemen que el gobierno finalmente tuvo que reconocer la gravedad de la situación. Pidió ayuda directa a la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF).
En pocos días, MSF llegó a Adén y se encargó de la administración del hospital al-Amal, con personal y los muy necesarios suministros. También armaron un hospital temporal para covid dentro de un salón de bodas que quedaba al lado.
Zoha ya no estaba sola.
“Estaba afuera llorando, ya era demasiado”, cuenta Zoha. Dice que un médico de MSF la vio y le dijo las palabras que había estado esperando de su propio gobierno: “Fuerza, estamos contigo y la situación mejorará, te lo prometo”.
Con alguien encargado y proveyendo dirección y apoyo, el personal local del hospital regresó.
“Los pacientes solían abandonar el hospital dentro de una bolsa plástica blanca, ahora salían a pie. Fue como salir del infierno al cielo”, me comentó Zoha.
Pero ese alivio duró poco tiempo. Se estaban gestando problemas. Una grabación de audio compartida en WhatsApp se volvió viral en Adén. En la grabación, el narrador aseguraba que el personal de MSF en el hospital al-Amal estaba matando a los pacientes de covid con inyecciones letales.
“Eran palabras sin evidencia”, me dijo un médico local que pidió mantener el anonimato. “Decían que a los enfermos terminales y a punto de morir les daban inyecciones de eutanasia. Era una locura, pero la gente se lo creyó“.
Tanto Zoha como MSF indican que el número de pacientes que llegaban al hospital para tratamiento se redujo dramáticamente después de la grabación.
Un paciente, luchando por respirar, le dijo a Zoha que tuvo que rogarle a sus hermanos que lo trajeran al hospital porque ellos creían que una vez que lo llevaran, a ellos mismos les aplicarían la eutanasia.
Enfrentamientos en el hospital
Pero los rumores maliciosos continuaron llegando, afirman los médicos. En una ocasión, un grupo de hombres armados entraron a la fuerza en el hospital. El personal dijo que los amenazaron. Según ellos y MSF, los hombres armados fueron recibidos y guiados por el jefe de Zoha, el administrador del hospital.
La función del doctor Zachariyah al-Ko’aity había sido temporalmente suspendida mientras MSF supervisaba la administración de al-Amal, y ahora él acusaba a los miembros de esa ONG de robar los equipos del hospital.
Con anterioridad había compartido un video en Facebook que mostraba cómo se sacaban suministros del hospital para cargarlos en camiones. MSF explicó a la BBC que lo que habían hecho era devolver los equipos que habían pedido prestados de otra instalación en Adén.
Por su parte, Al-Ko’aity le contó a la BBC que había entrado al hospital para revisar los suministros y que cuando no se lo permitieron, guardias armados intervinieron para separar un enfrentamiento entre él y la propia seguridad del hospital. Negó que nadie hubiese sido amenazado o atacado.
Ese tipo de eventos pueden parecer extraordinarios en un país que está desesperado por recibir asistencia para enfrentar una pandemia. Pero el vacío político creado por la continua guerra en Yemen, más un gobierno en el exilio, han generado una cultura de caos y desconfianza, mientras funcionarios locales compiten por el poder.
Además, los medios locales actúan como canales de propaganda financiados por facciones rivales, así que el público depende de las redes sociales para estar informado, lo que facilita la propagación de los rumores.
El 25 de julio, MSF se retiró del hospital de al-Amal, citando problemas de seguridad. Se mudó a otros hospital de Adén, pero ahí también dijo enfrentar roces como la administración y, después de seis semanas, abandonó la ciudad del todo.
Se cree que miles de personas han muerto de covid en sus casas, atemorizadas de buscar asistencia médica.
El ministro de Salud de Yemen rehusó dar una entrevista pero dijo a la BBC que la relación de su gobierno con MSF era excelente y que en un gran número de gobernaciones MSF cumple su misión humanitaria.
Conteo de muertos
Los estragos que el virus ha causado en la ciudad de Adén se ven en el cementerio al-Radwan, el lugar de entierros más cercano al hospital al-Amal, a unos 16 kilómetros.
El enterrador Ghassan pronto se dio cuenta de la gravedad cuando los cuerpos llegaban más rápido de lo que los podía enterrar.
“Pedía ayuda a mis amigos, pero también se enfermaron. Hubo tantas muertes que no había tiempo ni para comer”, asegura.
Es difícil conocer las cifras de muertes por covid en Adén. Se han realizado pocas o nada de pruebas para el virus, así que es muy difícil establecer cuánta gente que ha muerto durante la pandemia tenía covid. Pero Ghassan ha mantenido su propio registro.
Las familias de los fallecidos le daban un certificado con la causa de muerte. Él registró el nombre de cada persona que enterró que hubiera muerto en el hospital al-Amal con síntomas relacionados a la covid.
Me dijo que sólo en mayo -cuando la pandemia alcanzó su auge en la ciudad- enterró a más de 1.500 personas. La tasa de mortalidad en la ciudad fue seis veces más alta en mayo, comparada con el año anterior, según los registros oficiales.
“Era increíble”, me dijo Ghassan. “Esa fue la primera vez que había visto algo así. Era peor que la guerra”.
Por ahora, la situación respecto a la covid se ha estabilizado relativamente en Adén, señala Zoha. Ella ahora trabaja con un centro médico diferente administrado por el Comité Internacional de la Cruz Roja y dice que pocos están dando positivo para el virus en este momento.
“La gente aquí cree que el virus ha desaparecido, pero los científicos dicen que no es verdad”.
Como en muchos países, se espera que Yemen pronto sufra una segunda ola de la pandemia.
“Estaremos tan mal preparados como en la primera. Ellos [el gobierno] no han aprendido nada”.