La noche del 9 de marzo de 1945 es, sin duda, una de las más sangrientas y brutales de la historia de Japón.
La pesadilla para los habitantes de la ciudad de Tokio comenzó a 22 horas de ese viernes, cuando 334 aviones estadounidenses Boeing-29 comenzaron a lanzar mil 700 toneladas de bombas incendiarias napalm M69 sobre el centro de la capital nipona.
En tan solo minutos, la ciudad se convertía en una hoguera gigante avivada por los fuertes vientos que propagaron las llamas por todo el territorio.
“Todavía puedo recordar claramente a la gente corriendo en todas las direcciones a través de las llamas. Creo que nunca más deberíamos participar en una guerra”, manifestó una de las sobrevivientes, Etsuzo Nukagawa, a la agencia de noticias Kyodo.
Como consecuencia de la violenta embestida —que provocó un feroz incremento de la temperatura de la ciudad hasta los 980 grados—, se calcula que más de cien mil personas murieron.
Esto lo convirtió en el ataque con el mayor número de víctimas inmediatas de la historia, incluso por encima de Hiroshima y Nagasaki (aproximadamente 80 mil y 70 mil, respectivamente).
Además, el ataque destruyó 41 km² (aproximadamente la cuarta parte de la ciudad), dejando 267 mil edificaciones destruidas y a más de un millón de japoneses sin hogar pues sus estrechas casas, mayoritariamente construidas de madera, fueron fácilmente consumidas por las llamas.
Puentes y caminos que conectaban a Tokio con el resto de Japón también quedaron reducidos a cenizas. La capital de Japón quedó completamente paralizada y desabastecida.
Sin embargo, a pesar de la magnitud de la tragedia, poco se sabe de ella. Las investigaciones y estudios que existen al respecto no se comparan con la información disponible de otros ataques como el de la ciudad alemana de Dresde, donde se estima que murieron 25 mil personas.
Diversos historiadores explican que la razón es que tan solo cinco meses después del bombardeo de Tokio, en agosto de 1945, EE. UU. lanzó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Ambos hechos —que a largo plazo terminaron afectando a muchas más personas producto de la radiación— eclipsaron el recuerdo de esa siniestra noche que, hace 75 años, devastó a la capital nipona.
El ataque a Tokio —denominado “Operación Meetinghouse“ y liderado por el general Curtis LeMay— ocurrió a fines de la II Guerra Mundial, en el marco de la llamada Guerra del Gran Pacífico.
A pesar de que la noche del 9 de marzo fue por lejos la más destructiva (descrita por algunos historiadores como una verdadera “tormenta de fuego”), a esas alturas el ejército estadounidense ya había perpetrado varias embestidas sobre diversas localidades niponas.
No obstante, no muchas de ellas habían tenido éxito militar. Por esa razón, LeMay decidió que el ataque a Tokio debía ser distinto y ordenó que los aviones B-29 volaran a baja altura y entraran de noche en una sola fila.
El resultado, esta vez, fue más efectivo de lo esperado.
Hay que recordar que esta operación se efectuó cuatro años después de que la Armada Imperial Japonesa atacara la base naval de Estados Unidos en Pearl Harbour, Hawái.
El ataque —que buscaba neutralizar la flota del Pacífico de Estados Unidos— provocó la muerte de 2 mil 42 estadounidenses. Además, mil 178 personas resultaron heridas.
Al día siguiente, el 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos le declaró oficialmente la guerra al Imperio japonés. Estados Unidos estaba decidido a tomar represalias.
Más de 200 ciudades niponas sufrieron bombardeos en los últimos meses de la segunda Guerra Mundial hasta que Japón firmó su rendición el 15 de agosto de 1945, solo días después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Luego del embate a Tokio, miles de sobrevivientes tuvieron que desplazarse a otras ciudades. El fuego consumió gran parte de los servicios públicos de la capital, dejando el centro convertido en escombros.
La urbe se convirtió entonces en un núcleo de cuarteles militares.
Pero a partir de los años 60, poco a poco la ciudad comenzó a reconstruirse con una arquitectura mucho más moderna que antes.
Y así, hoy quedan pocos recuerdos de esas calles que fueron protagonistas del bombardeo no-nuclear más destructivo de la historia. Y su impacto sigue siendo en gran medida poco conocido.
Sin embargo, para muchos tokiotas este episodio es difícil de olvidar. La llamada “noche de la nieve negra” sin duda quedará en la retina de las millones de personas que se vieron afectadas.