Te prometimos 6 pero no pudimos resistir la tentación de mostrarte esta magnífica obra azteca.
Es parte de un pectoral, en forma de serpiente de dos cabezas, hecho de madera de cedro y cubierto con mosaico de concha de ostra espinosa turquesa y roja. Los dientes en las dos bocas abiertas también son de concha de moluscos.
Éste, y los que te tenemos a continuación, son algunas de las obras que escogió Neil MacGregor, director del Museo Británico, para contar “Una historia del mundo en 100 objetos“, y llevarnos en un viaje alrededor del mundo y en el tiempo.
Cada uno evoca fascinantes historias, ya sean herramientas mundanas u obras de arte, todas hechas por manos de humanos en algún momento de la historia.
Y ahora que tantos de nuestros encuentros con el mundo exterior tienen que ser virtuales, te invitamos a visitar el antiguo Egipto y el Imperio Romano, a vislumbrar los tesoros de Turquía, a presentar tus respetos a un dios maya y a maravillarte con un casco hawaiano.
Hace más de 2500 años, el rey Croesus gobernó en Lidia, un próspero reino en el oeste de Turquía, desde donde algunas de las primeras monedas del mundo entraron en circulación.
Si bien las monedas hechas de electrum (una mezcla de oro y plata) datan de alrededor de un siglo antes del reinado de Croesus, se cree que los lidios fueron las primeras personas en utilizar una moneda bimetálica.
El río de donde los lidios obtenían el metal para sus monedas es aquel en el que supuestamente el rey Midas “se lavó” su capacidad de convertir todo lo que tocó en oro.
El león, un símbolo de la realeza, y el toro fueron tallados en esta hermosa moneda brillante con un martillo.
Esta campana de bronce intrincadamente decorada se conoce como un bo, y es un instrumento muy sofisticado: hubo que esperar todo un milenio para que campanas de este tamaño aparecieran en la música occidental.
Su mango tiene forma de dos dragones, y el cuerpo del instrumento está adornado con dragones que tragan gansos.
Las dos notas producidas por este bo se habrían escuchado en China hace unos dos mil quinientos años, y su música incluso pudo haber sido escuchada por contemporáneos del filósofo político chino Confucio.
La China de esta época se definió por los disturbios y la fragmentación política, pero en medio de esa cacofonía, el mensaje de Confucio fue uno de paz y armonía, que se lograría volviendo a los valores tradicionales de la virtud.
Confucio no solo era un filósofo de renombre, también era músico, y sentía firmemente que la interpretación de la música podría lograr la armonía que quería ver en la sociedad.
Si bien este pesado trozo de roca gris puede no ser muy atractivo a la vista, la Piedra Rosetta es, sin duda, uno de los objetos más famosos, y controvertidos, del Museo Británico.
Está inscrito con un decreto para marcar el estatus de dios del rey Ptolomeo V en el primer aniversario de su coronación en 196 a.C., cuando tenía 13 años de edad.
Siendo tan joven, Ptolomeo estaba a merced de sus sacerdotes a quienes apaciguaba con algunos beneficios muy lucrativos, también inmortalizados en la piedra. Efectivamente, estableció sus exenciones de impuestos.
Aunque no es una lectura apasionante, el hecho de que el texto se transcribió en tres idiomas: griego, jeroglíficos y egipcio demótico (el idioma cotidiano) es enormemente significativo. El griego era el idioma oficial de la administración estatal, y lo siguió siendo durante un milenio.
En los siguientes 500 años, el lenguaje sacerdotal de los jeroglíficos había dejado de usarse, y este antiguo idioma egipcio se volvió incomprensible.
La presencia del griego, que los eruditos podían leer, permitió la interpretación de los jeroglíficos, cuando la piedra fue excavada durante la campaña de Napoleón en Egipto.
El erudito francés Jean-Francois Champollion se dio cuenta de que todos los jeroglíficos eran tanto pictóricos como fonéticos (funcionaban como imágenes y sonidos), y finalmente descifró la piedra Rosetta, haciendo que el idioma del Antiguo Egipto fuera accesible por primera vez.
A medida que las civilizaciones se volvieron dependientes de la agricultura, hace unos 9.000 años, surgieron historias de nuevos dioses: dioses que garantizaban el ciclo de las estaciones y el retorno de los cultivos, y dioses de la comida misma.
Esta estatua en particular es un dios del maíz, un cultivo básico de América que floreció cuando la carne era escasa.
Para los mayas, el maíz tenía propiedades sagradas, pues creían los dioses habían usado masa de maíz para hacer a sus ancestros a mano.
Sin embargo, este cultivo adaptable y fácilmente disponible era un poco soso, así que los agricultores rápidamente aprendieron a cultivar chiles sabrosos para agregar un poco de sabor a los carbohidratos opacos.
Se cree que esta hermosa estatua de piedra caliza tiene 1.300 años.
Ahora reside en el Museo Británico, pero se encontró en las ruinas de un templo piramidal en Copán, una de las principales ciudades mayas de la actual Honduras.
El busto está adornado con un tocado con forma de mazorca de maíz. Es posible que su cabeza de gran tamaño ni siquiera pertenezca al cuerpo, ya que las estatuas en el templo cayeron y se reconstruyeron nuevamente.
Esta hermosa, aunque algo sorprendida, mujer plateada es, de hecho, un pimentero.
Descrito por Neil MacGregor como ‘un poco de kitsch para los ricos’, la figura en sí misma puede haberse basado en una rica aristócrata romana tardía, el tipo de mujer que usaría un pimentero.
Excavado de un sitio en Suffolk, Inglaterra, como parte del tesoro Hoxne, este utensilio adornado representa un crisol de culturas.
Sus dueños vivían al final del dominio romano en Gran Bretaña, momento en el cual los romanos se habían mezclado e incluso casado con los nativos. Los lugareños hicieron todo lo posible para comportarse como romanos, desde sus elecciones de moda hasta la comida que comían.
Los romanos eran amantes de la cocina y la especia clave en su arsenal era la pimienta.
Pero este codiciado condimento no crecía en Inglaterra, ni siquiera en Europa; los romanos lo importaban de India.
Se estima que un barco cargado de pimienta valía 7 millones de sestertius. Para darte una idea de cuán caro era, en ese momento, un soldado romano ganaba alrededor de 800 sestertius al año.
Este llamativo casco rojo y amarillo fue presentado al Capitán Cook, o a alguien de su tripulación, en 1778 cuando él y sus hombres se convirtieron en los primeros europeos en visitar Hawái.
Adornado con las vibrantes plumas de miles de pájaros melindres, este casco probablemente habría sido lucido por el jefe hawaiano de más alto rango para comunicarse con los dioses.
Los pájaros eran vistos como mensajeros espirituales, y se pensaba que sus plumas brindaban protección y poder, por lo que el otorgamiento de este casco habría sido un gran honor.
Cook pasó un período feliz en Hawái reparando su barco y mapeando la isla, pero antes de un mes de embarcarse en su viaje hacia el norte, una tormenta lo obligó a regresar.
Esta vez, los lugareños fueron menos acogedores, ya que habían entrado en la temporada dedicada al dios de la guerra. Robaron uno de los botes de Cook quien, en un intento de negociar su regreso, planeó retener a uno de los jefes, pero estalló un combate cuerpo a cuerpo y Cook murió.
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