Algunos estudios afirman que un millón de personas han muerto debido a la exposición a la columna tóxica que se extendió por Europa tras el accidente de Chernobyl en abril de 1986.
¿Ha llegado el momento de reconsiderar nuestra postura sobre la energía nuclear?
Cuando uno habla con científicos expertos en el clima, rápidamente descubre que están mucho más preocupados por los peligros del calentamiento global que la mayoría de nosotros.
Algunos explican en privado que han hecho terapia para hacer frente a los efectos psicológicos de saber que el mundo se enfrenta a un desastre inminente y que no se está haciendo lo suficiente.
Al mismo tiempo, si uno habla con expertos sobre los efectos de la radiación ionizante, descubrirá que están sorprendentemente relajados acerca de los riesgos que la exposición a niveles bajos de este tipo de radiación representa para la salud humana, ciertamente mucho más que la mayoría de las personas.
Solo hay que ver el impresionante drama de HBO, Chernóbil, para comprender los temores de la gente.
¿Quién puede ver cómo los cuerpos de los trabajadores de la central eléctrica se descomponen visiblemente mientras yacen en el hospital y no tener miedo a la radiación?
Aventurarse en el mundo cibernético puede causar aun más preocupación.
Las estimaciones del número de muertes por el desastre de Chernóbil que se pueden encontrar allí se disparan rápidamente hasta los cientos de miles.
Algunos estudios afirman que un millón de personas han muerto debido a la exposición a la columna tóxica que se extendió por Europa tras el accidente de abril de 1986.
¿Tienes alguna idea de cuántas muertes pueden estar relacionadas directamente con Chernóbil?
Prepárate.
Según el Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR), 28 empleados de la planta y trabajadores de emergencias murieron como resultado de la exposición a la radiación.
También hubo más de 6.000 casos de cáncer de tiroides entre personas que eran niños o adolescentes en el momento del accidente.
Afortunadamente, debido a que el cáncer de tiroides tiene una muy buena tasa de supervivencia, en 2005 solo 15 casos habían resultado fatales.
Y estas muertes eran evitables, según UNSCEAR.
El organismo asegura que estos casos de cáncer fueron causados “casi en su totalidad” por la incapacidad de las autoridades soviéticas a la hora de evitar que las personas bebieran leche contaminada con yodo radiactivo.
Pero, incluso si los incluimos, según la ONU en 2005 solo 43 muertes pueden atribuirse directamente al peor desastre nuclear que el mundo haya visto.
La cifra real de muertes que pueden atribuirse directamente a Chernóbil será en última instancia un poco más alta, dicen los expertos en radiación, pero no mucho.
Pero, ¿qué pasa con todas las demás personas que estuvieron expuestas a la radiación?, quizás te estés preguntando.
Se calcula que el desastre de Chernóbil produjo 400 veces más material radiactivo que las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas.
Esto es lo que la ONU tiene que decir al respecto: “hasta la fecha, no ha habido evidencia convincente de ningún otro efecto en la salud de la población general que pueda atribuirse a la exposición a la radiación”.
Incluso entre los varios cientos de miles de personas involucradas en la limpieza del área alrededor del reactor, no hay “evidencia de efectos en la salud que puedan atribuirse a la exposición a la radiación”, aparte de un pequeño y no confirmado aumento de leucemia y una incidencia ligeramente elevada de cataratas.
Y recuerda, estas cifras no son de una operación oscura. UNSCEAR es un organismo de la ONU, parte de lo que llama un “esfuerzo sin precedentes de la comunidad internacional” para evaluar los efectos del accidente en la salud.
No lo es, como muestra la evidencia de otros incidentes nucleares.
Empecemos por el más grande, el momento en que el mundo se percató del poder de la energía nuclear: las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945.
Las explosiones causaron un gran número de víctimas. Se calcula que murieron más de 200.000 personas.
Los datos sobre estas muertes no son muy confiables debido al caos que hubo tras la rendición de Japón, pero sabemos que la mayoría de las víctimas murieron como resultado de los efectos físicos de las enormes explosiones y el intenso calor que crearon las dos bombas.
Miles de personas también estuvieron expuestas a altos niveles de radiación, y muchas de ellas murieron en las semanas inmediatamente posteriores a las explosiones.
Pero, al igual que en Chernóbil, los efectos a largo plazo de la radiación liberada han sido mucho menos dramáticos de lo esperado.
Lo sabemos porque, una vez más, existe un estudio internacional muy completo que evaluó los efectos en la salud de unas 120.000 personas, que comenzó a fines de la década de 1940 y continúa hasta la actualidad.
Los expertos en radiación lo describen como el estudio de referencia: con mucho, la investigación más grande y de mayor duración sobre los efectos de la radiación jamás realizada.
En 2011, concluyó que 98 muertes por leucemia del grupo de muestra podrían atribuirse directamente a la radiación de las dos bombas atómicas.
También concluyó que la radiación había causado 853 casos de cáncer adicionales durante el mismo período. No dice cuántas de estas personas murieron.
Entonces, en 2011, había habido menos de 1.000 muertes entre las 120.000 personas que estudiaron que son directamente atribuibles al legado de radiación a largo plazo de las dos bombas atómicas.
Un número de muertos mucho menor de lo que la mayoría de la gente calcularía.
El desastre nuclear de Fukushima en 2011, mientras tanto, es aún más claro.
Las autoridades japonesas dicen que un trabajador murió de cáncer después de estar expuesto a la radiación y otro desarrolló leucemia mientras trabajaba en la operación de limpieza.
UNSCEAR no espera ningún aumento perceptible de enfermedades entre el público en general.
Las enormes cifras de muertos son estimaciones.
Está bien establecido que la exposición a dosis moderadas y altas de radiación causa problemas de salud y puede ser letal.
Las cifras de muertes por cáncer causadas directamente por la radiación tienden a corresponder a poblaciones expuestas a estas dosis más altas.
La incertidumbre llega con las dosis bajas de radiación.
Las predicciones de miles de muertes provienen de cálculos que parten de asunciones sobre los efectos probables de estas dosis bajas que luego se multiplican por el gran número de personas que han estado expuestas.
Lo que hace que esas suposiciones sobre los efectos de la radiación sean muy importantes.
Entonces, ¿qué es una dosis baja? Eso depende de cómo se produzca la exposición y durante cuánto tiempo.
Pero, recordemos, todos experimentamos radiación todo el tiempo, porque nuestro mundo contiene muchas fuentes de radiactividad.
Prácticamente todo es un poco radiactivo. El agua de mar es ligeramente radiactiva, al igual que las nueces de Brasil, los plátanos y muchas rocas.
Nuestros propios cuerpos emiten una pequeña cantidad de radiación.
Para poner esto en contexto, esta “radiactividad natural” proporciona una dosis anual promedio de aproximadamente 25 veces la que recibirías de una radiografía de tórax.
Una dosis alta sería cientos de veces mayor.
Hay muchos tipos diferentes de radiación.
La luz visible es una forma de radiación, al igual que las ondas de radio.
El tipo de radiación del que estamos hablando aquí extrae electrones de los átomos de nuestro cuerpo. El término técnico es “ionizante”.
Cuando los átomos de células vivas se ionizan, sucede una de estas tres cosas: la célula muere, la célula se repara a sí misma, o muta incorrectamente y puede volverse cancerosa.
Entonces, la pregunta clave es qué tan buenas son nuestras células para repararse después de la exposición a la radiación.
Esto es objeto de un acalorado debate.
En un extremo están las personas que dicen que nuestros cuerpos no son muy buenos para lidiar con niveles bajos de radiación.
Aseguran que la UNSCEAR es demasiado optimista y predicen muchas más víctimas de Chernóbil y otros incidentes de radiación.
UNSCEAR sigue la visión dominante. Esta toma como punto de partida el hecho de que toda la vida ha evolucionado en un mundo radiactivo.
Desde esta perspectiva, nuestros cuerpos están acostumbrados a lidiar con niveles bajos de radiación y, por lo tanto, los efectos de dosis bajas son bastante pequeños.
En el otro extremo están aquellos que dicen que niveles bajos de radiación son de hecho buenos para el ser humano.
Pero probablemente se esté preguntando por qué no podemos decir con certeza cuál de estas posiciones es la correcta cuando se trata de dosis bajas de radiación.
La respuesta es simple: la evidencia no es clara porque los efectos de la radiación de dosis baja son tan raros que son muy difíciles de medir.
Bueno, para empezar, significa que todavía existen riesgos.
Como dice el grupo de presión anti-energía nuclear no2nuclearpower del Reino Unido, “no existe un nivel de radiación absolutamente seguro: todas las exposiciones, por pequeñas que sean, conllevan algún riesgo, incluso la radiación natural”.
Entonces, la pregunta es cómo se comparan los riesgos de dosis bajas de radiación con otros riesgos.
Comencemos con el informe seminal sobre el legado de Chernóbil elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), otro organismo de gran reputación, en 2005.
Predijo que unas 9.000 personas probablemente morirían por exposición a radiación de bajo nivel como resultado del accidente.
Recuerde, esta es una estimación de muertes. Como hemos visto, solo 43 personas murieron de cánceres que pudieron ser directamente relacionados con la exposición a la radiación.
Es una cifra aterradora, pero debemos verla en contexto. Estas probables víctimas representan una pequeña fracción de los casi siete millones de personas que la OMS supone que estuvieron expuestas a la radiación.
Y recuerda lo común que es el cáncer. Aproximadamente la mitad de las personas en los países desarrollados desarrollará cáncer durante su vida; una cuarta parte de nosotros puede esperar morir por ello.
La OMS dice que, incluso entre las 600.000 personas más afectadas por el desastre, el aumento del cáncer causado por la radiación será “difícil de observar” porque muchas personas desarrollarán otros tipos de cáncer.
Entonces, en relación a los siete millones de personas afectadas por las consecuencias de Chernóbil, no debería sorprendernos que diga que no hay posibilidad de que se identifiquen los casos de cáncer causados por el desastre.
Confirma lo que dicen la mayoría de los expertos en radiación: la exposición a niveles bajos de radiación no es un riesgo importante para la salud.
No se equivoquen, no están diciendo que esas muertes no sean importantes, por supuesto que lo son.
Pero también lo son las otras aproximadamente 1,75 millones de muertes por cáncer que podemos esperar entre los afectados por el desastre: los cánceres causados por todo lo que no sea la radiación de Chernóbil.
La Sociedad Estadounidense del Cáncer, por ejemplo, estima que fumar causa una de cada cinco muertes en EE.UU. Y sabemos que cosas como la mala alimentación, la inactividad, la obesidad y el alcohol también pueden causar cáncer.
Lo que confirman los hallazgos del informe de la OMS es que otros factores como estos plantean riesgos de cáncer mucho mayores para todos nosotros, incluso para aquellos de nosotros que tuvieron la mala suerte de estar expuestos a bajos niveles de la radiación de Chernóbil.
Lo que esto sugiere es que deberíamos centrar nuestros esfuerzos en abordar esto, y quizás preocuparnos un poco menos por los efectos potenciales de los bajos niveles de radiación de cosas como los accidentes nucleares.
Por supuesto, el miedo a la radiación no es la única razón por la que la gente se opone a la energía nuclear; existe preocupación por la proliferación de armas nucleares y la eliminación de desechos, por no mencionar el enorme costo de construir nuevas centrales nucleares y luego desmantelarlas.
Pero esta es la cuestión: si estuviéramos un poco menos preocupados por los riesgos de niveles bajos de radiación, tal vez podríamos hacer una evaluación más equilibrada de la energía nuclear.
Sobre todo teniendo en cuenta que, por ejemplo, las centrales eléctricas de carbón liberan habitualmente más radiactividad al medio ambiente que las centrales nucleares, debido a las trazas de uranio y torio que se encuentran en el carbón.
Y, como hablamos de preocuparnos por las cosas correctas, no olvidemos el medio ambiente.
Tener una visión más equilibrada de los riesgos de la radiación podría ayudar a todos los científicos climáticos ansiosos que mencioné al comienzo de este artículo a dormir un poco más tranquilos en sus camas por la noche.