A pesar de ser una pequeña ciudad universitaria, Lemgo, en el noroeste de Alemania, tiene una historia bastante problemática.
Y el nombre de su edificio más distinguible, “La casa del alcalde de las brujas”, quizás puede darte una pista de por qué.
Es una referencia a un cazador de brujas que vivió allí en el siglo XVII y supervisó los últimos juicios de brujas.
En un período de aproximadamente 50 años, que comenzó en 1628, más de 200 mujeres (y cinco hombres) fueron quemadas en la hoguera solo en Lemgo.
Y uno de los nombres que surge de allí es el de Margarete Krevetsiek.
La mujer fue arrestada y acusada de conjurar y de intentar enseñar sus trucos a una joven en el verano de 1653.
Confesó bajo tortura haber practicado brujería y fue quemada el domingo 10 de agosto de ese mismo año. Como concesión, las autoridades permitieron que la decapitaran primero.
Y eso fue todo lo que se conoció sobre la historia de Krevetsiek durante mucho tiempo.
Pero esa historia ha cambiado recientemente gracias a uno de sus descendientes.
Bernd Krammer, agente de policía retirado y aficionado a la genealogía, descubrió mientras investigaba su árbol genealógico que su esposa, Ulla, estaba relacionada con Krevetsiek.
“Cuando descubrimos que teníamos una supuesta bruja entre nuestros antepasados, me quedé inmediatamente sorprendido. Cosas como esas son un punto culminante en la investigación de mi familia”, le dijo Krammer a la BBC.
“Mi esposa pensó de inmediato ‘¡pobre!’. Pero no tuvimos miedo porque sabíamos por la escuela que habían ocurrido muchas injusticias en Europa durante esos años”.
Krevetsiek había sido acusada por su hijastro, que tenía seis años, después de que ella lo castigara con una paliza.
Los Krammer, que viven en Bremerhaven, a tres horas en coche al norte de Lemgo, creían que se debía hacer justicia a su pariente lejana, independientemente de cuánto tiempo hubiera pasado.
Así fue como, varios siglos después, en 2012, presentaron una solicitud formal al ayuntamiento para pedir la exoneración de Krevetsiek.
Cinco años después, limpiaron su nombre y el de todas las víctimas de los juicios por brujería en la ciudad.
“Pensamos que era importante limpiar su nombre porque la injusticia, especialmente si ha sido cometida por el Estado o la Iglesia, debe corregirse, incluso después de mucho tiempo”, dice Krammer.
“Cada caso que se saca a la luz evita que [esas injusticias] caigan en el olvido”.
Los juicios de Salem en Massachusetts, EE.UU., en el siglo XVII son bien conocidos en todo el mundo, pero Europa fue en realidad el escenario de una cacería de brujas incomparablemente mayor.
En Salem, 200 personas fueron acusadas de brujería y 20 perdieron la vida.
En la Alemania actual, el número de ejecuciones que se estima tuvieron lugar ronda las 25.000.
En lo que ahora es Suiza, por ejemplo, hubo aldeas que fueron arrasadas enteras.
Se estima que entre 40.000 y 60.000 personas fueron ejecutadas en Europa entre finales del siglo XVI y finales del siglo XVII.
Hartmut Hegeler es un pastor protestante de la ciudad de Unna, a una hora en coche de Colonia.
Desde 2010, ha ayudado a exonerar a cientos de víctimas de la caería de brujas en Alemania.
“Para mí, es una cuestión de legitimar mis creencias. El mismo Jesucristo fue acusado, torturado y ejecutado, y los cristianos decimos que era inocente”, le dijo el padre Hegeler a la BBC.
“Estas víctimas de la cacería de brujas tuvieron que pasar por las mismas cosas, fueron acusadas, torturadas y ejecutadas siendo inocentes”.
Pero dice que la lucha no es solo por el pasado, sino también contra la “violencia y la marginación” que todavía ocurre en el mundo de hoy.
El padre Hegeler dice que un caso que le impresionó fue el de Christine Teipel, una niña de nueve años ejecutada en mayo de 1630 en la aldea norteña de Oberkirchen.
Christine había comenzado a decirle a la gente que era una bruja y había participado en un aquelarre, un baile nocturno con el diablo, junto con otras 15 personas: ocho hombres, seis mujeres y otra niña, Grete Halman.
Hay especulaciones sobre por qué Christine comenzó a contar esa historia, y muchos historiadores sugieren que hay un vínculo con el abuso infantil u otro tipo de trauma.
Las autoridades la arrestaron y torturaron a ella y a las 15 personas que nombró.
Luego nombraron a otras personas. Hubo siete juicios durante un período de tres meses.
Al final, 58 personas fueron quemadas en la hoguera, incluidas Christine, su madrastra, Grete y sus padres.
“No hay nada acerca de la tortura de esta niña, pero te puedes imaginar que una niña de nueve años se asustaría mucho solo con que le mostraran instrumentos de tortura”, dice el padre Hegeler.
Era una práctica común mostrar los instrumentos de tortura a los sospechosos durante un interrogatorio “amistoso” inicial.
En los interrogatorios posteriores se debieron utilizar formas brutales de castigo corporal, que incluían el potro y mantener a alguien despierto durante días.
Una técnica de uso común se llamaba “inmersión”, cuando una bruja acusada era atada a una silla y sumergida en el agua.
Si flotaba, se le consideraba una bruja que había usado su magia para mantenerse a flote. Luego se le quemaba en la hoguera.
Si se hundía, era considerada una inocente que habían “muerto involuntariamente”.
Aunque los hombres también fueron juzgados y ejecutados por brujería, la gran mayoría de las víctimas (85% o más) fueron mujeres.
A menudo se les acusaba de “actos sexuales con el diablo”.
El Malleus Maleficarum, un manual de cacería de brujas del siglo XV, puso mucho énfasis en el apetito sexual “insaciable” de las mujeres, describiéndolas como criaturas sin “moderación en la bondad o el vicio”.
Claire Mitchell QC, abogada que encabeza una campaña recientemente lanzada en Escocia, dice que el elemento de misoginia de esa época sigue siendo muy reconocible incluso hoy.
“Lo que es muy moderno es que la brujería todavía se utiliza hasta el día de hoy como método de control social y persecución de mujeres y niños”, le dijo a la BBC.
Su campaña exige el perdón, una disculpa y un monumento dedicado a los condenados en virtud de la Ley de Brujería de Escocia, que entró en vigor en 1563 y se mantuvo hasta 1736.
Recientemente, el grupo hizo campaña para colocar tres placas conmemorativas en un sendero costero patrimonial alrededor del histórico pueblo de Culross.
El monumento conmemora a 380 mujeres de comunidades locales que fueron encarceladas, torturadas, ahorcadas y luego quemadas.
El año pasado, se dieron a conocer los planes para un monumento en el sitio de entierro de Lilias Adie, quien era una mujer que murió en prisión en 1704 mientras se veía obligada a confesar que había tenido relaciones sexuales con el diablo.
El rostro de Adie ha sido recreado, con la ayuda de computadoras, por un equipo de investigadores dirigido por el doctor Christopher Rynn en la Universidad de Dundee.
“Cuando la reconstrucción llega hasta la capa de piel, es como si acabaras de conocer a alguien y te empieza a recordar a gente que conoces”, explica.
El “pánico satánico” de Escocia comenzó después de que el rey Jacobo VI, quien se consideraba un experto (e incluso escribió un libro) sobre asuntos ocultos, se enfrentara a un cruce oceánico particularmente tormentoso al viajar a casa desde Dinamarca.
Culpó del mal tiempo a la brujería y ordenó una extensa caza de brujas. Cerca de 4.000 personas fueron acusadas y 2.600 ejecutadas.
Mitchell recuerda un caso particular que la conmocionó.
Era una mujer de las islas Orkney, frente a la costa noreste de Escocia, que había reñido con un pescador en su aldea.
Y un día él estaba en el mar cuando ocurrió una tormenta. “Dijo que cuando fue al mar, vio una foca. Y creyó que la foca lo miró y pensó que la foca era ella”, dice Mitchell.
“Entonces creyeron que ella tenía la capacidad de transformarse en diferentes animales. Y eso fue suficiente: fue ejecutada“.
Reescribir la historia no es fácil, incluso frente a una clara injusticia.
En Alemania, el padre Hegeler dice que algunas autoridades locales se han negado a otorgar perdón por temor a que esto manche la reputación del lugar y dañe el turismo.
Los líderes religiosos alemanes han expresado su simpatía por su causa, pero dicen que la Iglesia debería concentrarse en los problemas actuales, como la crisis de refugiados y la pobreza.
Los activistas en Irlanda continúan abogando por que se instale una placa en honor a las víctimas de los juicios por brujería en el país.
Pero Mitchell dice que los recientes movimientos a favor de derribar las estatuas de personas vinculadas a la esclavitud son “una señal poderosa de que la gente se preocupa por la historia”.
“Se preocupan por estar representados adecuadamente en la actualidad y no quieren que se les venda una historia de otra época”.
Para los Krammer, conocer el destino de su antepasado reavivó un examen de conciencia que comenzó cuando Bernd cumplió 15 años.
“Mi abuela era judía y tuvo mucha suerte de sobrevivir a su tiempo. Mis bisabuelos no tuvieron tanta suerte”, dice.
Pasó cinco años buscando el lugar donde yacían los restos de su abuelo.
En 2001, casi seis décadas después de la muerte de su abuelo, encontró una fosa común cerca de Berlín. La experiencia lo marcó profundamente.
“Pasé dos horas allí, mirando su tumba. Incluso mientras lo estaba buscando, estaba pensando en las cosas [horribles] que la gente puede hacer a la gente”.