Aquella madrugada, la pesadilla atómica también se hizo posible en Estados Unidos.
Poco antes del amanecer del 28 de marzo de 1979, la central nuclear Three Mile Island en Harrisburg, Pensilvania, vomitó desechos y gases radioactivos a varios kilómetros a la redonda.
Faltaban aún siete años para que el accidente de Chernóbil mostrara al mundo el poder destructivo de una catástrofe nuclear.
Pero desde aquella madrugada de Pensilvania, cuando un fallo en un reactor provocó la fuga y puso en riesgo a más de dos millones de personas, EE.UU. comprendió el peligro.
Desde entonces, en el país disminuyó la construcción de centrales atómicas y el accidente impulsó nuevas regulaciones destinadas a hacer más segura la generación de energía nuclear.
Finalmente, este viernes 20 de septiembre -más de 40 años después del accidente que la hizo conocida mundialmente-, la central de Three Mile Island generó su último kilovatio: cerró para siempre.
Nada tuvo que ver el accidente ni las protestas o el movimiento contrario a la energía nuclear que generó aquella madrugada de marzo.
En realidad, el fin de sus operaciones tuvo una causa más banal: la falta de financiamiento y sus crecientes pérdidas económicas.
Exelon Generation, la compañía que administra la planta, informó en mayo que cerraría oficialmente la instalación antes de finales de septiembre por “falta de acción estatal para subsidiar la energía limpia”, dado el elevado costo de producción.
Aunque tenía una licencia de operaciones hasta 2034, ya en marzo de 2017 había anunciado que la planta no había sido rentable durante cinco años y que se verían obligados a terminar sus operaciones si no había un cambio en las políticas estatales hacia la energía nuclear.
Sin embargo, el cierre de operaciones de la central de Three Mile no implica su fin.
Serán necesarias varias décadas y más de US$1.200 millones para limpiarla completamente
De hecho, Exelon estimó que todo el material radiactivo no será eliminado hasta el año 2078.
Aunque el accidente de Three Mile fue el primero registrado en una central comercial en el continente americano y el peor en afectar a EE.UU., no fue la primera mala experiencia del país con los átomos de uranio.
Casi dos décadas antes, en enero de 1961, el Laboratorio Nacional de Ingeniería de Idaho se estremeció con otro suceso trágico: un pequeño reactor experimental del Ejército de EE.UU. también falló cuando lo preparaban para su puesta en marcha. Tres personas murieron en el incidente.
Sin embargo, no fue hasta 1979 cuando la explosión de Three Mile Island colocaría a EE. UU. en los libros de récord.
Fue, según la Organización Internacional para la Energía Atómica, un incidente de nivel 5 (en su escala de 7), solo superado hasta ese entonces por el desastre de Kyshtym (Unión Soviética, 1957) e igual en gravedad al que afectó a Reino Unido, también en 1957.
Sin embargo, según datos oficiales, no dejó víctimas.
La Comisión Reguladora Nuclear de EE.UU. (NRC, por sus siglas en inglés) informó entonces que no hubo muertos y, aunque algunas organizaciones civiles y vecinos del lugar contradicen este dato, las autoridades aseguran que las cifras de cáncer o enfermedades vinculadas a la radiación no aumentaron en la zona en los años posteriores.
Sin embargo, unas dos millones de personas estuvieron expuestas de inmediato a la radiación, según cifras de la NRC. Según sus informes, eso sí, la dosis promedio de exposición fue menor que la generada por una radiografía de tórax.
Pero las estadísticas de evacuación fueron similares a las de Chernóbil: en ambos casos, más de 100.000 personas que vivían en áreas cercanas tuvieron que abandonar sus hogares y las áreas de evacuación superaron los 30 km.
Construida en 1968, la planta de Three Mile Island localizada en una isla en el cauce del río Susquehanna entró en funcionamiento seis años después.
Comenzó con un solo reactor y luego, en diciembre de 1978, empezó a operar la Unidad 2 (TMI-2), la misma que fallaría solo tres meses después.
“Una combinación de mal funcionamiento del equipo, problemas relacionados con el diseño y errores de los trabajadores llevaron a la fusión parcial de TMI-2 y a las muy pequeñas emisiones de radiactividad fuera del sitio”, indica el reporte del accidente de la NRC.
De acuerdo con la Asociación Atómica Mundial, el accidente ocurrió cuando el reactor estaba al 97% de su potencia.
La limpieza tomó años y millones de dólares. Se cree que solo queda allí el 1% del combustible nuclear que se utilizaba en el momento del accidente.
La Unidad 1 volvió a funcionar en 1985, pero el reactor TMI-2, cuya estructura podía soportar inclusoel impacto de un avión, nunca volvió a operar.
La central eléctrica cerrada se convirtió con los años en una parada popular para los amantes del “turismo oscuro”, los sitios asociados con muertes o tragedias.
El accidente, sin embargo, cambió para siempre la carrera por la energía nuclear de EE.UU.
“La confianza pública en la energía nuclear, particularmente en EE.UU., disminuyó drásticamente tras el accidente de Three Mile Island. Fue una de las principales causas del declive de la construcción nuclear durante los años ochenta y noventa “, según la Asociación Nuclear Mundial.
Varias plantas que ya estaban en proceso antes de 1979 recibieron licencias para operar, pero los planes para otras 39 fueron cancelados a raíz de la catástrofe, indican datos de la NRC.
“El accidente cambió permanentemente tanto la industria nuclear como la NRC. El temor y la desconfianza del público aumentaron, las regulaciones y la supervisión se volvieron más amplias y robustas, y el manejo de las plantas se analizó con más cuidado”, agrega el informe de la Comisión.
Actualmente, en EE.UU. hay 97 reactores nucleares de uso comercial en 59 plantas distribuidas en 30 estados, de acuerdo con la Administración de Información de Energía.
En conjunto, producen cerca del 20% de la electricidad que se consume en el país.
Para sus defensores, esa forma de generación sigue siendo la mejor opción para el medio ambiente -dado que no produce gases de efecto invernadero- mientras se encuentran alternativas al carbón, el petróleo y el gas.
Sus detractores, en cambio, aseguran que los costos para mantener las centrales son demasiado elevados, al igual que los riesgos en caso de un nuevo accidente.
Solo dos nuevos reactores están previstos para entrar en funcionamiento en EE. UU. en los próximos años.
Mientras, los grandes conos de las cuatro torres de refrigeración de Three Mile Island quedarán como el último vestigio del día en que EE.UU. estuvo más cerca de un desastre atómico.