Cada semana, niños recorren Reino Unido en autobuses y trenes, transportando drogas como parte de operaciones de bandas criminales.
La BBC pasó meses con una organización que busca ayudar a los niños que están en peligro de caer en las redes de narcotraficantes, escuchando las historias de abuso de los jóvenes, la angustia de sus familias y aprendiendo lo que necesitan para liberarse.
Tres personas accedieron a contar su historia dentro de esas redes delincuenciales.
“He visto muchas cosas”, afirmó Nicole, quien fue reclutada por una banda de traficantes de drogas cuando solo tenía solo 11 años.
“He visto personas apuñaladas por el más mínimo desacuerdo, por cosas como 20 libras (22 dólares)”, relató.
Antes de unirse a la pandilla, dormía en un colchón en el piso y se duchaba en la escuela cuando tenía la oportunidad. “Ellos te encuentran (…) “No los encuentras tú”, aseveró Nicole, que ahora tiene 18 años.
La pandilla le prometió una cama, ropa nueva y ayuda para que su madre pagara sus cuentas.
Admitió que vio a sus nuevos amigos con “buenos zapatos, ropa bonita y maquillaje” y se puso muy celosa. “Estaba en el punto en el que haría cualquier cosa para poder obtener eso“, agregó.
Nicole transportaba drogas desde la ciudad de Newcastle, en el norte de Inglaterra, por todo el país. “Yo tenía una dirección, una fecha, una hora y un billete de tren”, comentó.
Pero las promesas de la pandilla nunca se hicieron realidad. “Nunca tuve una cama ni ropa nueva”. En cambio, fue iniciada en un mundo de violencia y abuso infantil. “Fui tan ingenua”, dijo.
En un viaje hacia el sur del país, más allá de Londres, la joven recordó que se metió a llorar en los baños en cada estación en la que se detuvo.
“Cuando llegué al lugar, lo que estaba planeado no sucedió”, dijo. “Tuve que hacer muchas cosas que no quería hacer para salir con vida de esa situación. Si no hubiera hecho lo que me pidieron, que era sexual, físico, mental, no creo que estaría aquí hoy”, agregó.
La violencia que presenció la mantuvo en la pandilla, donde le advirtieron que “si no lo hacía lo que me decían, lo pagaría”.
Hasta el día de hoy la chica no puede entender por qué ningún adulto intervino mientras viajaba por el país en trenes y autobuses, sola, con 11 años y faltando a la escuela.
“No me vieron, no me encontraron, no me preguntaron por qué no estaba en la escuela. No me preguntaron por qué no estaba con mi mamá o papá. Eso es lo que más me afecta hasta el día de hoy”, comentó. “¿Por qué alguien no intervino?”
Después de 2 años de violencia, abuso, miedo y promesas incumplidas, Nicole aprovechó una oportunidad para escapar.
Una maestra que le había estado ofreciendo duchas en la escuela y pagando sus comidas al terminar las clases le tendió la mano.
Un día, con 13 años, Nicole se le apareció a la educadora después de sufrir un aborto espontáneo.
“Ella se dio cuenta y me llevó al hospital. Ya había tenido suficiente. Había llegado a ese punto de límite”, comentó. “Ya tengo alguien en quien confiar. Ella necesita saber que no estoy bien”.
Ahora, 5 años después de su fuga, Nicole está estudiando en la universidad para mejorar su vida. Espera tener una casa y una familia, y quiere ser el tipo de persona que no mira hacia otro lado cuando alguien necesita ayuda.
Asimismo, quiere brindar esperanzas a otros que aún pueden estar atrapados, asustados y explotados por estas redes criminales.
“No podría enfatizar lo suficiente que no importa cuán asustado estés, tu vales. Tus sentimientos valen y nunca estás totalmente entrampado”, dijo.
“Si todavía estás viviendo y respirando, no están entrampado para siempre. Siempre puedes terminar en el mejor extremo”, agregó.
Sarah: “No puedo proteger a mis hijos“
Sarah -no es su nombre real- espera que su hijo adolescente sea otro de los niños que logran liberarse de las redes de narcotraficantes. Solo este año ha desaparecido más de 50 veces y ahora mismo no tiene idea de dónde está.
“Está constantemente fuera de control, se escapa durante semanas”, comentó.
“Todo es tiempo saber si está vivo o muerto, ni nada parecido. ¿Con quién está? ¿Está bien? ¿Se alimenta? Todo eso. Simplemente no lo sé”, agregó.
Cuando sus otros hijos le preguntan a dónde ha ido su hermano, no sabe qué decirles.
“Es mi hijo pequeño y no puedo protegerlo y está ahí fuera“, dijo.
“Eso es una cosa que siempre prometí cuando tuve hijos, protegerlos y quererlos todo lo que pudiera. Y no puedo hacerlo”, se lamentó.
Sarah relató que hace aproximadamente un año su hijo, que ahora tiene 16 años, se involucró en las bandas que operan en la zona.
Afirmó que percibió algunas señales obvias de que algo no estaba bien. El chico comenzó a andar con pandillas que se enmascaran, todos vestidos de negro y además cambió la música que escuchaba.
Pero si lo anterior no fuera suficiente, la madre percibió un cambio en el comportamiento del joven. “Empezó a distanciarse y a discutir. Se encerró en sí mismo. Y entonces, obviamente, no conecta contigo en absoluto”, explicó.
Sin embargo, Sarah cree que su hijo aún es vulnerable.
“Es un niño asustado”, dijo. “Lo conozco, ha cambiado mucho, pero a veces, se acerca y nos abraza sin razón. Sé que está asustado. Pero tiene que hacer lo que hace por los (pandilleros) mayores“, apuntó.
Con la ayuda de los trabajadores de la organización Edge North East, una agrupación británica especializada en la orientación de niños atrapados en situaciones de violencia grave, espera encontrar una salida para su hijo.
Sin embargo, por ahora el chico sigue desaparecido. Y Sarah esperando.
“Estoy atrapado en esta trampa. No sé cómo llegar a casa, ¿podría llevarme a casa?” Ese es el tipo de llamadas que Andy y el equipo de Edge North East reciben.
Una noche, él y un compañero emprendieron un viaje de 10 horas a través del Reino Unido tras recibir una llamada similar. “Sin pensarlo, nos subimos al auto, condujimos y fuimos por ellos”, relató.
Andy no es alguien que se adapte al trabajo convencional de 9 a 5. Alto, ancho y tatuado, conduce su Harley-Davidson por Newcastle, intentando ganarse la confianza con los jóvenes que “no tienen a nadie en quien confiar”.
“Todos los jóvenes que se dedican a esto van a ser víctimas de la violencia, en algún momento”, afirmó, al tiempo que agregó: “Van ser golpeados, apuñalados, lo que sea. Es absolutamente horrible pensar en ello, para ser honesto”.
Edge North East trabaja con jóvenes que corren el riesgo de ser engañados y obligados a convertirse en mulas del narcotráfico en el Reino Unido.
“Hace años, no se les ocurriría (a los narcotraficantes) utilizar a un niño para traficar con drogas. Pero ahora les importa una mierda, mientras puedan llenarse los bolsillos de dinero, no les importa a quién utilizan”, se lamentó el activista.
Lamentó que con demasiada frecuencia las personas etiqueten negativamente el comportamiento de los niños con los que trabaja, sin mirar las razones de sus acciones. “Me gustaría que algunas personas abrieran los ojos y los vieran como niños. Así las cosas podrían ser diferentes”, dijo.
“Son jóvenes perdidos. Siempre hay algo en la vida de este joven que le ha llevado a hacer lo que está haciendo. Eso es lo que la gente tiene que mirar y preguntarse por lo que han pasado”, reflexionó.
Andy criticó la glamorización de las pandillas que hay en las redes sociales, pero consideró que las conexiones que Edge North East está haciendo con los jóvenes están marcando una diferencia.
“Se están cambiando vidas”, dijo. “Ningún chico debe ser descartado”.