El regreso de la vida nocturna a Pekín reactiva el negocio de los “borrachóferes”
La mascarilla le amortigua la carcajada a Zheng Zhaoqi: "Algunos clientes se quedan dormidos en el carro y no se despiertan por mucho que les zarandees", cuenta.
Zheng era camionero en su ciudad natal, en la céntrica provincia de Shanxi, pero hace cinco años se mudó a la capital china y pasó a engrosar las filas de los “dai jia”, que en mandarín se podría traducir como “conductor sustituto” y que en la práctica se traduce como “conductor de borrachos”.
El sistema es sencillo y -dice- fiable: espera a que alguien a quien se le haya ido la mano con el aguardiente durante la cena contrate sus servicios a través de una aplicación para el móvil y acude al restaurante en cuestión en su bicicleta, eléctrica y plegable.
Allí, carga su bici en el maletero del carro del cliente y lo conduce hasta su hogar para asegurarse de que llega sano y salvo. Aunque en ocasiones llegan a cuatro patas: “A veces los clientes no se quieren bajar del carro, a veces se bajan y se sientan en la calle… y tenemos que esperar a que salgan de su casa a buscarles. Tenemos que comprobar que llegan seguros”, relata el señor Mo, otro de los “borrachóferes” que habitualmente opera en el centro de Pekín.
Zheng y Mo están estratégicamente apostados a la salida de Hua’s, uno de los restaurantes de pato laqueado más concurridos de la ya de por sí ajetreada “calle de los Fantasmas” de la capital china, que después de haberse controlado el rebrote de coronavirus en la capital detectado en junio está retomando el animado ritmo que la caracteriza.
Son de empresas rivales -Zheng de E-DaiJia; Mo de Didi DaiJia- pero el compadreo es patente porque, al fin y al cabo, en esta parte de la ciudad nunca escasean las melopeas y solo es cuestión de tiempo que les toque ponerse al volante.
Sin ver el sol
Más que de sol a sol, los “borrachóferes” faenan de luna a luna. El horario habitual es de ocho de la noche a cinco de la mañana, y el viernes y el sábado son los días de más ajetreo en el sector.
Trabajan de noche y duermen de día y, por tanto, apenas ven la luz del sol: un problema compartido entre los “dai jia”.”No es bueno para la salud”, lamenta Zheng, quien aun así prefiere su vida de conductor de beodos a la que llevaba como camionero. Cobra más y trabaja menos.
El sueldo de estos conductores se sitúa entre los siete mil y los 10 mil yuanes al mes (entre US$1 mil y US$1 mil 420 o entre 851 y mil 215 euros, respectivamente), y eso sin contar las propinas.
Y el horario -afirma Zheng- es más flexible en su actual puesto que cuando le tocaba hacer rutas interminables con el camión.
Menos muertos al volante
Además de un trabajo bien remunerado para estándares locales, su empleo ha tenido un impacto positivo en la seguridad vial del país asiático.
Según un informe de la Universidad de Tsinghua publicado en 2017, la industria de los “dai jia” habría logrado reducir el número de accidentes por conducción en estado de ebriedad en 3.5 millones el año anterior en China, además de haberles ahorrado multas a 830 mil personas y pérdidas materiales por valor de 46 mil 200 millones de yuanes (unos US$6 mil 600 millones o cinco mil 600 millones de euros).
Estos datos enorgullecen al vicepresidente de E-DaiJia, Zhang Dongpeng. “La gente no puede conducir después de ingerir alcohol. Somos exactamente lo que necesita el mercado”, relata por teléfono.
Zhang afirma que antes del auge de las aplicaciones móviles, hace cosa de 10 años (cuando aprovecharon el tirón para fundar la empresa) ya existían los “conductores de borrachos”, solo que funcionaban a través de contactos privados con restaurantes, las comisiones eran exageradas, y las corruptelas, habituales. Ahora todo el proceso está mucho más fiscalizado a través de la aplicación.
Confinados
E-DaiJia está presente en 400 ciudades chinas y emplea a medio millón de “dai jia” que vieron cómo la propagación del coronavirus frenó durante varios meses al inicio del presente año las características bicicletas eléctricas con las que patrullan las zonas de restaurantes.
“Por la epidemia, al principio estaba prohibido comer en los restaurantes, nadie salía a beber y tuve que suspender el servicio en Wuhan (el primer epicentro mundial del virus) en enero -detalla Zhang-. En febrero y marzo también estuvimos parados (en todo el país). Pero a partir de abril, nuestro negocio empezó a recuperarse poco a poco y aumentó de manera significativa en todas las ciudades”.
¿Qué hicieron durante esos meses de parón? Se reinventaron: empezaron a ofrecer un servicio de limpieza de vehículos, de mantenimiento e incluso para llevar el carro a la revisión anual.
Pero ahora, con el buen tiempo y la epidemia bajo control -según las cifras de las autoridades sanitarias chinas-, los ciudadanos han vuelto a los restaurantes y los bares.
Ya no es difícil ver a grupos de personas a los que se les enreda la lengua o que no se tienen en pie a la salida de una taberna tras una quedada de amigos, o una reunión de trabajo, o un encuentro familiar.
Eso sí, aunque la situación sanitaria haya mejorado, todos los conductores han debido someterse a un análisis de coronavirus que haya arrojado resultado negativo.
Durante su servicio tienen que colocarse una mascarilla, usar gel desinfectante y, en ocasiones, enfundarse guantes de un solo uso. El vicepresidente de E-Daijia asegura que su aplicación hasta permite, mediante reconocimiento facial, comprobar que su empleado lleva puesta la mascarilla, y apunta que también se les toma la temperatura a diario.
Respecto al perfil de los clientes, los “borrachóferes” entrevistados señalan que “hay de todo”, aunque el número dos de E-DaiJia afina algo más: “Es gente que ha bebido, entre 25 y 45 años. Según nuestros datos, en 2012 y 2013, hasta el 90% eran hombres. Pero ahora el número de clientas ha aumentado”.
Zhang lo achaca a la consolidación de este tipo de servicios y el aumento de la confianza en ellos.
Los carros de los clientes denotan además que es gente adinerada: grandes y relucientes Audi, BMW o HongQi, una marca local de lujo que en sus orígenes producía vehículos exclusivamente para los gerifaltes comunistas.