Annie dice que su exesposo la maltrató física y financieramente.
Cuando tuvo su primer bebé, justo antes de cumplir los 29 años, Annie* estaba casada hacía 8 años, tenía un trabajo con 19 personas a cargo y ganaba más que su esposo.
Ella sabía que él a veces podía ser grosero y agresivo, pero ella dice que siempre lo había “apoyado”, a costa de separarse de su propia familia.
Pero cuando nació el primer bebé, el equilibrio de poder cambió.
Annie fue despedida mientras estaba en licencia por maternidad y él obtuvo un aumento de sueldo y un ascenso. Entonces ella tomó un trabajo de medio día con un salario más bajo.
Sin embargo, el esposo se negó a compartir el costo del cuidado del niño o a aumentar la cantidad de dinero que ponía para cubrir los gastos del hogar.
Él siempre había pagado la hipoteca de la casa en la que vivían en Reino Unido y Annie era responsable de todo lo demás. Pero cuando nacieron otros dos niños en los siguientes cuatro años, la mujer tuvo que enfrentar numerosas dificultades para cubrir alimentos, cuentas, ropa, zapatos y otros artículos esenciales.
Peor aún, el hombre comenzó a pagar su tarjeta de crédito, con la que compraba artículos de lujo y vacaciones para él solo, desde las cuentas de la familia.
La historia de Annie es típica de un patrón de comportamiento de control conocido como abuso económico.
Nicola Sharp-Jeffs, directora de la organización de caridad Surviving Economic Abuse (Sobrevivir al Abuso Económico) de Reino Unido, la describe como “una forma casi invisible de abuso doméstico”.
Sharp-Jeffs dice que esto puede llevar a las víctimas a sentirse incapaces de abandonar a sus parejas abusivas, incluso ante la violencia física, y pide que el gobierno siga adelante con los planes para incluirla en una nueva definición legal de abuso doméstico.
“Teníamos su cuenta, mi cuenta y una cuenta de facturas conjuntas”, recuerda Annie.
“Se compraba cosas en las tarjetas de crédito y, obviamente, cuanto más gastaba, más aumentaba el débito directo. Así que tenía que poner más dinero en la cuenta”.
El resultado, dice ella, fue que su esposo “tenía un montón de dinero”, porque sus gastos en artículos como motos, equipo fotográfico de alta gama y ropa de diseñador, se cargaban a la cuenta conjunta.
El marido de Annie se volvió cada vez más violento. Al final de su matrimonio la golpeaba a diario.
“Tan pronto como tuve el primer hijo, comenzó a pegarme”.
“Después de haberlo hecho la primera vez, estaba completamente arrepentido y me trajo flores, lloraba y dijo que nunca lo volvería a hacer”.
“Yo estaba tan aislada… tan controlada en ese punto”.
Annie volvió a trabajar tiempo completo en un intento por generar más dinero. Pero “todavía no tenía suficiente para pagar el estilo de vida de él o la comida para todos, así que conseguí un trabajo de limpieza por la noche”.
Durante cinco años trabajó 60 horas por semana, durmiendo solo cuatro o cinco horas por noche.
Después de un día completo de trabajo, dormía a los niños e iba a su trabajo de limpieza a las 21:00, terminaba allí a la 01:00 y se levantaba a las 06:00 ya que a su marido no le gustaba que los hijos lo despertaran.
No solo eso. Su marido reclamaba que la cena esté lista, solo para él, todo pagado y preparado por Annie, lista en una bandeja para cuando él llegaba del trabajo todas las noches.
No cumplir con ello resultaría en una paliza.
“Me hace temblar pensar como llegué a ese estado”.
El hombre la culpó por los problemas financieros, acusándola de no poder manejar su dinero, por lo que ella se sintió culpable incluso por reemplazar un par de zapatos rotos.
El banco la alentó a tomar un préstamo para pagar un sobregiro de £7.500 (unos US$9.600) en la cuenta conjunta, pero no lograron cerrar el acuerdo, por lo que la deuda volvió a subir.
Ella tomó otro préstamo y esta vez el banco canceló el sobregiro.
Pero sin descubierto, sus gastos vaciaron rápidamente la cuenta conjunta, por lo que el banco recurrió a la cuenta de ella, que también se vació, y finalmente sacó fondos de la cuenta de él, provocando su furia.
La pareja se reunió en un almuerzo en el centro de la ciudad para discutir el asunto y él terminó dándole un puñetazo en la cara.
“Salí corriendo para volver al trabajo y él dijo: ‘Puedes correr, pero voy a terminar esto cuando llegues a casa'”.
En el trabajo, Annie le contó a su jefe lo que pasaba y este le entregó el número de un refugio para mujeres víctimas de violencia.
Se quedó en el refugio con los niños por 6 semanas antes de regresar a casa una vez que su esposo fue obligado a irse.
Ella consiguió una orden judicial y una alarma de pánico para evitar que él fuera a la casa, gritara y atacara a sus amigos.
Pero, Annie asegura que, incluso con la pérdida de los ingresos, la familia “mejoró” instantáneamente una vez que su exesposo y su gasto fuera de control desaparecieron.
En total, una vez que pasó todo y llegaron los resúmenes de las tarjetas, Annie se quedó con deudas de aproximadamente £58.000 (US$75.000).
Ella también se hizo cargo de la hipoteca, decidida a salvar su hogar.
En 2017, finalmente pagó todas las deudas, 12 años después de que terminara el matrimonio, y casi acabó de pagar la hipoteca.
La casa está en mal estado, pero al menos es de su propiedad, dice.
Según Annie, hay preguntas que las personas en una posición similar deberían hacerse.
“¿Las cosas son iguales? ¿Gastan tu dinero en lujos mientras tú no tienes dinero? ¿Puedes hablar libremente sobre finanzas sin que alguien empiece a pegar?”
Como voluntaria de Surviving Economic Abuse, ahora Annie se dio cuenta de que esto fue un factor clave para mantenerla en la relación durante tanto tiempo.
“No tenía dinero y no podía obtener ningún crédito mágico de ningún lado”, dice. “En mi cabeza lo odiaba. No me quedé con él porque lo amaba”.
“Era como un caparazón, pero había algo pequeño allí que sabía que lo que estaba haciendo estaba mal y que tenía que escapar”.
*“Annie” pidió a la BBC que no usara su nombre real.