Han tenido que pasar más de seis décadas y varios pontífices para que esto fuera posible.
El Vaticano y China iniciaron un proceso de deshielo este fin de semana con la firma de un acuerdo sobre el nombramiento de obispos.
Se trata de un pacto provisional pero histórico, pues el nombramiento de obispos ha sido uno de los grandes escollos entre ambos Estados desde que rompieran relaciones en 1951.
Cuando cortaron los lazos, Pío XII excomulgó a dos obispos designados por Pekín y el régimen respondió expulsando al nuncio apostólico, lo que dio lugar a dos tipos de “iglesias”: una clandestina y otra “patriótica”.
La “patriótica”, denominada oficialmente Asociación Patriótica Católica de China y no reconocida por el Vaticano, fue creada y está estrictamente controlada por el gobernante Partido Comunista, mientras que la clandestina solo responde a la Santa Sede.
En todos estos años de disputa, el gobierno chino realizó diversas ordenaciones episcopales sin el consentimiento del Vaticano, mientras la Santa Sede reclamaba que esa era decisión exclusiva del Papa.
El acuerdo pone, en teoría, fin a ese conflicto, aunque no todos están contentos con el pacto.
Desde que se comenzó a hablar de la posibilidad de este entendimiento, algunos sectores de la comunidad católica china manifestaron su temor a que el Vaticano cediera mayor control a Pekín y aumentara la “opresión”.
El acuerdo con China, donde se calcula que hay unos 10 millones de católicos, se anuncia en un momento especialmente bajo para la Iglesia católica: en medio de graves escándalos por abusos sexuales a menoresy un decreciente número de creyentes en Occidente.
El subsecretario de Relaciones de la Santa Sede con los Estados, Antoine Camilleri, y el viceministro de Relaciones Exteriores de China Wang Chao firmaron el acuerdo en Pekín el sábado, coincidiendo con el inicio de la gira del papa Francisco por los países bálticos.
No obstante, ofrecieron pocos detalles al respecto.
En un comunicado, la Santa Sede se limitó a señalar que el “acuerdo provisional (…) es fruto de un acercamiento gradual y recíproco”, tras un “largo proceso de delicadas negociaciones”.
“Prevé evaluaciones periódicas sobre su implementación”, reza el texto del Vaticano.
“Este acuerdo no es político, es pastoral. Lo que significa es que los creyentes en China tienen obispos que están en comunión con el Papa, pero al mismo tiempo son reconocidos por las autoridades chinas”, ahondó el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China destacó en un breve comunicado que ambas partes “continuarán sus comunicaciones para promover el progreso y avance de las relaciones bilaterales”.
Pese a que no se publicó el contenido de lo acordado, se cree que, en el futuro, las autoridades chinas propondrán a los obispos y estos entonces serán aprobados por el Papa, informó el periodista de la BBC James Reynolds desde Roma.
Como parte del acuerdo, el papa Francisco reconoció la legitimidad de siete obispos nombrados por el gobierno chino que no contaban con el visto bueno papal y los readmitió en el seno de la Iglesia.
El diario hongkonés South China Morning Post (SCMP), el único con relativa independencia en el país asiático, asegura que Pekín reconocerá en respuesta a algunos de los obispos previamente nombrados por la Santa Sede.
Aquellos que no sean reconocidos, pueden serlo en un futuro, le dijo al SCMP una fuente cercana a las negociaciones.
El corresponsal de la BBC considera que el acuerdo alcanzado tras años de negociaciones puede abrir la puerta al establecimiento de relaciones diplomáticas.
No obstante, para ello hay otro conflicto: Taiwán.
El Vaticano es el único país europeo que reconoce a la isla como Estado independiente, una visión que choca de frente con Pekín, que considera a Taiwán una “isla rebelde” y parte inalienable de su territorio.
El régimen comunista no establece relaciones con ningún otro país que las mantenga con Taipei, por lo que el Vaticano tendría que romper su alianza con la isla si quiere abrirla con Pekín, como han hecho diversos países en los últimos años.
En el comunicado publicado este fin de semana, no hubo mención expresa a Taiwán, si bien el gobierno chino expresó su esperanza de mantener mejores relaciones con la Santa Sede.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de Taiwán, por su parte, insistió en que el acuerdo no hará que Taipei pierda su único aliado diplomático en Europa y esperó que el Vaticano garantice que los católicos en el continente chino “reciben la debida protección y no están sujetos a represión”, informa la agencia Reuters.
En los últimos años, el gobierno chino elevó los controles sobre las comunidades religiosas y emprendió controvertidas campañas en algunas zonas del país, que incluyeron la retirada de cruces de templos y arrestos a obispos de la iglesia clandestina, según denunciaron organizaciones en defensa de los derechos humanos.
Esa situación hizo que no todos recibieran con entusiasmo este nuevo acercamiento entre el Vaticano y Pekín.
Entre ellos se encuentra el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, que ha pasado gran parte de su carrera ayudando a los católicos en “el punto de mira” del régimen comunista.
Zen, que llegó a tildar de “traición” un posible acuerdo de este tipo, criticó la falta de transparencia de la Santa Sede y China y que calificaran su firma de “provisional”.
“¿Cuál es el mensaje que este comunicado envía a los creyentes en China? (…) Con el acuerdo, el gobierno puede decir a los católicos: ‘¡Obedézcanme! ¡Estamos en acuerdo con su Papa! (?)”, señala el cardenal en una publicación de Facebook.
A principios de este año, un grupo influyente de católicos publicó una carta abierta con sus preocupaciones sobre la nueva relación entre el Vaticano y Pekín, en la que advertía al Papa de que el “Partido Comunista tiene una largo historial de promesas rotas“.
“La persecución religiosa nunca ha parado. (El presidente chino) Xi ha dejado claro que el Partido reforzará su control sobre las religiones”.
“Estamos preocupados de que el acuerdo no solo no garantice la libertad limitada deseada por la Iglesia, sino que también dañe la santidad, la catolicidad y la apostolicidad de la Iglesia”, señala el grupo en una carta suscrita por unas 2.400 personas de todo el mundo.
Para otros, sin embargo, se trata de un paso positivo.
“El acuerdo se refiere principalmente a la división de la esfera de intereses en China entre la política y la religión. También es una ayuda para una mayor modernización de China”, escribió el sinólogo italiano Francesco Sisci, investigador de la prestigiosa Universidad Renmin de Pekín, en el blog SettimanaNews.
“Mucha gente fuera de China dice que Pekín no ha cumplido sus promesas, y que el Vaticano ha sido engañado, pero todos los obispos en China están a favor del acuerdo”, señaló Sisci en declaraciones al SCMP.
“Los efectos serán a largo plazo. Es positivo que el Vaticano tenga presencia en China, y que China esté dispuesta a cooperar con el mundo a diferentes niveles”.
Sisci, que realizó la primera entrevista sobre China al papa Francisco en 2016, consideraba en declaraciones a BBC Mundo a principios de este año que “China es muy importante en la visión del Papa sobre Asia”.
“La Iglesia católica es una exigua minoría en casi todos los países asiáticos, menos de un 1% de la población en China. Pero Asia concentra el 60% de la población global y es también la parte del mundo que crece más rápido económicamente (…) O gana presencia en Asia o estará fallando en su misión de ser una iglesia universal“, manifestó en febrero, en el marco de las negociaciones del posible acuerdo.
Por parte de Pekín, el acuerdo puede ayudarle a aumentar su influencia en el mundo, en un momento de turbulencias geopolíticas, con la retirada de Estados Unidos de organismos multilaterales, según algunos analistas.
“China también cree que el acercamiento al Vaticano puede ayudarle a establecer relaciones con los aliados que le quedan a Taiwán en Centroamérica, que tiene una gran población católica”, señaló Stratfor, empresa privada de análisis de inteligencia y seguridad internacional con sede en Estados Unidos, en una publicación a mediados de este mes.
No obstante, el centro de análisis advierte de que el pacto puede no suponer grandes concesiones religiosas, pues eso es un “asunto espinoso” para el Partido Comunista, que lleva gobernando en solitario el país más poblado del mundo desde 1949.
“Pekín ha reconocido el valor moral de la religión hasta cierto grado, pero está constantemente preocupado de que la religión organizada pueda suponer un desafío para el control del Partido Comunista”.