Redacción BBC News Mundo
El 75% de la población del mundo no lo usa. El otro 25% no sabríamos muy bien qué hacer sin él.
Los usamos incluso en el espacio.
Aunque los inodoros que se usan son diferentes allí porque la atracción de la fuerza de gravedad es reducida -conocida como microgravedad-, el papel higiénico sigue siendo la opción obvia de los astronautas estadounidenses cuando utilizan las instalaciones de la Estación Espacial Internacional.
En la Tierra, los números dan prueba de su popularidad:
No obstante se trata de una industria relativamente nueva: fue apenas después de la mitad del siglo XIX que los rollos de papel higiénico empezaron a acompañarnos a hacer lo que la naturaleza exige.
Unos siglos después de la invención del papel en China, el maravilloso y revolucionario material llegó al baño en el siglo VI.
“No me atrevo a usar papel en el que haya dichos, citas o comentarios de los Cinco Clásicos en el cuarto de baño“, escribió el oficial académico Yan Zhitui en 589 d.C.
En su tierra natal se sabe que ocupó su lugar en las habitaciones íntimas en 1391, cuando se producían perfumadas hojas en unas dimensiones de 1m x 60cm para uso exclusivo de la familia del emperador.
El papel todavía era y siguió siendo por un largo tiempo demasiado precioso para botarlo después de usarlo una sola vez.
Durante siglos, la gente echaba mano de su ingenio.
Hubo métodos como la notoria esponja amarrada a un palo que data de la Antigua Roma: “La usabas, la enjuagabas en un balde de vinagre y la dejabas lista para el siguiente usuario”, le dice a la BBC el historiador Richard Smith.
En muchos casos, materiales como algodón, lana o hasta encaje, si eras rico; o como un puñado de musgo, hierba, hojas o paja, si no lo eras, fueron -y siguen siendo- suficientes.
En zonas costeras se echaba mano de conchas marinas, y en islas como Hawái la variante local eran las cortezas de coco.
Para otros, ir al baño siempre ha significado dirigirse a la fuente de agua más cercana, lavarse con las manos y dejar que la corriente se lleve lo que el cuerpo no necesitó.
En Norteamérica, se usaba la mazorca de maíz sin cáscara, granos, ni seda, sólo el corazón seco.
“De hecho, fue una especie de emblema de la sociedad rural estadounidense, atesorado como un ícono de esa forma de vida”, señala Smith.
A principios del siglo XVIII, cuando los periódicos comenzaron a circular ampliamente, la gente vio en ellos otra oportunidad.
Los leyeron, los rasgaron, los pusieron en sus letrinas y sus baños y los usaron para ese propósito.
Algunas revistas venían con agujeros para que se pudiera colgar del clavo en el baño, para facilitar su función de “lea y limpie”.
Es por eso que, cuando el papel higiénico comercial hizo su aparición, no parecía haber ninguna necesidad que llevara a la gente a comprarlo.
A mediados del siglo XIX en Nueva York, Joseph Gayetty hizo el primer papel higiénico para el público general.
Sin embargo, no solo se encontró con que ese público estaba acostumbrado a usar el papel con las noticias de ayer que ya había comprado y usado, sino que además era una era puritana, así que le era difícil promocionar un producto para limpiarse las partes más íntimas.
Fue entonces que a Gayetty se le ocurrió otra idea: en vez de crear un papel higiénico simple, le echó unas gotas de aloe y lo llamó papel higiénico medicinal.
No obstante, su producto no conquistó a las masas.
Eso solo empezó a suceder gracias a otro estadounidense, Seth Wheeler, que inventó los rollos con tiras de papel perforadas para que fuera más fácil rasgarlo.
Pero necesitó más que eso: el rollo de papel que ahora nos es tan familiar solo logró ganar popularidad gracias a una buena dosis de alarmismo publicitario.
Los anuncios de publicidad en la década de 1920 insinuaban que la tinta del periódico podía causar enfermedades fatales, y que la única forma de evitar una muerte espeluznante era limpiarse con este nuevo y fascinante producto.
Irónicamente, esos primeros rollos tenían sus propios riesgos.
La calidad era extremadamente cuestionable. Tanto así que hubo un producto que se vendía “libre de astillas“, lo que no habla muy bien de los demás.
Solo más tarde, a medida que avanzó la tecnología, se hizo posible el papel de dos capas, que era más suave, más absorbente.
A medida que el papel se suavizó, el mensaje también lo hizo: entramos en la era del eufemismo.
Atrás quedaron las aterradoras insinuaciones sobre las enfermedades que podías sufrir solo por ir a hacer lo que la naturaleza te exigía: del horror que dominaba la publicidad, ciertamente antes de la Segunda Guerra Mundial, se pasó a hablar de un producto de lujo.
La propaganda empezó a evocar suavidad y limpieza.
Hoy todas las marcas enfatizan la comodidad y tratan de generar una conexión cálida y emocional con su producto.
¡Ah! Y como con aquel emperador de China, hay un papel higiénico de lujo parala sociedadde la crème de la crème.
Al parecer es súper suave, fuerte y extra absorbente. Además de los discretos colores blanco y crema del papel higiénico común, la mayoría de los colores de esta marca son fuertes -fucsias, violetas, azules y negro- y hasta vienen empacados en cajas especiales para darlos como regalo.