A medida que el capital venezolano se esfuma de su país de origen, ayuda a cambiar la cara de una ciudad estadounidense.
Miami vive un boom inusitado de viviendas de lujo.
Nadie duda de que la billetera de los venezolanos es uno de los principales motores de la vertiginosa industria inmobiliaria de esta ciudad.
Según la Asociación de Empresarios de Bienes Raíces de Miami, en los dos últimos años los venezolanos han comprado cerca de US$2.000 millones en condominios y casas del sur de Florida.
Con el 15% del total comprado por extranjeros, son los mejores clientes foráneos de la industria inmobiliaria de Miami.
Miami fue siempre un destino conocido para venezolanos con dinero.
Cuando los problemas en su país se acrecentaron, muchos venezolanos de clase alta tradicional, como tantos otros latinoamericanos, escogieron esta ciudad como uno de sus destinos favoritos de refugio.
Pero en la era chavista de Venezuela, también se ha integrado a este “exilio dorado” la nueva burguesía que ha prosperado a la sombra de los gobiernos de la Revolución Bolivariana.
En el exclusivo barrio de Brickell, con la mejor vista al mar de la ciudad, un enjambre de torres de apartamentos de lujo ha venido creciendo en los últimos años. Muchos de sus dueños son extranjeros.
En esta y otras zonas pudientes de la ciudad, tanto el gobierno estadounidense como elementos más tradicionales del exilio venezolano en la ciudad se quejan de la presencia de la “boliburguesía”, empresarios que han tenido éxito económico por su cercanía con el gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro, y que en algunos casos han sido acusados de corrupción.
En 2016, Miami fue una de las dos ciudades, junto con Nueva York, en la las autoridades federales impusieron medidas de vigilancia especial a las transacciones de viviendas de lujo, buscando impedir el lavado de dinero por extranjeros, incluyendo venezolanos.
El pasado 25 de Julio, la oficina del fiscal federal para el Sur de Florida notificaba en un boletín el arresto de “dos supuestos participantes en una operación de más de US$1.000 millones para lavar fondos obtenidos de la empresa estatal venezolana PDVSA usando bienes raíces de lujo en el sur de Florida”.
La denuncia de la fiscalía estadounidense también mencionaba a Francisco Convit Guruceaga, José Vicente Amparan Croquer, alias “Chente,” Carmelo Urdaneta Aqui y Abraham Eduardo Ortega, todos ellos venezolanos, como personas investigadas por su presunta conexión a las actividades de lavado de dólares.
“Los supuestos conspiradores incluyen antiguos funcionarios de PDVSA, lavadores profesionales de dinero de terceros y miembros de la elite venezolana, a veces conocidos como ´boliburgueses´,” sostuvo la fiscalía.
Y el diario local Miami Herald, refiriéndose a esa noticia, advertía el pasado 22 de agosto que autoridades federales habían congelado al menos 17 propiedades de gran lujo de los venezolanos en el sur de Florida, con precios que variaban entre US$22 millones y US$35 millones.
Los observadores de la propiedad raíz de la ciudad revelan preocupación acerca de cómo el apretón de las autoridades contra el lavado de dinero podría afectar la expansiva economía inmobiliaria de la ciudad.
“La inversión venezolana en residencias del sur de Florida ha sido una piedra angular del desarrollo de los condominios en la región”, le dice a BBC Mundo el analista inmobiliario Peter Zalewsky.
“Por décadas, observadores de la industria han especulado con que un porcentaje indeterminado pero significativo de estos compradores extranjeros estaba invirtiendo en el Sur de Florida para lavar su dinero mal habido”, agrega.
Y advierte que las medidas tomadas por el gobierno estadounidense contra el lavado de dólares, incluyendo las investigaciones recientemente anunciadas en Miami contra venezolanos sospechosos de corrupción, “han enviado ondas de choque a través del mercado de residencias de lujo en Miami.”
En el extremo opuesto a la zona costera de Miami y sus torres de lujo está Doral, la capital indiscutible de la clase media venezolana en el exilio, o “Doralzuela”, como le dicen aquí.
Aquí también se alimenta un boom inmobiliario con la llegada de una clase profesional venezolana que ha tenido éxito en su país de acogida.
Las cifras más recientes del censo estadounidense dicen que en Estados Unidos viven unos 366.000 venezolanos. Más de la mitad están en Florida. El 54% de ellos son universitarios, y el 20% cuentan con un postgrado.
El ingreso familiar promedio llega a los US$85.000 anuales. El 46% ya compró casa propia, con un valor promedio de US$300.000, y el desempleo en esta comunidad apenas llega al 4%.
Son cifras que los alejan de la fuerte crisis económica que vive Venezuela y los dejan anclados firmemente en el territorio de la clase media estadounidense.
Y que ayudan a explicar cómo los venezolanos, incluyendo a los representantes de la elite tradicional, a los de la nueva “boliburguesía” y, no menos importante, a los de una exitosa clase profesional, están depositando en vivienda en Miami los capitales que ya no se sienten seguros en su país de origen.