Algunas personas pueden sentir sensaciones que están percibiendo otros, ya sea una caricia en la cara, una palmada o cosquillas.
Reírse a carcajada limpia, sin necesidad de chistes, solo por el hecho de ver cómo a otros les hacen cosquillas.
Es lo que le ocurre a una mujer identificada como TC a quien investigan científicos de la Universidad de California, en San Diego.
Vilayanur Ramachandran y Claudia Sellers, del Centro para el Cerebro y el Conocimiento de esa institución académica, sometieron a la mujer a tareas como hacerle cosquillas espontáneas, ponerla a ver a los demás mientras les hacían cosquillas, observarse a ella misma y hablar de situaciones divertidas para comprobar cuán fácil se reía.
Los doctores comprobaron que la paciente no se reía más que el resto de personas en situaciones normales, pero sí cuando ve cómo a otro les hacen cosquillas. Y más cuando vio un video de ella misma mientras le hacían cosquillas.
“[Verlo en video] condujo a una apocalipsis de risa incontrolable“, ha dicho Sellers.
La risa solo pareció calmarse cuando, al ver a alguien a quien hacían cosquillas en las axilas, TC se ponía una mano también en esta parte del cuerpo.
Este es un caso de sinestesia de tacto-espejo, una alteración sensorial por la que las personas experimentan diversas sensaciones cuando miran a otros individuos mientras éstos son acariciados, tocados o golpeados.
Es una condición causada por las llamadas neuronas espejo que se comportan igual, observemos la acción en nosotros u en otros mismos. Generalmente, en las personas que no tienen sinestesia, las conocidas como señales de veto de otras partes del cuerpo nos ayudan a diferenciar entre uno mismo y el otro.
Sin embargo, en los casos de personas con sinestesia de toque-espejo, estas señales son más leves, lo que hace que el cerebro tenga una imagen borrosa de sí mismo.
La interacción de cómo nos representamos a nosotros mismos y a los demás en nuestro cerebro se cree que es importante para conocer cómo experimentamos la empatía con el prójimo, aseguró el experto en Psicología Michael Banissy, de la Universidad Goldsmiths de Londres.
“Las teorías recientes sostienen que [esta interacción] puede explicar las diferencias individuales en la empatía”, le dijo a la revista New Scientist.
Claudia Sellers están de acuerdo. Ella cree que la capacidad de simular estados de otros en su propio cuerpo no es un fenómeno único sino un ejemplo extremo de algo que todos hacemos.
“Todos nos sentamos en un espectro de empatía“, dice ella.