Edison Veiga / BBC Brasil, enviado especial a Paderno Dugnano
Es la imagen que quedará enmarcada para la posteridad, la prueba irrefutable de la conquista del premio más preciado del fútbol, el momento en el que el portero y capitán de Francia, Hugo Lloris, levantó la Copa del Mundo de la FIFA.
Así, vestido de amarillo, rodeado de sus compañeros, bajo el torrencial aguacero que bañó el estadio Luzhiniki de Moscú, Lloris fue el primero en besar el codiciado trofeo con el que se condecora al combinado de Francia como campeón del Mundial de Rusia 2018 tras vencer a Croacia.
Luego pasa de mano en mano entre los jugadores, cuerpo técnico y afines de la delegación, cada uno queriendo tocar el brillante trofeo dorado en un ritual que se repite cada cuatro años.
Una vez que las luces del estadio se apagan, cuando las transmisiones de televisión cesan y solo se escucha el eco silencioso de los momentos vividos durante el largo camino recorrido para su conquista, comienza la admiración íntima de la Copa, la original, que acompañará a Francia de regreso a París para formar parte de todas las celebraciones.
Y es después de unas semanas, en una fecha que nunca se divulga exactamente por razones de seguridad, que los campeones del mundo entregarán la Copa para que vuelva a la tranquilidad del pequeño pueblo de Paderno Dugnano en la región metropolitana de Milán, en el norte de Italia.
Allí, en un pequeño galpón, localizado en una calle de una zona industrial, los siete trabajadores de orfebrería de la compañía GDE Bertoni están listos para recibirla.
Su deber es reparar las huellas dejadas después de los días de fiesta y dejar el trofeo como nuevo, grabando en la base circular el nombre del último campeón.
“Hace cuatro años le tocó a él hacer el grabado”, contó Pietro Bambrilla de 45 años, señalando a su compañero Salvatore Iannetti, de 48.
Iannetti asiente sin darle importancia aparente al hecho que fue él el responsable de escribir el nombre de Alemania como campeón de Brasil 2014.
Para llevar a cabo la inscripción se utiliza una máquina electrónica grande, como si fuese una impresora industrial, que tiene en la punta un mecanismo similar al de un pirógrafo.
Se acciona a través de un programa informático que funciona desde una vieja computadora, como la que muchos tenían en sus casas hace muchos años.
El orden a seguir es: año del mundial, nombre del país ganador deletreado de acuerdo a su idioma (de haber ganado Croacia, se hubiera escrito “2018-Hrvatska”).
Bambrilla, quien trabaja en la compañía desde hace 20 años, recuerda el clima de fiesta que hubo cuando se recibió la Copa para grabar el nombre de Italia en 2006.
Este es el único proceso mecanizado al cual se somete el trofeo diseñado y elaborado de forma artesanal en 1971 por el orfebre y escultor Silvio Gazzaniga, quien murió en 2016 a los 95 años de edad.
El nuevo trofeo fue encargado después de que Brasil ganará la Copa Jules Rimet por tercera vez en 1970, como se había establecido desde un principio cuando nació la Copa del Mundo de fútbol.
Se abrió un concurso en el que participaron 53 empresas de todo el mundo, siendo la compañía fundada por Emilio Bertoni, de reconocida experiencia tras haber diseñado las medallas de los Juegos Olímpicos de Roma en 1960, la que presentó el modelo ganador.
La firma era dirigida en ese entonces por Giorgio Losa, nieto del fundador, quien fue la persona encargada de presentar una réplica de yeso ante la FIFA.
Fue así que para la Copa del Mundo de Alemania en 1974 apareció el trofeo de la FIFA, de 18 quilates de oro, que el organismo estableció que siempre iba a ser de su propiedad.
Eso no significó el fin del trabajo para la empresa italiana, que también es la responsable de elaborar las réplicas que se les entregan a los países ganadores, aunque éstas se producen con una mezcla de cobre y cinc, bañadas con tres capas de oro.
Fue una de esas réplicas la que Bambrilla mostró en las fotos que ilustran este artículo, como las que cada uno de los campeones muestran en sus salas de trofeos: Alemania (1974, 1990 y 2014), Argentina (1978 y 1986), Italia (1982 y 2006), Brasil (1994 y 2002), Francia (1998 y 2018) y España (2010).
Una vez que regresa el trofeo original, que es el que se presenta en la final y en forma parte de las celebraciones, se repara y se sustituye las dos líneas verdes de su base que se elabora con una piedra llamada malaquita, que según Bambrilla es un material muy frágil.
Luego se limpia y se vuelve a pulir, siendo regresado a la sede de la FIFA en Zúrich, Suiza.
Es un proceso que dura unas dos semanas y que suele realizarse de incógnito por motivos de seguridad para no alterar la tranquilidad de la localidad de Paderno Dugnano, de unos 47.000 habitantes.
Valentina Losa, bisnieta del fundador y directora de la empresa GDE Bertoni desde 2010, sabe de la responsabilidad de que tienen, pero resalta el orgullo que fue para ella crecer sabiendo que el trofeo más prestigioso del deporte más popular del mundo regresaba a “casa” cada cuatro años.
“Son días especiales en el que todos los detalles necesitan ser observados. Se trata de honrar nuestra historia“, asegura.
A esta altura los dirigentes de la Federación Francesa de Fútbol ya tienen en su poder la réplica que adornará sus vitrinas, mientras que en Zúrich ya cuentan los días para la llegada de la original, la que brilló en 1974 y esperará volver a ser levantada en cuatro años, en el Mundial de Qatar 2022.