La pesadilla duró casi un día: por más de 18 horas, el huracán Dorian no se movió de Bahamas.
Los que siguen los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos no daban crédito entre un boletín y otro: el huracán se mantuvo estacionario con una fuerza nunca antes vista por allí, lluvias, vientos y destrucción.
Aunque estaba previsto que ralentizara su desplazamiento e incluso se detuviera, muy pocos esperaban que su parada sobre Bahamas fuera a durar tanto.
Desde la tarde del lunes, Dorian se mantuvo casi sobre el mismo lugar hasta el amanecer de este martes, cuando comenzó a desplazarse al noroeste a la velocidad de una tortuga: 2 km/h que subieron después a 7 km/h.
En redes sociales, muchos habitantes de Bahamas se cuestionaban cuánto terminaría el vendaval, que comenzó a azotar las islas también a paso muy lento desde la tarde del domingo.
Nunca antes un ciclón tropical se había detenido por tanto tiempo en el noroeste del Caribe.
El caso de Dorian, sin embargo, no fue una excepción: Harvey también se detuvo al entrar en Texas en 2017 y, el año pasado, Florence se ensañó por horas con las Carolinas luego de tocar tierra en el este de Estados Unidos.
De hecho, un estudio de la agencia espacial de EE.UU. (NASA) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de EE.UU. señala que de los 66 ciclones que se detuvieron o ralentizaron su movimiento en los últimos 70 años, casi la mitad lo hizo en las últimas tres décadas.
Es, de acuerdo con los expertos, una tendencia inquietante.
La investigación, publicada en junio en la revista Nature, indica, de hecho, que desde mediados del siglo XX los ciclones tropicales se han hecho más propensos a “detenerse” cerca de la costa y pasar muchas horas sobre dichas regiones.
De acuerdo con sus resultados, en el periodo comprendido entre 1944 y 2017, la velocidad promedio de los huracanes ha disminuido 17%, entre los 15,4 km/h y 18,5 km/h.
“Harvey en 2017, Florence en 2018 y ahora Dorian, en 2019, son excelentes ejemplos de esta situación, pero la tendencia se remonta a varias décadas”, explica a BBC Mundo Tim Hall, investigador principal del Instituto Goddard de la NASA y autor principal del estudio.
El hecho de que un huracán se detenga sobre un área implica que la devastación sobre esa zona será exponencialmente mayor, dado que la fuerza de sus vientos y lluvias las impactarán por más tiempo.
Harvey, por ejemplo, arrojó más de 1.500 mm de lluvia sobre Houston luego de detenerse allí durante días.
Y ahora Dorian ha castigado a Bahamas con marejadas de seis metros y lluvias torrenciales por más de 48 horas.
De acuerdo con Hall, para cada caso de tormentas que se han detenido o ralentizado su paso durante el último medio siglo, existe una causa particular, que se vincula con el debilitamiento o colapso de los patrones de viento a gran escala.
Sin embargo, señala, se cree que es esta situación es provocada por una desaceleración general de la circulación atmosférica (vientos globales), tanto en los trópicos, donde se forman los huracanes, como en las latitudes medias, hacia donde se desplazan en su rumbo a los polos.
De hecho, una de las principales causas que hizo a Dorian permanecer por casi un día detenido sobre Bahamas fue precisamente la calma de los vientos en la atmósfera superior.
“Los detalles de cada caso difieren, por supuesto. Pero las probabilidades de que tales eventos ocurran están aumentando”, indica el experto en huracanes de la NASA.
Los huracanes no se desplazan por sí solos: son movidos por las corrientes de vientos globales, que están influidas por los gradientes de presión de la atmósfera.
Para que tengas una idea de cómo funciona, imagina que un huracán es como un barco de papel que soltamos en un río crecido: las corrientes lo llevaran de un lado a otro y si se encuentra alguna barrera en su camino, se detendrá hasta que las corrientes lo lleven hacia otro rumbo.
Entonces, si esos vientos se ralentizan o cambian de dirección, afecta la rapidez con la que los huracanes avanzan y dónde terminan.
Ahora, por ejemplo, las corrientes de aire 5.500 metros de altura son tan débiles que dejaron a Dorian a merced de un sistema de altas presiones (o anticiclón) en la zona de Bermudas.
Solo cuando ese anticiclón comenzó a retirarse lentamente también comenzó Dorian a moverse hacia el noroeste.
En otra investigación de la NOAA 2018, el investigador James P. Kossin también encontró que el aumento en los estancamientos de los ciclones tropicales es una tendencia no solo en el Atlántico.
Su estudio fue un paso más allá: consideró que dichos patrones eran “generalmente consistentes con los cambios esperados en la circulación atmosférica forzados por las emisiones antropogénicas“.
Ahora que un ciclón de gran intensidad vuelve a repetir un comportamiento similar que el que han tenido otros en los últimos años, muchos medios y expertos no han dudado en señalar que podría estar condicionado por la misma causa: el cambio climático.
Casi ningún académico duda de la influencia que ya está teniendo el calentamiento global sobre los ciclones tropicales.
De acuerdo con el meteorólogo Philip Klotzbach, de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.), no existe evidencia de que el cambio climático esté produciendo más huracanes, pero sí de que está generando las condiciones para que se hagan cada vez más destructivos.
Dorian, por ejemplo, es el quinto huracán de categoría 5 que se forma en el Atlántico en solo cuatro años, un récord nunca antes alcanzado desde que se tiene registro.
“Una atmósfera más cálida puede retener más humedad y, por lo tanto, traer más lluvia. Además, con el aumento del nivel del mar, la marejada ciclónica penetrará más tierra adentro, dado que el nivel del mar de fondo es más alto”, señala.
Hall, por su parte, señala que hay un consenso en la comunidad científica de que los océanos más cálidos -principal alimento de los huracanes- están conduciendo a una mayor intensidad de los ciclones (aunque no a su frecuencia).
De acuerdo con la investigación de la NOAA y la NASA, la frecuencia de tormentas tropicales intensas se ha multiplicado desde 1980 y el riesgo de huracanes con vientos de más de 250 km/h se ha triplicado desde entonces.
De acuerdo con los expertos consultados por BBC Mundo, la influencia de un clima más cálido en las rutas de huracanes (incluido su estancamiento) es mucho menos segura.
“Una sospecha es que un clima más cálido conduce a una reducción de los vientos sobre los trópicos. Esto se ha visto en estudios de modelación climática, pero es una señal muy difícil de obtener directamente de las observaciones”, señala Hall.
“Si esto fuera correcto, la velocidad reducida del viento tropical ralentizaría la propagación de huracanes y generaría mayores probabilidades de estancamiento. Pero quedan muchos detalles por resolver aquí”, señala.
Klotzbach explica a BBC Mundo que un análisis preliminar que realizó sobre la velocidad de las tormentas en el Atlántico no indica una mayor lentitud de los vientos alisios que las arrastran.
“En consecuencia, las tormentas que se mueven de este a oeste en el Atlántico tropical se mueven aproximadamente a la misma velocidad ahora que hace 30-40 años”, explica a BBC Mundo.
Sin embargo, de acuerdo con el especialista, parece que las tormentas que se mueven de oeste a este en el Atlántico en latitudes más altas sí se están desacelerando.
“Esto tiene sentido, ya que la corriente de chorro impacta las tormentas que se mueven en latitudes más altas”, agrega.
Klotzbach coincide en que determinar cómo la desaceleración de los huracanes está conectada con el calentamiento global es todavía un tema de debate.
“El argumento que se propone es que con el cambio climático, la corriente en chorro se debilita, ya que los polos se calientan más rápido que los trópicos“, señala.
Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han investigado encontrado ese proceso manifestarse en los meses de calor.
“Y la corriente en chorro es normalmente más débil en el hemisferio de verano, dado que las latitudes medias se calientan en relación con los trópicos en esa época del año”, señala el profesor de la Universidad de Colorado.
Hall, por su parte, señala que más allá de las incertidumbres sobre las causas que están generando estos estancamientos, ya son una realidad y sus efectos ya se están haciendo sentir por todo el mundo.