Cindy Lamothe / BBC Future
Recuerdo la primera vez que un extraño se quedó mirándome las piernas, boquiabierto.
Ocurrió en un verano, antes de cumplir los 11 años.
Estaba en una tienda cerca de mi casa. El hombre, que lucía como de la edad de mi padre, se paró detrás de mi mamá y de mí en la cola para pagar y me miró de arriba a abajo.
Pero no fue amabilidad lo que detecté en su mirada.
Me desarrollé precozmente y lucía bastante mayor de lo que era, por lo que a mi mente le costaba mucho entender los cambios que estaban ocurriendo en mi cuerpo.
Las miradas de hombres mayores me hacían sentir ansiosa e insegura.
Insisto, para que me entiendan, yo era una niña de 10 años con miedo a usar pantalones cortos en público.
Numerosos estudios han demostrado que estar sometido a miradas y comentarios indeseados puede ser particularmente angustiante para un niño, poniéndolos en riesgo de problemas psicológicos que pueden repercutir a lo largo de su vida.
Y aunque se hable poco de acoso sexual a menores, es un tema cada vez más apremiante ya que la pubertad se está adelantando en un número creciente de niñas en todo el mundo.
En 1970, la edad promedio de inicio de la pubertad, definida por el desarrollo mamario, para las niñas estadounidenses era casi de 12 años
En 2011, la edad promedio era a los 9 años.
Un estudio encontró que el 18% de las menores blancas, el 43% de las niñas negras no hispanas y el 31% de las chicas hispanas llegan a la pubertad cuando cumplen 9 años.
Los investigadores aún están analizando las razones.
Con lo cual, esto deja a niñas de entre 6 u 8 años en mayor riesgo de acoso sexual.
Las niñas que llegan a la pubertad antes son acosadas sexualmente más que sus pares, independientemente de si están participando en alguna conducta sexual o no.
Y la atención proviene tanto de sus contemporáneos como de los adultos. Tanto los niños como las niñas que desarrollan temprano tienen más probabilidades de ser acosados por sus compañeros de clase.
Aunque la pubertad presenta desafíos para todos los adolescentes, las niñas que maduran antes son particularmente vulnerables.
Un estudio reciente, que rastreó a más de 7.000 mujeres en un período de 14 años, descubrió que la menarquia temprana se asociaba con tasas elevadas de depresión, uso de drogas o alcohol, trastornos alimentarios y comportamientos antisociales en la edad adulta.
“Los efectos de la pubertad temprana sobre la salud psicológica se han replicado en muchos países diferentes en todo el mundo”, dice Jane Mendle, coautora del estudio y profesora de psicología en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.
Una razón puede ser que las niñas de madurez temprana experimentan un aumento en la atención no deseada y comentarios sobre sus cuerpos de niños mayores y adultos.
“Lo importante de la pubertad es que es visible para los demás”, señala Mendle.
Pero una niña con senos desarrollados no deja de ser una niña que no está preparada para comprender la atención de los hombres ni es capaz emocionalmente de manejar una situación de acoso.
Cuando yo tenía 10 años, por ejemplo, seguía jugando con Barbies y mirando el Disney Channel con mi hermano menor.
La sexualización de las niñas es especialmente problemática en las culturas donde la pubertad etiqueta automáticamente a una niña como lista para el matrimonio.
Unicef estima que en todo el mundo, una de cada tres mujeres (alrededor de 250 millones) se casa antes de los 15 años.
Y esto no es un problema único de países en desarrollo.
En Estados Unidos, por ejemplo, el matrimonio infantil está permitido en circunstancias particulares en la mayoría de los estados.
La organización sin fines de lucro Unchained at a Glance, dedicada a ayudar a mujeres y niñas en EE.UU. a escapar de matrimonios forzados, estima que 248.000 niños de hasta 12 años se casaron en ese país entre 2000-2010.
Las consecuencias del matrimonio infantil son de largo alcance: en muchos casos las niñas dejan de ir a la escuela y pierden la oportunidad de tener una educación. Pero en el otro extremo, las complicaciones de un parto en la adolescencia pueden provocar la muerte de la menor.
Parte del problema es que cuando una niña comienza a mostrar signos de pubertad, incluso mucho antes de su primer período, algunas familias temen que la menor comience a tener relaciones sexuales o sea atacada.
El matrimonio, por lo tanto, se puede ver como una forma de ‘protegerla’.
Incluso en países donde el matrimonio infantil es menos común, la pubertad temprana puede ser problemática.
Para Pauline Campos, una escritora residente en Minnesota, EE.UU., recibir atención sexual no deseada cuando era niña la hacía sentir incómoda con su propia piel.
A la edad de 8 años, recuerda que ya usaba una copa B de sujetador e intentaba esconder sus senos debajo de camisas anchas y túnicas de gran tamaño.
“Me sentía muy rara dentro de mí porque mi cerebro en esa edad no coincidía con mi cuerpo”, dice.
Ahora, como adulto, Campos atribuye estas experiencias a su posterior dismorfia corporal. “Me he llamado a mí misma una bulímica en recuperación de por vida”.
De hecho, estudios han demostrado que experimentar el acoso sexual en la pubertad temprana contribuye a la Conciencia Corporal Objetivada (OBC, por sus siglas en inglés), un término que usan los psicólogos para describir la tendencia a ver el propio cuerpo como un objeto que debe ser observado y evaluado.
Un creciente número de investigaciones apoya cuán perjudicial puede ser la objetivación sexual temprana.
Un estudio de 2016 sugiere que el acoso sexual se asocia con mayores niveles de síntomas depresivos e imagen corporal negativa, por lo que no debe sorprender que las niñas entre las edades de 11 y 13 años tengan mayores niveles de autoobjetivación, vergüenza corporal y depresión que los chicos.
También es más probable que se sientan avergonzadas, ansiosas y tengan pensamientos suicidas.
Y las niñas que desarrollan temprano también se enfrentan a otra serie de otros problemas como trastornos de alimentación, delincuencia e inferior rendimiento académico que sus compañeros.
Entrar en el mundo de la adultez y de la apreciación sexual hace que las niñas se sientan evaluadas y visiblemente juzgadas de nuevas maneras, dice Celia Roberts, socióloga y profesora de estudios de género y ciencia en la Universidad de Lancaster, Reino Unido.
“El acoso sexual te hace sentir que eres un objeto para el uso o la dominación de los demás en lugar de tu propia persona”, dice.
Incluso en las supuestas “zonas seguras”, como las escuelas, las niñas son a menudo objeto de acoso y rumores sexuales.
Una encuesta nacional en EE.UU. encontró que el 56% de las adolescentes, junto con el 40% de los niños, reconocieron haber sido acosados sexualmente.
Y comienza joven. En sexto grado, cuando los niños suelen tener entre 11 y 12 años, más de un tercio de las estudiantes han sido acosadas sexualmente por un niño.
Jane Mendle, profesora estadounidense de psicología, dice que si bien es común la curiosidad de los niños cuando ven cambios en los cuerpos de las niñas, también pueden ser maliciosos.
Y esto es particularmente difícil en las niñas con pubertad temprana, cuando los niños todavía están descubriendo cómo quieren expresar su identidad.
Y para las chicas que nunca eligen adoptar una personalidad femenina, estas suposiciones sobre sus rasgos “femeninos” pueden ser especialmente dañinas.
Para las chicas de minorías raciales, que a menudo experimentan además comentarios racistas, el acoso suele ser más grave.
Una psicóloga estadounidense de origen asiático, que pidió el anonimato porque estaba preocupada de que sus pacientes conocieran su vida personal, recuerda haber recibido comentarios desagradables sobre su cuerpo cuando tenía 12 años.
“Uno de mis primeros recuerdos fue este niño en mi clase me dijo que iba a tener relaciones sexuales conmigo”, dice.
Recuerda que además recibía comentarios racistas como “¿Tienes mucho vello púbico? Porque he oído que los asiáticos no tienen mucho vello púbico”.
A pesar del impacto negativo en la salud mental asociado con las niñas de madurez temprana, Therese Skoog, profesora de psicología en la Universidad de Gotemburgo, Suecia, descubrió que también pueden parecer más maduras psicológicamente y mejor ajustadas.
Los investigadores coinciden en que es importante no ser alarmistas con el desarrollo sexual temprano en sí mismo.
El problema no es que el cuerpo de una niña esté cambiando.
Es la respuesta de la sociedad a eso.
Por lo tanto, especialistas insisten en que debemos pensar cómo podemos apoyar mejor a las niñas y sus familias, y como dice Roberts, “impugnar las culturas sexistas que pueden convertir la pubertad en una experiencia perturbadora”.
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