El trabajo de Melissa Lehan como tutora privada la ha llevado a algunos lugares fantásticos.
Trabajó en Bermudas durante un par de años, luego en Canadá. También en el sur de Francia, en Bahamas y en Toscana, Italia.
En este momento trabaja en el campo en Luxemburgo, ganando un salario anual de seis cifras.
Lehan, graduada de la universidad de Oxford (Reino Unido) y maestra calificada de 36 años, trabaja como profesora privada para niños.
Lo ha estado haciendo durante 10 años. Sus clientes son generalmente padres adinerados que, por diversas razones, no están contentos con las escuelas locales y desean una mejor educación para sus hijos.
Ella ama su trabajo, que tiene grandes ventajas como el alojamiento pagado y los viajes.
Pero cuando le preguntas por qué, no son los lugares exóticos ni la vez que impartió clases encima de un yate privado lo que destaca.
En cambio, habla sobre las relaciones que desarrolla con sus alumnos y la libertad para impulsar un plan de estudios que mezcla las materias de una manera útil para sus estudiantes.
“Hacer clic y ayudar a ese niño -conocerlo tan bien que sabes lo que aprenderá y cómo ayudarlo- es lo que me motiva”, asegura.
Superprofesores
A nivel mundial, la industria de la enseñanza privada está en auge.
Según los pronósticos, tendrá un valor de US$227.000 millones para 2022, gracias al crecimiento en Asia y el desarrollo de la enseñanza online, a través de distintas empresas que conectan a estudiantes con tutores de todo el mundo.
En gran medida esta industria no está regulada y hay todo tipo de proveedores: autónomos, escuelas de cursos intensivos, grandes cadenas, servicios en línea, agencias “a medida” y más.
Y en la cima se encuentra una pequeña cantidad de personas muy bien pagadas para quienes la frase “superprofesor” significa cosas ligeramente distintas.
Existen los tutores privados a tiempo completo -como lo ejemplifica Lehan-, que en muchos casos son utilizados por padres adinerados que trabajan en el extranjero y quieren que sus hijos ingresen a las mejores escuelas y universidades de Estados Unidos o Reino Unido.
En Asia oriental, a menudo la frase se refiere a un experto en una materia en particular que enseña a grupos.
Un ejemplo destacado es el de Lam Yat-yan, un tutor de idioma chino de Hong Kong que rechazó una oferta de trabajo de US$11 millones de un grupo de tutoría rival en 2015.
En Estados Unidos, donde en 2017 más de 3.7 millones de estudiantes tomaron los exámenes SAT o ACT de admisión a la universidad, ser un “superprofesor” significa ser un especialista en preparación para exámenes en una tarifa por hora que dejaría a cualquiera con la boca abierta.
Pero más allá de su sueldo, ¿qué convierte a los tutores de alto nivel en lo que son? ¿Qué tipo de habilidades tienen, por qué lo hacen y cuánto esfuerzo han puesto en llegar a donde están?
En el caso de Lehan, “superprofesor” no es un término en el que esté particularmente interesada.
Ella dice que gramouriza una profesión que en su opinión no es correctamente comprendida.
“Al final del día lo que soy es una maestra”, dice ella. Y -asegura- una muy trabajadora.
La mayoría de los maestros de secundaria se especializan en una o dos asignaturas, pero Lehan ha enseñado a niños en todo el conjunto de GCSE, los exámenes nacionales que los adolescentes británicos toman a los 16 años.
Se graduó en idiomas y le encantan las matemáticas, pero desde el principio dominar las ciencias representó un desafío.
“Para mí la química era la única cosa en la que tenía que trabajar mucho más”, dice ella.
“Y luego, obviamente, pasas tiempo revisando todos los contenidos, todos los esquemas de calificación, asegurándote de que sabes los pequeños trucos”, cuenta.
La planificación y la preparación también toman tiempo.
“Una tiene que asegurarse de que (el plan de clases)esté funcionando para ese alumno en específico“, agrega.
Para Anthony Fok, sacrificar el tiempo con la familia y los amigos es parte del trabajo. Él es tutor en Singapur, donde el 70% de los padres inscriben a sus hijos en clases extracurriculares.
Fok, de 35 años, ofrece clases grupales para estudiantes que se preparan en Economía con el fin de ingresar a universidades locales y extranjeras.
Ha sido catalogado como uno de los “superprofesores” entre un pequeño pero creciente grupo de Singapur.
Su negocio genera más de US$726.000 al año.
Fok cobra a los estudiantes US$305 por cuatro lecciones de 90 minutos, tarifas que, según él, están a la par de otros tutores del país o “tal vez un poquito por encima”.
Sus clases están ya ocupadas: los padres reservan con tres años de anticipación u ofrecen un pago de dos años por adelantado para garantizarles a sus hijos un lugar.
En un mercado competitivo, Fok se ha forjado su nicho al perfeccionar su experiencia.
Comenzó la tutoría mientras estudiaba en la universidad, luego pasó cinco años como maestro de escuela antes de abrir su propio negocio en 2012.
En los enormes mercados de matrícula de Hong Kong y Corea del Sur, los tutores “estrella” dependen de un gran número de estudiantes. Muchos de ellos enseñan en línea o transmiten conferencias en vivo para aumentar su alcance.
Pero Fok dice que no quiere comprometer la calidad de su enseñanza haciendo esto. Y piensa que aquellos que entran a esta industria solo por el dinero, terminan fallando.
“Los tutores deben ser genuinamente apasionados de la enseñanza y hacer un esfuerzo al 100% para ayudar a sus estudiantes a mejorar”, dice.
“No prometas demasiado si no puedes cumplir”.
Mientras tanto, en California otro tutor privado llamado Matthew Larriva gana US$600 por hora cuando imparte clases a un solo estudiante para los exámenes SAT o ACT, una serie de pruebas estandarizadas utilizados por las universidades de Estados Unidos.
Larriva comenzó a trabajar en este campo en 2011, cuando abrió su propia agencia de preparación para exámenes.
Actualmente acepta solo uno o dos estudiantes a la vez.
“Lo que logro, y la razón por la que creo que están dispuestos a pagar más, son resultados a largo plazo“, dice.
Algunas personas, asegura, asumen que uno está recaudando más de un millón de dólares al año, pero no ven el tiempo que se pasa trabajando detrás de escena.
“Es un trabajo agotador que lo mismo puede ser de noche, los fines de semana o los días festivos”.
En cuanto al concepto de “superprofesor”, Larriva dice que no le importa que las personas obtengan publicidad siempre que sus resultados se correspondan con su marketing.
Su mayor preocupación, dice, es que no hay una calificación estandarizada para ser tutor en Estados Unidos.
Según su testimonio muchos se promocionan como tutores de preparación para exámenes, pero a veces no está claro lo que sus estudiantes están logrando.
Le gustaría que las empresas pudieran publicar los resultados de los estudiantes, para dar a los padres más transparencia.
Adam Caller tiene una opinión similar a la de Larriva.
Caller es el fundador de Tutors International, con sede en Londres, que proporciona tutores a tiempo completo (incluida Lehan) a familias ricas.
Actualmente tiene varios puestos con salarios de seis cifras para clientes en Estados Unidos, Bermudas, Luxemburgo y Hong Kong.
Solo contrata maestros calificados (a menos que el cliente solicite lo contrario) y sus funciones pueden incluir requisitos específicos: idiomas adicionales, música o deportes, experiencia con niños con problemas o dificultades de aprendizaje.
Para Melissa Lehan, lo más gratificante de su trabajo son los estudiantes con malas calificaciones que son suspendidos de sus escuelas y, luego de sus clases, sobresalen en exámenes como el GCSE.
Mateo Larriva está de acuerdo.
“Sí, el trabajo es a veces glamoroso: ver a un multimillonarios preparándote cafés, ser invitado a una cena familiar con un congresista”.
“Pero más atractivo que el glamour es el privilegio de entrar en la vida de alguien, desde este rol único. Conocer una familia y lograr que confíen una gran parte del futuro de sus hijos en ti”.
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