"Masquerade" (Mascarada), del artista Kit Williams, fue un libro que causó furor cuando apareció en 1979.
El libro, que vendió más de un millón de copias, lo formaban pinturas que escondía claves que revelaban un verdadero tesoro: una liebre dorada de 18 quilates.
Provocó una búsqueda del tesoro masiva que incluso se extendió a otros países.
Cuarenta años después, “Masquerade” sigue teniendo una legión de fanáticos que mantienen su pasión por el libro y los recuerdos del frenesí que causó su publicación en 1979.
Los lectores eran adictos y los cazadores de tesoros eran impulsados tanto por el objetivo de ser los primeros en resolver el enigma como por el valor de la liebre incrustada con joyas.
Innumerables jardines fueron desenterrados y algunos propietarios colocaron carteles advirtiendo a los cazadores que no pasaran. El libro fue incluso citado en procedimientos de divorcio.
Pero cuando la liebre dorada finalmente fue desenterrada tres años después, en un parque en el condado de Bedfordshire, la historia no terminó ahí.
El escándalo detrás de su descubrimiento sorprendió a los fanáticos de todo el mundo y convirtió a Williams en un solitario.
“Masquerade” cuenta la historia de Jack Hare (Jack Liebre), quien pierde una joya que le ha sido encomendada para entregar de la Luna al Sol.
La joya real parecía salida de un cuento de hadas. Había sido creada a mano por el propio Williams y tenía incrustaciones de rubí, nácar y piedras de luna.
Su valor en ese entonces se estimaba en 5.000 libras esterlinas (hoy unos US$32.000). Sin embargo, terminaría valiendo mucho más.
La liebre dorada atrajo la imaginación de millones de personas, pero durante casi tres años solo dos hombres supieron dónde estaba escondida: Williams y el presentador de televisión Bamber Gascoigne.
Gascoigne había sido elegido como testigo por el editor del libro, Tom Maschler, para acompañar a Williams a enterrar el tesoro una noche de agosto de 1979.
En un lugar específico de un parque, Williams y su famoso testigo enterraron la liebre, que se selló con cera y se colocó en una caja de cerámica para evadir los detectores de metales.
Sobre la caja se grabó la frase: “Soy el guardián de la joya de la Mascarada, que está esperando a salvo dentro de mí para ti… o la eternidad”.
El lugar había sido seleccionado por Williams años antes, mientras estaba de picnic con su novia de entonces, y el lector perceptivo sería llevado hasta allí si lograba descifrar las pistas complejas en las pinturas.
Pero las detalladas ilustraciones permitían tantas interpretaciones y teorías como la cantidad que había de fanáticos.
El libro fue un éxito instantáneo y los lectores de todo el mundo se apresuraron a resolver el misterio.
Una aerolínea incluso vendió pasajes transatlánticos de “Masquerade”, que incluían una pala gratis a la llegada.
“La primera edición se agotó en dos días o algo así”, recordó Williams en el documental de BBC Four “El hombre detrás de la Mascarada”.
“Se reimprimieron tan rápido. En cierto modo, se convirtió en una sensación que se vendieran tan rápido”.
Williams, hasta entonces un artista poco conocido, de pronto se encontró en el centro de la atención pública.
Se embarcó en una gira publicitaria por Estados Unidos, apareció en programas de entrevistas en Reino Unido y fue inundado con solicitudes de fanáticos desesperados por obtener ayuda.
Pronto, más de 200 cartas empezaron a llegar a su casa diariamente y Williams tenía que leer cada una.
“No estaba preparado”, recordó. “Realmente todo se me salió de las manos muy rápido“.
El artista recibió todo tipo de correos, incluso algunos perturbadores como manos de goma cortadas.
Para protegerlo, los vecinos de Williams en su aldea del condado de Gloucestershire comenzaron a negar cualquier conocimiento de él a los curiosos fanáticos.
Entre todas las pistas de los cuadros, solo una teoría conducía a la solución correcta y al premio dorado.
Para completar el rompecabezas había que dibujar una línea desde el ojo de cada uno de los animales en las 15 pinturas, a través de la mano o la pata hasta una letra en el borde.
Esto revelaba una palabra o frase que, juntas, formaban la clave crucial:
“El dedo largo/de Catalina/hace sombra/sobre tierra/enterrado/amuleto/amarillo/mediodía/apunta/la/hora/bajo/la luz del equinoccio/busca tú”.
Las primeras letras, en inglés, de cada pista también deletreaban las palabras: “Cerca de Ampthill”.
Eso le daba a los lectores su último y esencial indicio hacia la ciudad de ese nombre en Bedfordshire, cerca de donde Williams había vivido años antes.
Él escondió el tesoro cerca de un monumento dedicado a Catalina de Aragón, llamado Catherine’s Cross (La cruz de Catalina), justo en el lugar donde la cruz daba sombra durante el equinoccio de primavera y otoño.
Los maestros de física Mike Barker y John Rousseau tardaron casi tres años en descifrar el código, pero para cuando lo lograron el tesoro los había eludido.
A principios de 1982, Barker y Rousseau habían llegado a lo que Gascoigne más tarde llamó “la solución más perfecta” para el rompecabezas.
Habían logrado avanzar con la ayuda de una pista adicional publicada en el diario Sunday Times que sugería que los dedos de las manos y los pies podrían ser la clave del rompecabezas.
Al recordar la introducción al libro -“Para resolver el enigma oculto, debes usar tus ojos”- se dieron cuenta de que una línea recta dibujada desde el ojo de cada animal, a través de su pata, señalaba una letra en el borde. Juntas, estas letras deletrean una palabra.
Llegaron a descifrar la frase “Cerca de Ampthill”, encontraron el parque e identificaron el monumento.
En enero de 1982, Barker visitó el parque para excavar en busca de su tesoro pero, sin los instrumentos precisos para calcular su lugar exacto, regresó con las manos vacías.
Pero cuando los dos hombres decidieron esperar hasta el equinoccio de marzo para desenterrar su premio, se encontraron con que alguien les había ganado de mano.
El hombre que halló la liebre de oro dijo ser un solitario buscador de tesoros llamado Ken Thomas, quien rechazó la publicidad que vino con resolver un misterio que había cautivado a todos.
Thomas fue filmado junto a Williams cuando liberó a la liebre del estuche de cera, pero luego insistió en cubrirse la cara con una bufanda y solo aceptó ser entrevistado desde detrás de una pantalla. Se negó a exhibir su tesoro.
Pero los fanáticos de “Masquerade” comenzaron a sospechar de Thomas y, más tarde, de Williams, y algunos incluso sugirieron que había conspirado para engañarlos.
Después de años de buscar pistas ocultas, algunos incluso resaltaron que un anagrama de Kit Williams decía, en inglés: “Lo enmascararé”.
Sin embargo, el artista compartió sus dudas sobre Thomas, al darse cuenta de que no había resuelto el enigma siguiendo sus pistas, sino que había descubierto la ubicación del tesoro por otros medios.
No fue hasta 1988 que un periódico finalmente descubrió el vínculo entre Thomas, que terminó siendo un seudónimo y la exnovia de Williams, quien había recordado la visita que ambos hicieron a Ampthill años antes.
Cuando la compañía del supuesto Thomas, Haresoft, colapsó, se vio obligado a vender la liebre en una subasta para recaudar dinero.
Eso llevó al reportero Frank Branston a investigar la compañía, cuyo director se llamaba Dugald Thompson, no Ken Thomas.
Thompson había sido socio de un hombre llamado John Guard que, en el momento del descubrimiento, vivía con la exnovia de Williams.
Hablando más tarde con el diario Sunday Times, Williams dijo que se sentía “engañado”.
La liebre se vendió en subasta por £31.900 de ese entonces y pasó a manos privadas, desapareciendo de la vista pública durante más de 20 años.
Williams, el hombre cuya imaginación había engendrado el fenómeno, hizo lo mismo.
Se había desilusionado al ver que su reputación artística se reducía a la de un fabricante de rompecabezas y que había visto corrompida su creación.
“Al principio estaba muy agradecido conmigo por haber fomentado esta criatura”, dijo su editor Tom Maschler a BBC Four.
“Pero luego por momentos estuvo bastante resentido, porque yo había destruido su pacífica vida. Y tiene razón, lo hice”.
Williams nunca dejó de pintar, pero solo presentó muestras privadas a las que se invitó a compradores selectos.
No fue hasta 2009, cuando su obra más famosa se acercaba a su 30 aniversario, que volvió a la vida pública con una exposición de algunas de sus 300 obras más recientes.
Después de alejarse del centro de atención durante muchos años, Williams aceptó participar en un programa de BBC Radio 4 para marcar el hito de “Masquerade”.
El actual propietario de la liebre dorada -que en ese momento residía en Medio Oriente- escuchó la transmisión y se ofreció a exhibir el tesoro en la exposición de Williams.
La reunificación del artista con su creación fue filmada por la BBC en “El hombre detrás de la Mascarada”.
Williams confesó que estaba abrumado por ver nuevamente su creación juvenil y se mantuvo orgulloso de lo que llamó “una pieza de aprendiz”.
“Cuando lo hice pensé: ‘Esto es algo bastante especial’, y así resultó“.
Aunque el misterio ya esté resuelto y el tesoro ya haya sido encontrado, la fascinación que genera “Masquerade” perdura.
Para sus fanáticos, Ampthill se ha convertido en un lugar de peregrinación y sigue habiendo un gran interés en el libro en esa ciudad.
Masquerade40, una serie de eventos lanzados en el equinoccio, se realizará durante todo el año en Ampthill para celebrar el aniversario, e incluye caminatas y eventos artesanales en el lugar de enterramiento.
Stephen Hartley, de Masquerade40, dijo que el libro de Williams ya forma parte de la historia de la ciudad.
“Aún vive y se ha convertido en parte del folclore local. La biblioteca de Ampthill tiene su veleta como una liebre, y hay arte público que incorpora las liebres”, señaló.
“Las personas más jóvenes en la ciudad saben sobre la liebre (de oro), pero de forma limitada”.
“Masquerade40 la introducirá a una nueva generación”.