"Ya no puedo recordar cómo era cuando era un hombre. Han pasado un par de años y todo se ha normalizado".
May, de 17 años, comparte vestidor con Charlotte. Las dos escogen un mono verde y floral. Ambas están de acuerdo en que es lindo.
A May le resulta difícil acordarse del tiempo que pasó con un padre varón, no porque sea algo doloroso, sino porque los recuerdos se han desvanecido y todo lo que le viene a la memoria es Charlotte tal y como la conoce hoy.
Hace seis años, May abrió la puerta del dormitorio de sus padres y vio algo que le cambió la vida.
“Recuerdo entrar a la habitación y ver a mi madre ayudar a Charlotte a maquillarse por primera vez. Estaba confundida. Me dije, ¿qué está pasando? No es normal que un hombre se maquille. No sabía muy bien qué significaba el término transgénero. Yo tenía unos 12 años o algo así por aquel entonces”.
Charlotte es alegre y ruidosa. Tiene tatuajes llamativos en el pecho, las manos y el cuello. Destaca entre la multitud. Es cariñosa y da la impresión de que se siente cómoda siendo el centro de atención. Pero esto no siempre ha sido así, cuenta Joe, de 14 años.
Describe un viaje que, a veces, ha sido extremadamente difícil para todos ellos, un viaje que comenzó con Charlotte siendo muy consciente de cómo reaccionaría el mundo ante su nueva identidad.
“Oír o ver que la gente estaba hablando de ella la desanimaba enormemente. Llegaba al punto de no querer salir de casa en una semana. Le afectaba mucho”.
“Es realmente molesto. ¿Por qué tienes que hablar sobre ella y decir cosas? Solo déjala en paz”, dice indignado Joe.
La resistencia de los niños a este tipo de comportamiento es sobrecogedora, pero se ve ensombrecida por la comprensión y la ternura que toda la familia ha mostrado a Charlotte desde el principio, especialmente Agnieszka, quien apoyó a su marido cuando se convirtió en su esposa.
La pareja se conoció en Alemania mientras ambos trabajaban para un sello discográfico.
Se ríen mientras me dicen esto, pero originalmente no se llevaban bien. Sus manos tatuadas se tocan y escucho cómo se enamoraron en el momento en que se conocieron fuera del trabajo.
Después de 15 años de matrimonio, un traslado al extranjero, tres hijos y una transición de género, su amor aún es fuerte.
“Tuve que tomarme un par de días para recapacitar y entonces dije ‘bueno, está atrapada en un cuerpo que no quiere‘. Es como llorar porque la persona que estuvo contigo durante muchos años ya no está y después llega una nueva”.
Fue reconfortante escuchar que los niños nunca sufrieron la intimidación de sus compañeros. También fue conmovedor escuchar a Joe decir que le gusta que su situación familiar sea diferente.
“Somos muy afortunados. La mayoría de las familias transexuales no funcionan y la persona que se convierte acaba por vivir sola, pero mi madre siempre ha apoyado mucho a Charlotte, siempre la ha ayudado y siempre le dice que se ve bien”.
La puerta principal se abre y, en fila, la familia toma un par de patines, una patineta y una bolsa y se dirige al carro. El día está gris y nublado, pero el grupo se dirige a la ciudad costera de Saltburn, en Inglaterra, para patinar por el paseo marítimo.
“Hacemos muchas cosas juntos. Intentamos que la vida de los niños sea una gran aventura. Como familia estamos muy unidos y pasamos las 24 horas del día juntos, siete días a la semana”, cuenta Charlotte.
Pero no siempre todo han sido juegos y diversión. Charlotte recuerda la transición como algo “traumático para la familia“, pero está claro que han superado los obstáculos, y en opinión de May, son buenos haciendo eso.
“Pasar de ser una persona deprimida que no quería salir de casa a ser alguien que quiere que la vean, es increíble. Es el tipo de persona que quiere compartir todo y expande su positivismo con el mundo, tratando de hacer felices a todos”.
“Estoy muy orgullosa de lo que ha hecho y de cómo se ha convertido en una mujer increíble”, reconoce a Charlotte la mayor de sus hijas.