Mike Davies, de 60 años, pasó 70 días en cuidados intensivos por una meningitis meningocócica y septicemia.
Durante este período, se dio cuenta de que sus manos y sus pies estaban “muertos” y que se recuperaría mejor sin ellos.
Ahora dice que se encuentra bien y que incluso puede “sostener un vaso de cerveza”.
Con la ayuda de manos y piernas prostéticas, Davis puede conducir un auto especialmente adaptado y aseguró estar viviendo una vida plena.
“Mi mensaje para quienes sufran de amputaciones es que jamás se den por vencidos”, declaró.
Contrajo la enfermedad la Nochebuena de 2017, cuando empezó a sentirse cada vez “más frío y más frío”.
“El meterme en la cama no ayudó. Me veía como un fantasma con labios azules”, explicó.
Su familia insistió en que se internara en el hospital local Royal Sussex.
A primeras horas del 25 de diciembre, los médicos le comunicaron a su esposa Julie y su hijo Rory que probablemente no sobreviviría.
Síntomas de meningitis meningocócica
Katia Abarca, pediatra e infectóloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explicó a la cadena CNN los tres síntomas importantes en los que hay que fijarse.
“Fiebre alta, dolor de cabeza y vómitos… vómitos explosivos”, dijo la doctora Abarca en referencia a un brote de la enfermedad en Chile, en 2012.
“La persona está muy decaída y puede inclusive haber compromiso de consciencia, como tender a quedarse dormido”, continuó.
“Nosotros los médicos buscamos la rigidez de la nuca, porque todo está tan inflamado que el movimiento hace que duela”.
“Cuando me tomaron de la mano no podía sentirlos. Mis manos y mis pies se estaban muriendo”, explicó Davies.
Después de pasar 10 semanas en el hospital “al borde de la supervivencia”, se dio cuenta de que sus extremidades tendrían que desaparecer.
“Empecé a ansiar que me amputaran mis manos y piernas”, reconoció.
“Me habían suministrado muchos fármacos y acepté mentalmente que tenían que desaparecer para que yo pudiera recuperarme completamente”, dijo.
Después de las amputación, pasó dos meses y medio en el hospital universitario Queen Mary, en Roehampton, aprendiendo a caminar con piernas prostéticas.
Desde entonces, ha podido “caminar cinco kilómetros”, puede alimentarse solo, usando cubiertos abrochados a los brazos y hasta puede “sostener un vaso de cerveza”.
“Me siento mentalmente muy positivo sobre los obstáculos que todavía tengo que vencer”.
“El apoyo de otra gente ha sido clave. Soy un hombre afortunado”, concluyó.