Luis Scola, Oberto, Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Pepe Sánchez, entre otros miembros de la Generación Dorada, no se perdieron la fiesta.
Manu Ginóbili y su camiseta número 20 ya cuelga del techo del AT&T Center de San Antonio y con él, las incontables gestas de un jugador único en una noche única entre un millón de lágrimas, felicidad desatada y emociones desbordadas en una de las noches más especiales de la historia del deporte argentino.
El nombre del albiceleste descansa ya al lado del de leyendas como Tim Duncan o David Robinson. Ginóbili y ocho más, para siempre, en el Olimpo de los Spurs.
Ahora, para honrarle, habrá que mirar hacia arriba, donde reposan los mitos. Habrá que observar hacia el cielo donde su ejemplo se ha convertido casi en una religión en su país.
Cuatro anillos, un oro olímpico, una Euroliga… un palmarés lleno de títulos que, sin embargo, se queda corto a la hora de reflejar su importancia en la liga estadounidense y en el deporte argentino.
“Voy a ser muy poco objetivo: para mí es el (deportista argentino) más completo de todos”, lo elogió su excompañero Fabricio Oberto, con el que ganó la medalla de oro en Atenas-2004 y el anillo de la NBA en 2007.
“Sos un gran embajador, de la Argentina y de todos los argentinos. Llevás nuestra bandera en alto a cada lugar al que te toca ir. Eso es más que un símbolo. Son nuestros valores, el compañerismo, el respeto y sobre todo la cultura del trabajo y del esfuerzo (…) Te queremos y admiramos”, dijo a través de un mensaje el presidente argentino Mauricio Macri.
Para una velada tan especial, San Antonio se tiñó de blanco y celeste. Cientos de argentinos invadieron la ciudad texana, llegando incluso a desembolsar miles de dólares para acompañar a su ídolo.
Junto a las banderas y remeras de su país, un mensaje que se hizo viral y dio la vuelta al mundo: #GraciasManu.
Gracias por su trayectoria, por la humildad de dejar a un lado su ego por el bien del colectivo, por ser irrepetible.
“Es un ser humano muy especial, dentro y fuera de la pista (…) Es uno de los competidores más feroces en haber jugado nunca a este deporte. Lo hizo a un gran nivel, logró muchos éxitos, lo hizo con clase, era un gran compañero, era amado… No sé qué más puede hacer un atleta. Él lo ha hecho todo”, señaló su exentrenador Gregg Popovich.
En cada asiento, un cartel: “Gracias Manu”. En cada silla, un paquete de pañuelos desechables: “Sometimes you need tissues to say gracias” (A veces necesitas pañuelos para decir gracias). Cuando las palabras sobran.
Y así, los Spurs ganaron 116-110 a los Cleveland Cavaliers, se apagaron las luces y se encendieron los corazones.
Luis Scola, Oberto, Andrés Nocioni, Pablo Prigioni y Pepe Sánchez, entre otros miembros de la Generación Dorada, no se perdieron la fiesta. “Uno de los mejores equipos que he visto en mi vida”, según Popovich. “Qué lindo fue jugar con ustedes, qué placer”, reconoció más tarde el protagonista.
Veinticinco eternos minutos separaron el final del choque con el principio de la ceremonia. 25 minutos en los que no se movió ni un alma, en los que todos y cada uno celebraron a su ídolo a través de varios vídeos de sus mejores momentos en las pantallas.
Hasta que apareció él. Como el novio que llega a su propia boda. Con miles de invitados deseando mostrar sus respetos.
“Manu era Leo Messi con una pelota de básquetbol”, empezó el mítico Sean Elliot, cuyo número 32 luce al lado del 20 de Ginóbili.
“Eras único. Nadie ha sido como tú en la historia de este deporte”, prosiguió por su parte el base francés Tony Parker con quien, junto a Duncan, formó el Big Three más exitoso de la historia del básquet.
A la izquierda, lágrimas. Hombres, mujeres y niños. A la derecha, también. Emoción incontenible. Talento incorregible. Y entonces habló Duncan, el jugador más importante de la historia de la franquicia texana.
“Era tan divertido jugar a tu lado… Eras todo genio: veías todo antes que el resto, hacías cosas que nadie hacía… Eras increíble. Felicidades”. Y así se cerró el círculo. Ya solo quedaba él.
El público estalló con los tradiciones “olé, olé olé olé, Manu… Manu…”
“Esto no se suponía que iba a pasarme a mí (…) Estoy muy agradecido. Querría ir hacia cada uno de vosotros y estrecharos la mano. He tenido mucha suerte durante toda mi vida”, declaró el de Bahía Blanca.
De #GraciasManu a que Manu diera las gracias.
“He tenido unas cartas increíbles, solo las he jugado de la manera correcta”, sentenció.
Con un tono firme y sin dudas, con el carisma que le caracteriza, fue acordándose una a una de las personas que le acompañaron a través de su carrera. Hasta que, al hablar de sus padres, se le quebró la voz. También cuando se refirió a su mujer. Naturalidad. Sensibilidad. Cercanía.
“Significas tanto para mí que ni siquiera lo sabes. Aprendí tanto de ti… Siempre te estaré agradecido… Muchísimas gracias, sin ti no estaría aquí”.
El mundo lo abrazó por ser uno de los suyos. Ahora, su nombre y su número son eternos. Y es que, desde este jueves, existe el lugar donde peregrinar para honrarle.
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