El presidente boliviano Evo Morales se prepara para estrenar una nueva casa de gobierno en reemplazo del decimonónico Palacio Quemado, bajo un marcado simbolismo político y en medio de ácidas críticas por el millonario costo del edificio de 120 metros de altura.
A espaldas de la antigua casa presidencial fue levantada, en la plaza de Armas, la mole de 29 pisos, construida a un costo oficial de 34,4 millones de dólares, aunque la prensa local estima que superaría los 40 millones más gastos de equipamiento.
El viejo palacio está en el lugar donde los españoles instalaron el primer Cabildo en La Paz. Tras la independencia de Bolivia en 1825, pasó a ser el despacho presidencial. En 1875, durante una revuelta contra el presidente Tomás Frías, fue saqueado e incendiado por lo que se le dio el nombre de “Palacio Quemado”.
La principal crítica a la nueva edificación apunta a que rompe la estética de la zona patrimonial del casco viejo paceño, donde se alzan casonas de estilo colonial. La norma municipal prohíbe edificaciones elevadas, un impedimento que Morales pasó por alto con leyes aprobadas por el Parlamento, controlado por su partido.
La construcción, visible desde casi todos los ángulos de la ciudad, incluye tres sótanos y un helipuerto en la azotea. El gobierno ha dispuesto, cuando cae la noche, el despliegue de luces multicolores en los últimos pisos.
Internamente, según ha trascendido en la prensa, contará con muchas comodidades: oficinas para la vicepresidencia y algunos ministerios, salas de reuniones y varios auditorios con capacidad de más de mil personas para conferencias y presentaciones.
Dispone de siete ascensores de última generación, de los cuales uno será de uso exclusivo del presidente. La planta 13 se destinará a las reuniones del gabinete.
Dos pisos están reservados para el uso exclusivo del jefe de Estado. En la planta 23 está el área de trabajo del mandatario con un despacho, más dos oficinas y tres salas de reuniones, llamadas Illimani, Lago Titicaca y Salar de Uyuni, en honor a tres destinos naturales del país.
En la planta 24 se halla una suite presidencial de 1.068 metros cuadrados, según planos revelados tiempo atrás por el diario Página Siete. Incluiría sauna, jacuzzi, sala de masajes, sala de lectura y un gimnasio.
El oficialismo ha bautizado al edificio como la “Casa Grande del Pueblo”. Insiste que será el lugar de los sectores de la población que encumbraron en 2006 a Morales al poder: indígenas, campesinos, trabajadores y ciudadanos pobres.
El gobierno buscó que el nuevo palacio fuera visiblemente el más alto de la ciudad, como símbolo de 12 años en el poder del líder indígena. De discurso izquierdista y antiestadounidense, el gobierno de Evo busca desmontar en el imaginario colectivo al país construido por la élite local, a la que acusa de expoliar la riqueza.
El simbolismo es evidente: “Dejaremos una infraestructura sólida, un legado para los hijos de nuestros hijos, una infraestructura solvente, de un país fuerte, sólido, frente a un estado colonial” anterior a Morales, señaló el influyente diputado oficialista Franklin Flores el lunes.
Hace un año, cuando se debatía el significado de la obra, el vicepresidente Álvaro García declaró: “Cada revolución que transforma las condiciones de vida de un país deja un conjunto de símbolos duraderos que reflejan los nuevos espacios de democratización”.
La carga subjetiva que le impone el oficialismo es tal, que la inauguración había sido fijada para el 21 de junio, en coincidencia con el Año Nuevo Aymara, que es feriado nacional desde hace unos años por decreto de Morales. Sin embargo, el gobierno anunció el lunes que la obra está en “fase de recepción provisional”, por lo que no habrá ninguna ceremonia este jueves.
Además advirtió que, aparte de la Presidencia, “ninguna otra instancia ni persona está autorizada para proporcionar de manera oficiosa información” sobre la inauguración de “la Casa Grande del Pueblo”.
El acaudalado empresario y líder opositor Samuel Doria Medina ha criticado el “derroche” y ha propuesto convertir el nuevo Palacio en un hospital oncológico, que asegura es de urgente necesidad en Bolivia.
El flamante cardenal boliviano Toribio Ticona también se sumó al coro de críticas, al considerar que el “Palacio de Evo” es muy lujoso.
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