El año pasado la NASA informó que el tamaño del agujero en septiembre había sido el más pequeño desde 1988, con una extensión máxima de 19.6 millones de kilómetros cuadrados.
El agujero en la capa de ozono se detectó en 1985, a finales del invierno en el hemisferio Sur, cuando el reflejo de la luz del sol implicó reacciones que incluían formas químicas activas de cloro y bromo creadas por el ser humano, y que acaban con el ozono.
Hace 30 años, la importancia de la capa de ozono llevó a que la comunidad internacional firmara el Protocolo de Montreal sobre las Sustancias Dañinas para la Capa de Ozono con objeto de regular este tipo de compuestos.
Se espera que para el año 2070 el agujero haya recuperado los niveles de 1980, ya que se prevé que los clorofluorocarbonos continúen decreciendo.
El ozono actúa como un elemento esencial en la atmósfera, una capa protectora natural a altas altitudes ante las radiaciones ultravioletas dañinas para los humanos y las plantas.