FUERA DE LA CAJA

Muerta la universidad, que viva la universidad

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¡Qué fascinante es la vida de los que encuentran su propósito en la educación! No me refiero a los que se sumergen en libros esforzándose por convertirse en sabelotodos, sino en aquellos que se interesan por encontrar mecanismos, herramientas y estrategias que nos permitan desarrollar nuestro potencial.

' No celebro la muerte de la academia tradicional, celebro su replanteamiento, su evolución.

Julio Zelaya

He encontrado docentes así, comprometidos con el desarrollo de mis competencias, pero sinceramente han sido pocos. Durante mis años de estudio de licenciatura, maestría, doctorado, etc., mi experiencia fue recibir clases frente a un pizarrón, leer toneladas de libros y rendir exámenes. Así ha sucedido por generaciones. Todavía recuerdo a los catedráticos que orgullosos de sí mismos, nos daban la bienvenida: “De una vez les digo que este curso solo lo gana el 5% de la clase”. De esa forma anticipaban el fracaso del 85% de quienes nos acercábamos a ellos para que nos compartieran sus saberes, experiencias y herramientas; todo eso que a ellos les había funcionado para convertirse en expertos en el tema.

¡Qué decepción sentías cuando te dabas cuenta de que el catedrático se había dedicado toda su vida a dar clases y que tenía cero experiencia en el área que pretendía enseñar! Su mejor habilidad era abrir un libro, pedirnos que lo leyéramos y lo comentáramos. Cuando se ponía sofisticado (o no tenía ganas de dar clase), nos asignaba un tema para que lo expusiéramos en grupo. Luego, nos pedía que todos nos compartiéramos las presentaciones de las que sacaba las preguntas del examen. ¡Fiasco total!

Pero el panorama va cambiando. ¡Gracias a Dios! Aunque la educación, especialmente la educación superior, continúa siendo un privilegio de pocos, la tecnología también está cerrando esa brecha.

Me parece que finalmente, los sistemas educativos están evolucionando. La universidad tradicional agoniza rodeada y asistida en sus últimos resuellos por quienes se aferran a la cátedra magistral. Al tiempo de esa muerte lenta, ha nacido y madura un nuevo modelo de universidad, luego de décadas de machacar que en el proceso de aprendizaje el alumno es el protagonista, que lo importante es brindarle oportunidades para que desarrolle su talento, sus competencias, habilidades y destrezas.

Esta (antitradicional) universidad ofrece aprendizaje experiencial a los estudiantes, acompañados por mentores expertos que no solo conocen los temas teóricamente sino que han desarrollado modelos propios a fuerza de fracasos y éxitos reales.

De eso se trata la educación, de descubrir el mundo, explorarlo y conquistarlo. Porque a caminar se aprende caminando, no leyendo cómo se camina. Si quieres aprender a nadar, debes tirarte al agua, donde te espera alguien que te ayudará a flotar, a bracear y patalear para avanzar, hasta que te conviertas en un experto capaz de nadar en diferentes estilos y buscar el océano porque esa piscina donde aprendiste ya te quedó pequeña.

No celebro la muerte de la academia tradicional, celebro su replanteamiento, su evolución de la mano de inquietos y apasionados empresarios con espíritu de educadores que se están atreviendo a invertir en modelos disruptivos de formación superior que abren las puertas de la experiencia práctica, que convierten conceptos en estrategias aplicables para compartirlas con quienes desean subir de nivel, aprender más, conocer más y lograr más.

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