Al principio, Hamilton, de 66 años, pensó que un árbol había caído sobre su casa. Pero no, todos los árboles seguían allí. Llamó al 911 y, mientras hablaba con un operador, se dio cuenta de que había un gran objeto de color gris carbón entre sus dos almohadas floreadas.
“Dios mío”, recuerda que le dijo al operador, “hay una roca en mi cama”.
Era un meteorito, según se enteraría más tarde.
La roca de 1,27 kilos, del tamaño del puño de un hombre corpulento, pasó rozando la cabeza de Hamilton, dejándole “restos de yeso por toda la cara”, dijo. Su encuentro cercano la noche del 3 de octubre la dejó aturdida, pero cautivó a internet y dio a los científicos una oportunidad inusual de estudiar una roca espacial que se había estrellado contra la Tierra.
“Es que parece surrealista”, dijo Hamilton en una entrevista el miércoles. “Luego entro y miro en la habitación y, sí, todavía hay un agujero en el techo. Síp, eso pasó”.
Los meteoroides se dirigen hacia la Tierra cada hora de cada día. Cuando son lo suficientemente grandes, sobreviven al viaje a través de la atmósfera terrestre y aterrizan, se convierten en meteoritos. La gente los colecciona. Otros acaban en museos. Algunos se venden en eBay. En febrero, Christie’s celebró una subasta récord de meteoritos raros, en la que se recaudaron más de cuatro millones de dólares.
La noche en que el meteorito se estrelló contra el letargo de Hamilton en Golden, una ciudad de 3700 habitantes situada a unos 700 kilómetros al este de Vancouver, otros canadienses escucharon dos fuertes estruendos y vieron una bola de fuego que cruzaba el cielo. Algunos captaron el fenómeno en video, según los investigadores de la Universidad de Calgary.
Después de que Hamilton llamó al 911, un agente que entró en su casa planteó en un primer momento que la roca perdida podría haberse originado durante alguna explosión en las obras de una carretera cercana, dijo. Pero los trabajadores no habían realizado ninguna explosión esa noche.
Entonces el oficial hizo otra conjetura: “Creo que tiene un meteorito en su cama”.
Hamilton no durmió el resto de la noche, dijo, y se sentó en una silla, tomando té mientras el meteorito seguía en su cama. Hamilton contó a los medios de comunicación locales que al principio se guardó la noticia para sí, pero más tarde informó del episodio a los investigadores de la Universidad de Western Ontario, donde Peter Brown, profesor de la misma, confirmó que la roca era un meteorito “procedente de un asteroide”.
Hamilton, que está jubilada y dijo que solía ser la gerenta de una cámara de comercio local, también se lo contó a su familia y amigos. “Mis nietas pueden decir que a su abuela casi la mata un meteorito en su propia cama”, dijo.
Los meteoritos ya han aterrizado en las casas y patios de la gente. En 1982, un meteorito de casi tres kilos se estrelló en una casa de Wethersfield, Connecticut, atravesó los techos del segundo y el primer piso, entró en el salón y rebotó a través de una puerta hasta llegar al comedor. En 2020, un fabricante de ataúdes indonesio se vio sorprendido por un meteorito de dos kilos que atravesó su techo.
Las probabilidades de que un meteorito entre en casa de alguien y golpee su cama en un año determinado son de una entre 100.000 millones, según el profesor Brown.
La roca de Hamilton fue uno de los dos meteoritos que golpearon Golden esa noche. Investigadores a unos 260 kilómetros al este, en Calgary, dijeron que habían viajado a la ciudad para encontrar el segundo en un campo a menos de un kilómetro y medio de la casa de Hamilton, después de triangular su ubicación basándose en fotografías y videos que varias personas de la zona habían enviado.
Alan Hildebrand, profesor asociado de la Universidad de Calgary que estudia los meteoritos, dijo que él y sus colegas de investigación estaban tan contentos de tener la roca en sus manos que “creo que nos abrazamos”.
Los meteoritos ofrecen una rara oportunidad a los científicos de aprender más sobre el sistema solar y el cinturón de asteroides. Los investigadores pueden tomar muestras de sus materiales en lugar de contemplarlos desde lejos.
Los científicos afirman que también pueden usar los meteoritos para reconstruir sus trayectorias desde el espacio exterior a través de la atmósfera hasta el suelo, momento en el que las rocas pueden haber perdido alrededor del 90 por ciento de su masa. Durante el viaje por el aire, los meteoritos pueden calentarse hasta unos 2000 grados Celsius, o más de 3600 grados Fahrenheit, mientras viajan a 50 veces la velocidad del sonido, aunque pueden estar fríos al tacto cuando llegan al suelo.
Una vez que los investigadores hayan terminado de estudiar el meteorito, Hamilton dijo que pensaba quedárselo, ya que había aterrizado en su propiedad. Señaló que había tenido suerte. Al preguntarle si había comprado un billete de lotería al día siguiente, dijo que no; que ya había ganado.
“No me lastimé”, dijo. “Viví esta experiencia, y nunca tuve ni siquiera un rasguño. Lo único que tuve que hacer fue darme una ducha y lavarme el polvo de los paneles de yeso”.
John Yoon reporta desde la redacción en Seúl de The New York Times. Se unió al Times en 2020. @johnjyoon