CIVITAS
Una dosis de amargura
Este domingo, 7 de noviembre del 2021, pasará a la historia como el día en que se consumó en Nicaragua una de las farsas electorales más grandes de América Latina. Las probabilidades de que haya alguna sorpresa son casi nulas pues el régimen de Ortega-Murillo ha socavado por décadas la democracia en su país y los nicaragüenses han sufrido de una represión política desenfrenada, en especial aquellos férreos líderes de oposición que han sido detenidos arbitrariamente. Este régimen es un claro parteaguas para medir qué es y qué no es autoritarismo en Latinoamérica, por ello Nicaragua representa un trago amargo para la sobrevivencia de la democracia en la región.
' No dimensionamos la tarea titánica que habría que librar si perdemos los derechos y libertades que son plenamente garantizados en los sistemas democráticos.
Christa Walters
Los datos más recientes de la encuesta de Latinobarómetro muestran que en la última década el apoyo a la democracia ha ido disminuyendo en América Latina. La erosión democrática se esclarece aun más cuando tomamos en cuenta que el 51% de los latinoamericanos dicen que no les importaría si un gobierno no democrático llega al poder si resuelve los problemas de su país. En Guatemala la cifra asciende al 57%. Se debe admitir que Guatemala no tiene una democracia perfecta, existen muchas irregularidades relacionadas a las instituciones democráticas y a la clase política del país que nos alejan de tener un sistema más ordenado, imparcial y justo. Además de ello, en el diario vivir, los guatemaltecos tienen una serie de asuntos relacionados al acceso a servicios, seguridad y económicos con que lidiar. ¡Con razón a más de la mitad de los guatemaltecos no les importaría perder la democracia con tal que se resuelven los problemas del país!
Sin embargo, ahí está la trampa. La situación actual puede representar el caldo de cultivo ideal para el surgimiento de líderes carismáticos que prometen el cielo en la tierra. Esto es preocupante pues estamos ante las puertas de un año pre electoral en Guatemala y las propuestas populistas pueden salir a relucirse como la solución a los problemas del país. Estas tienden a ser bastante seductoras y convincentes. Por lo que es importante reflexionar, con los bastos ejemplos alrededor nuestro, qué tipo de ruta queremos para el país. ¿Será que los guatemaltecos necesitamos nuestra propia dosis de amargura para valorar a la democracia? Espero que no, pues correríamos el mismo destino que nuestros vecinos.
No dimensionamos la tarea titánica que habría que librar si perdemos los derechos y libertades que son garantizados en los sistemas democráticos. Una vez perdidos, recuperarlos se vuelve extremadamente difícil. Ronald Reagan lo dijo de una forma muy ilustradora en un discurso que pronunció en 1967: “Quizás usted y yo hemos vivido con este milagro demasiado tiempo para apreciarlo debidamente. La libertad es algo frágil y nunca está a más de una generación de la extinción. No es nuestro por herencia; debe ser luchada y defendida constantemente por cada generación, porque llega una sola vez a un pueblo. Aquellos que han conocido la libertad y luego la han perdido nunca la han vuelto a conocer.”
Es la democracia, junto con sus componentes republicanos de límites y separación del poder, de respeto por las libertades del individuo y la vida en comunidad, lo que nos permitir tener un ambiente favorable para el desarrollo y la prosperidad. Es imperante entonces no dar por sentado lo mucho o poco de ello que tenemos en nuestro país y advertir los posibles riesgos y desafíos del porvenir. Aún hay esperanza de que no necesitemos una dosis de amargura para darnos cuenta de esto porque que otros ya se han tomado un trago entero, como es el lamentable caso de Nicaragua.