Mijangos, de 38 años, fundó la Comunidad Misionera del Camino (COMCA), que se define como “una asociación de fieles que forman misioneros para la atención de indigentes en Guatemala”.
Su sede se encuentra en la aldea El Jocotillo, en Villa Canales, en un terreno que está registrado a nombre del expresbítero. En el lugar se encuentran dos espacios que funcionan como asilo de ancianos y un templo en construcción desde donde Mijangos ya no podrá celebrar los distintos sacramentos ya que el Arzobispado Metropolitano le prohibió presidir la Santa Misa luego de haberlo cesado de su cargo.
Además del proceso judicial que hizo el Tribunal Eclesiástico tras los señalamientos hechos, en el Ministerio Público existen dos denuncias contra Mijangos. La primera se presentó en el año 2016 en la entonces Unidad de Delitos contra Periodistas en la Fiscalía de Derechos Humanos, en donde lo señalan por amenazas.
La denuncia fue presentada por el periodista Ángel Roberto Carlos Hernández, pero fue archivada en 2017.
La segunda denuncia es la que se encuentra en investigación por parte de la Fiscalía Municipal de Villa Canales y señala a tres víctimas de violación sexual. Según información obtenida por el Ministerio Público, dos de las víctimas son hombres de 28 y 29 años y que en el momento de los hechos eran seminaristas de la congregación que Mijangos creó. De la tercera víctima no se detallaron los datos.
El arzobispo metropolitano Gonzalo De Villa explicó que tras haberse concluido las investigaciones en el Tribunal Eclesiástico, la Iglesia lo obliga a presentar la denuncia al ente correspondiente de la persecución penal. Por eso, junto a las víctimas, De Villa presentó la denuncia en el Ministerio Público y agregó que COMCA nunca fue una congregación reconocida por la Iglesia.
Aunque tras esta noticia los fieles que siguen a Mijangos han demostrado su apoyo al exsacerdote a través de mensaje en las redes sociales y en una marcha que se organizó el pasado sábado 6 de noviembre, surgen nuevos testimonios que relatan situaciones incómodas contra el señalado.
“Se quitó la ropa y se tiró en el piso”
En el año 2014, cuando Mijangos iniciaba con la construcción de su congregación, estaba en búsqueda de jóvenes que se quisieran unir a su misión. Era un sacerdote joven de 31 años.
G tenía 26 años, buscaba una comunidad religiosa a la cual unirse y un amigo de la iglesia donde asistía conocía a Mijangos. “Me dijo que existía la oportunidad de ingresar porque el padre estaba buscando seminaristas ya que su congregación era nueva, estaba iniciando en aquel entonces”.
Cuenta que durante un fin de semana lograron conocer el trabajo que se estaba haciendo con los ancianos, pero quiso quedarse una semana más para convencerse de que lo suyo era una verdadera vocación de servicio.
Cuenta que Mijangos tenía una panel blanca y una tarde le pidió que lo acompañara al supermercado para comprar alimentos. Manejaron desde la aldea El Jocotillo hasta el centro comercial ubicado en carretera a El Salvador. Ahí, Mijangos empezó con un sospechoso dolor de espalda.
“De repente él empezó a quejarse, como quien tiene algún dolor muy fuerte en la espalda. Al final no sé si lo llamaron o fingió la llamada, pero hizo como que hablaba con un doctor. Me pidió manejar porque ya no aguantaba”, dice.
A G le pareció sospechoso que al llegar al supermercado y mientras hacía las compras, él ya no tenía molestias. Alrededor de las ocho de la noche ya estaban listos para regresar a la aldea cuando Mijangos le dijo que no podía llevarlo de regreso porque era muy tarde.
“En realidad el camino estaba iluminado y podía haber manejado, pero me dijo que mejor me quedara a dormir a su casa, él vivía en la parroquia de Villa Canales. Para mi era una figura de mucho respeto y nada malo podía venir de un padre entonces le dije que si”.
El entonces padre Mijangos compró comida china y manejaron hacia el centro de Villa Canales, al llegar a la Parroquia, G se percató que el espacio donde vivía el sacerdote era una habitación que servía de sala, un baño y el cuarto.
Entraron inmediatamente a la habitación y el padre cerró la puerta, se quitó la ropa y al quedarse en ropa interior le regresaron los dolores de espalda.
“El se tiró en el piso y me pidió que me sentara en su espalda y que le hiciera un masaje porque todo eso le podía ayudar. Yo no me moví, me asusté y solo me quedé parado, todo me pareció muy raro. Al ver que no hacía nada, se le quitó el dolor y se paró como si nada, las bolsas de comida seguían ahí, me pidió que me sentara en la cama y me dijo que ese dolor se lo había mandado Dios como una prueba, como una carga que él tenía que llevar. Comimos, rápido quitó los platos de la cama y me dijo que era hora de dormir, abrió las colchas de la cama, se metió y me invitó a que me acostara con él, en ese momento me entró la sensación de que eso no podía estar pasando, lo volví a ver a él, me di la vuelta y me fui a la sala a dormir en un sofá que ahí estaba”.
Ese es el testimonio de G, quien ahora tiene 33 años y decidió no seguir en la congregación por la desconfianza que le generó Mijangos. “Yo pensé que me iba a ofrecer otra habitación, nunca pensé en que me quedaría a dormir con él en la misma cama, aceptar ir a la casa parroquial fue algo prácticamente obligatorio porque estaba lejos de mi casa, sin dinero y si le decía que no, no sé si me hubiese llevado de regreso a la comunidad, tampoco tenía la opción de decidir”, agregó.
Mijangos, quien es activo en sus redes sociales, aparece ahora en video y fotografías sin sotana, denunciando cómo es “espiado” por drones. “No tienes porqué estar espiando a nadie, si quieres alguna información de mi persona o de la comunidad hazlo como personas decentes que no ocultan nada, acércate a nosotros, pregunta y consulta. No ocultamos nada, no estamos escondiendo nada”, indicó.
Este medio trató de comunicarse con Mijangos a través del número de teléfono que aparece en la página de COMCA, pero no respondió a las repetidas llamadas.