Un estudio llevado adelante por sociólogos de las universidades de Halle-Wittenberg (MLU) y de Colonia en Alemania arrojó, después de entrevistar a 10 mil personas entre 2008 y 2018, que uno de cada cinco adultos casi no tenía contacto con su padre y que uno de cada diez estaba distanciado de la madre.
Los investigadores definieron el término distanciamiento en base a dos factores: por un lado, se produce “cuando un hijo tiene contacto menos de una vez por mes con su padre o madre y, por el otro, si el o la hija no sienten tener un vínculo emocional que los una” a ese padre o esa madre, explica el profesor Oliver Arranz.
En un lapso de diez años, esa distancia suele darse en un 20 por ciento de todos los adultos hacia sus padres, al menos en Alemania, mientras que en el caso de las madres se da sólo en un nueve por ciento de los casos. “Este hecho puede explicarse porque el vínculo hacia la madre suele ser más estrecho que hacia el padre”, señala el profesor Karsten Hank de la universidad de Colonia. Según los datos del estudio, es irrelevante si el hijo es hombre o mujer.
El riesgo de que se produzca un distanciamiento es particularmente marcado en aquellas familias en las que ha fallecido uno de los progenitores. “Eso es bastante sorprendente, porque uno tendería a pensar que el vínculo será más fuerte después de un hecho semejante, pero por lo general suele ser al revés”, dice Arranz.
La separación de los padres también hace que ese riesgo de distanciamiento aumente, en particular si se suma un padrastro o madrastra. Los investigadores señalaron que si la relación con ese nuevo miembro de la pareja es mala, suele generar un distanciamiento del hijo o la hija hacia el progenitor biológico.