El cristianismo, el budismo, el hinduismo, el zoroastrismo y la mitología griega suelen considerarse religiones completamente distintas, definidas en gran medida por sus diferencias.
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El sutil símbolo universal que une a Jesús, Buda y Apolo
El cristianismo, budismo, hinduismo, zoroastrismo y la mitología griega suelen considerarse religiones completamente distintas, pero hay un símbolo que las conecta: el halo.
Pero mirando atentamente, encontramos un símbolo que las conecta: el halo, esa aura alrededor de la cabeza de una figura sagrada expresa su gloria o divinidad y se puede ver en el arte de todo el mundo.
Hay muchas variantes, incluidos los halos rayados (como el de la estatua de la Libertad) y los halos llameantes (que aparecen en el arte islámico otomano, mogol y persa). Pero el más distintivo y omnipresente es el halo circular de disco.
¿Por qué se inventó este símbolo?
Se ha especulado con que originalmente podría haber sido un tipo de motivo de corona.
Alternativamente, puede haber sido un símbolo de un aura divina que emana de la mente de una deidad.
Quizás fue un simple adorno decorativo.
Otra teoría, un poco más divertida, es la de que dice que deriva de las placas protectoras que se fijaban en las estatuas de los dioses para proteger sus cabezas de los excrementos de los pájaros.
Investigar la función del halo circular original en el arte religioso solo nos remonta al siglo I a.C.
No había aparecido en ninguna religión anterior y, sin embargo, se convirtió en una pieza siempre presente en la iconografía religiosa en Eurasia en unos pocos siglos.
Es probable que haya evolucionado a partir de tradiciones artísticas muy tempranas.
En el antiguo Egipto, la deidad solar Ra se mostraba comúnmente con un disco circular que representaba el sol, aunque este estaba por encima de su cabeza en lugar de detrás.
Por su parte, algunos artefactos de la ciudad de Mohenjo-daro (en el valle del Indo), creados en la década de 2000 a. C., presentan lo que parecen auras radiadas.
Sin embargo, en este caso aparecen alrededor de los cuerpos completos de las figuras sagradas, en lugar de solo en sus cabezas.
Del mismo modo, en el arte de la antigua Grecia hay representaciones ocasionales de coronas de luz radiadas que rodean las cabezas de los héroes mitológicos para sugerir sus poderes divinos únicos.
Pero el distintivo halo circular del disco es una invención de una fecha posterior y presumiblemente el resultado de ideas religiosas únicas.
Los primeros ejemplos de un halo de disco provienen del año 300 a. C. en el arte religioso del antiguo Irán.
Resplandor del sol
Parece haber sido concebido como un rasgo distintivo de Mitra, deidad de la luz en la religión zoroástrica.
Se ha cuestionado que el concepto de gloria divina (conocido como ‘Khvarenah’) en el zoroastrismo está íntimamente relacionado con el resplandor del sol, y que el halo era el medio pictórico de relacionar esta cualidad con Mitra, tal como lo había sido para el dios Ra.
En términos de historia del arte, la gran velocidad a la que el halo del disco migró a través de las culturas lo hace particularmente digno de mención como pieza de iconografía religiosa.
En la década de9l 100 d.C., un par de cientos de años después de su creación, se podía ver en lugares tan remotos como la ciudad tunecina de El Djem, la ciudad turca de Samosata y la ciudad paquistaní de Sahri-Bahlol.
En la década del 400, los halos se habían incrustado en el arte cristiano en Roma y en el arte budista en China.
De alguna manera, en cuestión de unos pocos siglos, se habían convertido en el símbolo religioso universal de la divinidad de Eurasia.
Entonces, ¿cómo se extendió la influencia del halo por el mundo y entre religiones?
El movimiento inicial de esta pieza de iconografía religiosa es hacia el este y el oeste desde su lugar de nacimiento en Irán, a manos de algunos de los imperios más poderosos del pasado.
En el siglo I d.C., los indo-escitas (nómadas de Irán) y los kushans (de Bactria, Afganistán) invadieron las regiones al sureste, es decir, los territorios que ahora están cubiertos por los actuales Pakistán, Afganistán y el norte de India.
Ambos imperios, que estaban impregnados de la antigua historia cultural iraní, trajeron monedas que representaban a Mitra con un halo.
Este dios joven con su resplandor divino tenía un atractivo obvio para un número creciente de personas alrededor del Hindú Kush.
Tanto es así que la iconografía de Buda, incluso desde las primeras representaciones visuales de él, como el relicario de Bimaran (que podría datar de finales del siglo I d.C.), lo muestran con un halo mitraico.
Mientras tanto, Mitra también se estaba ganando los corazones del invasor Imperio Romano hacia el oeste, a medida que el mitraísmo se convirtió en una religión romana importante.
Mitra influyó más tarde en la iconografía de otra deidad romana: Sol Invictus (el “sol invicto”).
Ambos dioses combinaban gráciles cuerpos masculinos con poderes divinos, vinculados al resplandor y la autoridad del sol, por lo que eran adorados por los miembros más poderosos de la sociedad, especialmente los emperadores romanos.
El emperador Constantino (306-337CE) reconoció el poder iconográfico del halo, por lo que él y sus sucesores se lo apropiaron arrogantemente y lo usaron en representaciones artísticas de sí mismos.
Después, con la creciente aceptación del cristianismo en el Imperio Romano, los artistas comenzaron a representar a Jesús con un halo, ahora considerado como el símbolo más alto de la autoridad aprobada por Dios.
Esta nueva llegada a la iconografía cristiana se produjo alrededor del año 300 d.C., más de dos siglos después de su aparición en el budismo.
Fue una señal de la metamorfosis del cristianismo de una religión marginada a una estructura de poder oficial en Occidente.
El halo se ha quedado en el arte cristiano desde entonces, aunque ha sufrido alguna adaptación a lo largo de los años.
A veces se puede ver a Dios Padre coronado con un halo triangular, a Jesús con un halo en forma de cruz y a los santos vivientes con un halo cuadrado.
El budismo, el jainismo y el hinduismo coexistieron pacíficamente en India en el primer milenio d.C., y las tres religiones compartieron ideas e iconografía artística, incluidos los halos.
Las primeras representaciones esculpidas de halos en el arte religioso indio provienen de los dos grandes centros de producción artística, Gandhara (en la frontera de Pakistán y Afganistán) y Mathura (a 90 millas al sur de Delhi).
Intercambio de ideas
En la antigüedad tardía y la Edad Media, Gandhara se encontraba en el centro de una inmensa red de rutas comerciales que se extendía hasta China en el este y el Mediterráneo en el oeste.
Los monasterios budistas aparecieron a lo largo de los cruces clave de las carreteras comerciales para servir como versiones religiosas de los caravasares, es decir, un tipo de posadas en oriente destinada a las caravanas.
Ofrecían un lugar para que los comerciantes descansaran, oraran y se recuperaran, y se convirtieron en los trampolines desde los que el budismo se extendió por tierra hasta China, donde los artistas replicaron la iconografía de la religión.
En el año 500 d.C., aparecieron halos en el arte en Corea y Japón, indicando la llegada del budismo también a estas regiones.
La misma diseminación ocurrió para el hinduismo, que se extendió por Asia a través de rutas comerciales terrestres y marítimas, trayendo actitudes religiosas y estilos artísticos a Indonesia, Malasia y otros territorios del sudeste asiático.
Estas arterias comerciales de gran extensión, que unieron el este y el oeste en la antigüedad tardía y la Edad Media, a menudo se conocen como las “Rutas de la Seda”, en honor a los artículos de lujo que se transportaban por ellas.
Pero junto a mercancías exóticas, estas rutas también transportaron religiones, conocimientos e iconografía.
El halo circular de disco es un icono de este dinámico intercambio de ideas que existió en un pasado lejano.
Comenzó su vida como un signo zoroástrico de la divinidad solar, pero se extendió por Eurasia a través de antiguos imperios y redes comerciales que conectaban los límites del mundo conocido
En el siglo XXI, también es un poderoso recordatorio del patrimonio cultural compartido de la humanidad.