Sin embargo, a pesar de la reconocida importancia de esta materia, frecuentemente es percibida por el alumnado como una materia difícil, abstracta, aburrida y desconectada de la realidad. Esto propicia falta de motivación en el alumnado, y convierte a las matemáticas una de las materias en las que existe un mayor índice de fracaso escolar.
Diferentes estudios señalan que las dificultades que encuentran los estudiantes cuando se enfrentan a esta materia, especialmente cuando resuelven problemas, están relacionadas tanto con aspectos cognitivos como afectivos del alumnado. La predisposición afectiva hacia las matemáticas que los estudiantes desarrollan a lo largo de toda su experiencia escolar tiene un fuerte impacto en su rendimiento en esta materia.
Cuando los estudiantes se enfrentan a las tareas matemáticas pueden experimentar sentimientos de tensión o miedo al no ser capaces de realizar una tarea o fracasar. Si esta sensación persiste en el tiempo, genera bloqueo mental. Este sentimiento de miedo desmesurado hacia las matemáticas y la resolución de problemas se ha definido como ansiedad matemática y puede desencadenar en una actitud de evitación de la tarea, que interfiere en su aprendizaje.
La importancia de la actitud del docente
Esta visión negativa y las dificultades de los estudiantes hacia las matemáticas pueden estar relacionas con la forma en la que se enseñan. De hecho, pueden tener su origen en la conducta del docente y en la metodología de enseñanza y aprendizaje utilizada.
Le puede interesar
Es posible, y frecuente, por ejemplo, que el propio docente tenga una relación mala con la materia. Es decir, que de manera inconsciente el maestro esté transmitiendo al alumnado una actitud negativa que el alumnado “hereda”. Existen estudios que determinan una afectividad negativa hacia las matemáticas en los estudiantes de magisterio, lo que dificulta el correcto ejercicio de la profesión docente.
La actuación docente es un importante agente modelador de la afectividad de los estudiantes hacia las matemáticas. Por ello, es imprescindible que los futuros maestros puedan desarrollar una relación afectiva positiva durante el periodo de formación.
La metodología es lo importante
Muchos de los errores que se cometen cuando los estudiantes se enfrentan a la resolución de problemas se deben a que aprendieron a hacerlo aplicando recetas y de forma mecánica, sin un razonamiento profundo. Una materia en la que el método debe predominar sobre el contenido frecuentemente se enseña mediante modelos tradicionales, basados en clases expositivas, dejando en un segundo plano la transferencia de contenidos.
Esto deriva en la incapacidad de transferir los aprendizajes a otros contextos, y genera dificultades en la comprensión y falta de motivación.
Una adecuada formación en esta materia requiere que los sistemas educativos adopten modelos de enseñanza y aprendizaje centrados en el alumnado, teniendo en cuenta que el objetivo no es enseñar, sino aprender.
Metodologías activas
Las metodologías activas permiten que el estudiante se responsabilice del proceso de aprendizaje. El papel del docente es el de diseñador de actividades, en las que el alumnado pone en práctica lo aprendido. El profesor adopta un papel de guía en estas actividades: atento a su desarrollo, observa y comenta cómo se van resolviendo y se comunica en todo momento con el alumnado, lo orienta en su aprendizaje y atiende a sus particularidades.
Parte del tiempo de la clase debe dedicarse a que el estudiante trabaje en actividades contextualizadas, en las que pueda ir resolviendo sus dudas con la ayuda del docente.
En el grupo de investigación que dirijo, en la Universidad Internacional de La Rioja, pensamos que la clave radica en formar a los futuros docentes de matemáticas con una metodología como la descrita anteriormente. Enseñarles a fomentar el aprendizaje activo y a poner al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje, enfrentándolo a la resolución de problemas que den sentido a los conocimientos matemáticos. Son metodologías que requieren la integración de la tecnología y el uso eficiente de diferentes herramientas digitales como base para una mayor preparación.
La competencia digital, clave
Así, la competencia digital se ha convertido en una de las competencias básicas del profesor actual. El desarrollo de un profesor competente implica una correcta utilización de la tecnología en el aula, que incida en una mejora del aprendizaje. Es necesario formar a los futuros docentes para que sepan utilizar con confianza las tecnologías digitales. También enseñarles a que las integren adecuadamente en actividades de aprendizaje que conecten las matemáticas con el mundo real.
En este sentido, se han realizado diferentes estudios en la Universidad Internacional de La Rioja para la formación de los futuros docentes de Educación Primaria y Secundaria. En dichos estudios se han desarrollado programas formativos de metodología activa. Esta metodología se basa en actividades colaborativas y la utilización de herramientas digitales.
Mediante dichas actividades, los futuros docentes se enfrentan a tareas y problemas de interés y con significación en relación con la enseñanza de las matemáticas. Se pretende que se formen en los contenidos de las asignaturas y a la vez aprendan esta metodología experimentándola.
Los resultados de dicho estudio han revelado que esta forma de enseñar aumenta el rendimiento académico de nuestros estudiantes, y la motivación y el compromiso con su aprendizaje, favoreciendo las interacciones entre compañeros y la percepción del papel del docente en el aula como guía del aprendizaje. En general, fomenta actitudes muy positivas en el alumnado.
Además, permite a los futuros docentes desarrollar aquellas competencias digitales requeridas en el profesorado para cumplir con los retos en formación del nuevo milenio. Los estudiantes han aprendido a diseñar actividades de aprendizaje en las que se integran herramientas digitales de creación de contenidos, colaboración y comunicación y evaluación y para la resolución de problemas.
La incorporación de estos docentes al sistema educativo permitirá enseñar matemáticas de forma motivadora: el estudiante se entusiasmará, evitaremos la aparición de emociones negativas, y, de esa forma, aumentará el rendimiento académico y disminuirá la tasa de fracaso asociada a esta materia.
Carmen Romero García, Profesora Contratada Doctora y Coordinadora del Área de Didáctica de Matemáticas y Ciencias Experimentales, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.