POR LA LIBERTAD
¿Qué tan preparados estamos para un terremoto?
Escribo mis artículos de madrugada, un día antes de su publicación. Es el mejor momento para hacerlo, sin que nadie me interrumpa, ni siquiera por teléfono. Normalmente pienso durante la semana el tema sobre el que quiero escribir, pero esta vez cambié totalmente de tema porque me despertó el fuerte temblor de la madrugada y me recordó lo vivido durante el terremoto.
' Me pregunto si estamos preparados para un terremoto. Y creo que no lo estamos del todo.
Ramón Parellada Cuadrado
En el momento en que escribo apenas comienzan a llegar noticias de algunos daños. Me entero de que hay daños en Totonicapán, en Xela y Sipacate. Pero también algunos derrumbes en algunas carreteras, como en la cuesta de las Cañas, bloqueando el paso en la subida de Antigua hacia Santa Lucía Milpas Altas. También que hay derrumbes que bloquearon la carretera entre Patzicía y Patzún, Chimaltenango. Y al parecer hay algunos daños en casas y carreteras en los departamentos más cercanos al epicentro; Escuintla, principalmente. También se sintió en El Salvador. Hasta el momento no se reportan víctimas y espero que no las haya.
El temblor de la madrugada de ayer ocurrió a la 1:12:23 am, con magnitud de 6.8, origen aproximadamente 7 km, al norte de Tecojate, Escuintla, Guatemala; y a una profundidad de 10 km. No tengo la duración, pero no fue demasiado largo a mi parecer. El terremoto del 4 de febrero de 1976 ocurrió a las 3:01:43 am y tuvo una magnitud de 7.5 con 39 segundos de duración. Su epicentro fue cerca de la ciudad de Los Amates, en el departamento de Izabal. Este terremoto causó 23 mil muertes en todo el país.
El de ayer me recordó el terremoto de 1976 porque cuando temblaba se cayó un libro mal colocado de una estantería. El ruido me asustó, pero no fue nada en comparación con el del 4 de febrero de aquel año. En ese entonces yo estaba estudiando en tercer curso del colegio Liceo Javier. Me había acostado tarde por estar haciendo alguna tarea y al rato sentí el terremoto. Me asusté cuando escuché cómo caían algunos vasos de vidrio y se rompían. El movimiento fue muy fuerte, acompañado de un gran ruido que venía con el mismo. Esa vez tuvimos mucha suerte porque, de haber sido de día, mis compañeros de colegio y yo posiblemente no contaríamos la historia, ya que nuestras aulas, que estaban en un segundo nivel, quedaron aplastadas entre el primero y el tercer piso del colegio. Simplemente había desaparecido el segundo nivel. Suerte para nosotros y malo para la gente del interior que a esa hora estaba durmiendo en sus casas de adobe, que se derrumbaron, cobrando tantas víctimas. De haber sido de día, tal vez hubieran salido de sus casas o no habrían estado ahí, y posiblemente, quién sabe, la cantidad de fallecidos hubiera sido mucho menor.
Me pregunto si estamos preparados para un terremoto. Y creo que no lo estamos del todo. Posiblemente algunas empresas, algunas familias y algunas instituciones lo estén. La Municipalidad de Guatemala hizo recientemente un simulacro en caso de terremoto, lo cual es bueno. En las empresas siguen algunos protocolos de evacuación que se practican durante el año en casos como un terremoto o incendio. Lo mismo en algunas instituciones. ¿Pero qué de los hogares y edificios? ¿Estamos preparados? Tal vez algunos sabemos qué hacer, pero creo que todavía nos falta mucho.
Considero que vale la pena prevenir, porque Guatemala es un país de sismos y estamos sujetos a terremotos fuertes cada cierto tiempo. Prevenir puede hacer la gran diferencia entre la vida y la muerte. Creo que cada persona debe ser responsable de su propia vida y tomar en serio esto de la prevención en caso de un terremoto, porque es casi seguro que nos tocará vivirlo.