ALEPH
Los callejones de la historia
Estamos en uno de los callejones más estrechos y oscuros de nuestra historia como país, pero sabemos que las grandes avenidas se abren, a veces, justo a la vuelta de estos lugares sin aparente salida. Hemos pasado por varios momentos de profundas crisis y nunca nos sirve generalizar y decir que tocamos fondo, porque el círculo inferior del infierno dantesco se abre inmediatamente a nuestros pies, con llamas más altas. Sin embargo, este momento demanda nuestra acción organizada, de manera muy estratégica y con sentido de proceso.
' Las acusaciones de corrupción de los últimos días tocan a la cabeza del Ejecutivo.
Carolina Escobar Sarti
Las acusaciones de corrupción de los últimos días tocan a la cabeza del Ejecutivo, pero es un hecho que los tres poderes del Estado están secuestrados por mafias criminales y corruptas. El Congreso es un pudridero de mercaderes, el Tribunal Supremo Electoral ya está conformado a la medida de los intereses mafiosos ante el proceso electoral que tenemos a las puertas y el MP se ha corrompido hasta la raíz, para servirle de alfombra a los dueños de una Guatemala que agota. ¿Cuántos casos de corrupción salen a luz cada día? ¿Cuánta impunidad se permite en Guatemala porque “ellos” tienen de su lado el dinero, el poder político y judicial y los cuerpos de represión?
Y no es una simple cuestión de malos contra buenos, porque las luces y las sombras nos alcanzan a todos. Pero sí podemos hablar de la profunda necesidad de una toma de conciencia del país donde vivimos y de la acción conjunta organizada que se precisa en estos momentos para construir un futuro distinto. Esto me trae a la mente a un inmenso y lúcido pensador del siglo XX que no buscó la fama, pero al cual muchos le atribuyen el Mayo del 68 francés: Guy Debord. Él se puso a la cabeza de los Situacionistas, entendiendo bien los movimientos del capitalismo de la posguerra y buscando desencadenar una lenta revolución que partía de lanzar al capitalismo y al comunismo, por igual, al cesto de la basura de la historia. Eran, precisamente los situacionistas, quienes pensaban y creían que “un verdadero revolucionario sabe esperar”, aunque estuvieran condenados a los callejones de la historia. Sus reflexiones siguen tan vigentes como entonces.
En 1967 escribe su obra La sociedad del espectáculo, donde plantea varias tesis sobre la vida social como espectáculo y muestra a los hombres y las mujeres como meros espectadores y consumidores de su realidad, pero distantes de sí mismos. Fue justo esa obra la que muchos consideraron el texto insignia del levantamiento de estudiantes y trabajadores en aquel parteaguas de la historia, en 1968. Su insatisfacción y la conciencia de haber asistido a muchos procesos de desgarro, desorden y destrucción lo acompañarían la vida entera, hasta su muerte.
Vuelvo al callejón de la historia donde actualmente nos encontramos en Guatemala. No la tenemos fácil y mucho hablamos de la unidad que necesitamos entre nosotros, pero estamos muy golpeados, muy cansados, muy destejidos, muy desgarrados. Hay demasiada impunidad repetida. Sin embargo, quizás debamos entender el sino de los nuevos tiempos que, además de las calles y plazas como los lugares donde colectivamente podemos seguir escribiendo nuestra historia, también nos ofrecen, por ejemplo, la posibilidad de las calles y avenidas virtuales por donde transitamos diariamente. Pareciera que es poco, pero los grandes cambios muchas veces han partido de un puñado de sal. Nada es poco cuando se buscan cambios radicales.
Lo más importante, quizás, sea no bajar los brazos y repetir muy recio lo que alguna vez dijo Debord: In difficilimis Reipublicae temporibus, urbem non deserui; inprosperis nihil de publico delibavi; in desperatis nihil timui. “En los malos tiempos, no abandoné la ciudad; en los buenos, no me movió ningún interés; en los desesperados, no temí nada”.