En la primavera de 1936, el colegial adolescente, y más tarde héroe de guerra, Dick Hargreaves tuvo la oportunidad de realizar un viaje de intercambio a Alemania con todos los gastos pagados.
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Cómo descubrí los vínculos entre las escuelas de élite inglesas y la Alemania Nazi
En la década de 1930, cientos de alumnos participaron en programas de intercambio y torneos deportivos con la idea de que fueran "embajadores culturales".
Pero no se trataba de un intercambio escolar ordinario: el destino de Hargreaves era Oranienstein, un internado dentro de un sistema de escuelas de élite conocido como Nationalpolitische Erziehungsanstalt (Institutos Políticos Nacionales de Educación) o Napola.
Estos colegios nazis se inspiraron explícitamente en una amalgama de las escuelas públicas británicas, el cuerpo de cadetes prusianos y las duras prácticas educativas de la antigua Esparta.
Las escuelas educaban a niños desde los 10 años en adelante, entrenándolos como futuros líderes del Tercer Reich.
Al participar en el intercambio, Hargreaves y sus diez compañeros de la Escuela Dauntsey de Wiltshire, en Inglaterra, pronto estarían expuestos al programa “total” de educación, adoctrinamiento y propaganda nacionalsocialista de las Napola.
Las impresiones iniciales de Hargreaves, registradas en su diario en ese momento, son abrumadoramente favorables.
La escuela, situada en la ciudad de Diez an der Lahn, cerca de Coblenza, la describe como “un lugar muy bueno… un enorme castillo, moderno y muy elegante: sillones, seperlaboratorios, establos… bicicletas escolares y ¡Dios sabe qué más!”.
Según el diario, todo el mundo es “extraordinariamente decente”, y los uniformes nazis de los niños son “muy elegantes en verdad: pantalones de pana de color caqui claro, botas de montar negras, abrigo caqui, brazalete rojo con la esvástica, solapas de abrigo marrones, tirantes azules y una cosa como un puñal”.
Sin embargo, lo más interesante es la observación desapasionada de Dick de las celebraciones del 1º de Mayo nazi en el pueblo vecino de Diez.
El 30 de abril de 1936, su diario registra un viaje “con nuestro Kameraden” para ver cómo se iniciaba mayo y las danzas folclóricas de las Juventudes Hitlerianas. Los chicos escucharon discursos de algunos de los “grandes tipos del pueblo”. También hubo un canto comunitario en el que todos participaron.
“Hubo mucho ‘Heiling‘ (saludo nazi) que también hicimos porque estábamos en una gran multitud”.
“Era una escena magnífica: el antiguo castillo que se elevaba sobre la plaza del mercado en el que había miles de entusiastas campesinos iluminados por antorchas y velas...“.
El viernes siguiente, el 1º de mayo, que era la fiesta de la primavera o “Frühlingsfest“, el diario de Hargreaves registra que los muchachos debían levantarse a las 6 en punto para saludar a la bandera y desfilar. Luego marcharon a Diez, donde se reunieron con las Juventudes Hitlerianas locales para escuchar un discurso de 90 minutos de Hitler que se transmitía por radio.
Esa misma tarde, los chicos regresaron a Diez para escuchar otro largo discurso de “der Führer“. Hargreaves señaló:
“Llegó a tal frenesí y fue capaz de conmover a la multitud tanto que vimos a tres personas desmayarse. No por fatiga o enamoramiento, sino solo por sus increíbles poderes de oratoria. Luego, después de que Hitler hubiera sido ‘Heil‘ hasta el cansancio, ¡Goering habló durante media hora!”.
Aquí, la forma en que los observadores extranjeros podían fácilmente dejarse llevar por el fervor de “heiling” y el hitlerismo a su alrededor se hace conmovedoramente clara, aunque los interminables discursos de Hitler y sus secuaces parecen haber palidecido pronto.
‘Embajadores culturales’
Mi proyecto de investigación de una década sobre la historia de las Napola, recién publicado como el libro “The Third Reich’s Elite Schools: A History of the Napolas” (Las escuelas de élite del Tercer Reich: una historia de las Napola), ha demostrado que, durante la década de 1930, cientos de alumnos participaron en este programa de intercambio y torneos deportivos.
Para dar sólo un ejemplo, entre 1935 y 1938, la Napola Oranienstein participó en intercambios con escuelas privadas británicas, incluidas Westminster, St Paul’s, Tonbridge School, Dauntsey’s y Bingley School en Yorkshire.
La escuela también fue anfitriona de directores y profesores de intercambio de las escuelas Shrewsbury School, Dauntsey y Bolton, y también participó en torneos deportivos con Eton, Harrow, Westminster, Winchester, Shrewsbury, Bradfield y Bryanston.
Las Napola también participaron en programas de intercambio con varias academias estadounidenses bajo los auspicios de International Schoolboy Fellowship. Las escuelas estadounidenses involucradas incluyeron la Academia Tabor en Massachusetts, la St Andrew’s Delaware y la Academia Phillips Andover, todas consideradas establecimientos educativos de primer nivel.
En última instancia, el régimen nazi quería que los muchachos y el personal alemanes actuaran como “embajadores culturales” del Tercer Reich, promoviendo la simpatía hacia las políticas de Hitler y difundiendo propaganda pronazi. Muchos directores británicos de la época veían con buenos ojos estos intercambios.
E.K. Milliken, el director de la Escuela Preparatoria Lancing House en Lowestoft, Inglaterra, estaba tan entusiasmado con sus experiencias en la Napola de Naumburg que incluso escribió un artículo expresando su convicción de que los intercambios “promoverían ese espíritu de verdadera camaradería que el mundo tanto lo necesita”, exhortando a todos los miembros de la Asociación de Escuelas Preparatorias a recibir a las Napo con los brazos abiertos.
Hasta aquellos que no se convencieron fácilmente, como el director A.B. Sackett de la Escuela Kingswood de Bath, esperaban que el programa pudiera brindar “una oportunidad para influir en los hijos de los principales nazis mediante la discusión y la amistad“.
La reacción estadounidense parece haber seguido un patrón similar, con el director de la Academia Tabor, Walter Huston Lillard, todavía tratando de persuadir a las escuelas estadounidenses para que continuara con el programa, incluso después de la infame Noche de los Cristales Rotos en 1938, durante el cual los los hogares, propiedades y sinagogas de los judíos fueron atacados sistemáticamente en las principales ciudades de Alemania.
En general, tanto los participantes británicos como los estadounidenses en el programa de intercambio parecían inicialmente haber estado dispuestos a dar a los nazis el beneficio de la duda.
Aunque posiblemente no les convencieran los objetivos e ideales del Tercer Reich, continuaron esperanzados en que las diferencias nacionales pudieran dejarse de lado en nombre de la cooperación internacional, al menos hasta que la beligerancia nazi alcanzó su clímax fatal.
* Helen Roche es profesora asociada (Historia Cultural Europea Moderna) en la Universidad de Durham. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.
Lee el artículo original aquí.
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