MIRAMUNDO

En busca del tejido inexistente

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Hace unos años, dos de mis hijos visitaron Ciudad de México y como su prima les dio una vuelta por la librería Gandhi vinieron con un libro entre las manos como souvenir, con emoción me lo entregaron. Los dos patojos eran niños y de plano escogieron alguno por su título o por su pasta. Lo cierto es que así fue como tengo la obra escrita por Martha C. Nassbaum llamada Emociones Políticas ¿por qué el amor es importante para la justicia?

El texto es un desarrollo de cómo las distintas emociones influyen en nuestro quehacer ciudadano y en la función pública, pero sobre todo se concluye tras análisis psicológicos y filosóficos serios cómo el amor, si bien es fundamental para ser catalogados como humanos, más aún para forjar una sociedad justa, entendiéndose por este concepto aquella sociedad en la cual sus habitantes gozan de calidad de vida.

Desde el inicio se recoge las tesis de reconocidos tratadistas, en el sentido de que, “para que la sociedad sea estable por los motivos correctos, sus principios básicos deben ser adoptados y aceptados con entusiasmo por sus miembros”.

El amor no resulta de conceptos religiosos o de concepciones metafísicas, todos lo sentimos con respecto a algo o alguien, pero se pierde cuando se comparte como objetivo social. Si somos cristianos sabemos que Jesús dijo “ama al prójimo como a ti mismo”, y esto suena bonito, pero en la práctica, en sociedades como la nuestra, y esto incluye todas las clases sociales, hemos perdido enormes trechos de calidad de vida, lográndose una disminución del vínculo social o su anulación.

' Como Mariela, decenas de niños guatemaltecos buscan sus raíces. Existen asociaciones para ello y deberían recibir apoyo estatal.

Alejandro Balsells Conde

Viene esta reflexión porque recién se editó el testimonio escrito por Mariela SR – Coline Fanon Mamá, no estoy muerta, el cual, si tuviéramos un poquito de más dosis de amor, estaría siendo comentado en todos lados, en todos los ámbitos y por todos los sectores.

La autora fue víctima de tráfico de personas, secuestrada camino al Hospital Roosevelt, a los dos días de nacida. A los padres se les dijo que su hija había muerto y además enterrada en una fosa común. El entramado burocrático dio certeza a la versión. Mariela estuvo 11 meses en el país de manera clandestina y en condiciones miserables. Fue entregada en adopción a una pareja belga —que desconocía la serie de delitos cometidos—.

Mariela recibió en su nuevo hogar amor y, además, sus padres la apoyaron en la odisea de descubrir sus raíces. El encuentro de Mariela con su familia guatemalteca está descrito con frases llenas de sentimientos y de denuncia. Ofelia Rosal López de Gamas, cuñada de Óscar Humberto Mejía Víctores, jugó un papel fundamental en el entramado de adopciones irregulares (directora del orfanato Rafael Ayau, nombrada por su cuñado).

Unicef estima que nuestro conflicto armado dejó entre 100 mil y 150 mil huérfanos, y esto permitió una industria de trata por unos 200 millones de dólares al año, la cual dejó de ser viable al adoptarse nuevas leyes con control bajo parámetros internacionales. Muchos supieron hacer fortuna aprovechándose del clima irracional de tráfico existente y hasta bufetes con “hogares cuna” proliferaron en aquel momento.

Como Mariela hay decenas de niños guatemaltecos en búsqueda de sus raíces. Existen asociaciones para ello, y deberían contar con apoyo estatal; sin embargo, nuestra ausencia de amor es tan grande que ni el drama del secuestro de un bebé y el duelo de su familia nos hace reaccionar e intentar tejer un nuevo vínculo social, sabiendo de antemano que nuestra justicia es la sórdida cómplice de esta descomposición y nosotros mismos su mejor abono.

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