FLORESCENCIA

Somos legado

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Hoy se cumplen seis vueltas al sol de que mi madre, Lucín Cuxín, volvió a sus orígenes, a su amada tierra Santa Eulalia, Huehuetenango, como siempre soñó. Sabíamos que deseaba descansar en el suelo donde trabajó, sufrió y soñó un mejor futuro para nosotros. Regresar para ser montaña, cielo, rayo de sol, piedrecilla, milpa naciente, florescencia y aguacero de su Jolom Konob’.

La extrañamos todos los días. Aun siendo adultos nos hacen falta sus sabios consejos, su sabiduría, sus predicciones, su afecto y sus abrazos. Pero también hemos aprendido que la mejor manera de mantenerla viva en nosotros es preservar su legado que palpita en cada uno de sus hijas, hijos, nietos y nietas.

Mamá Lucín nos enseñó que no hay montaña que no se pueda subir ni sacrificio que no se pueda hacer cuando se trata de salvar una vida. Que no hay camino que no se pueda recorrer ni distancia imposible de vencer cuando se trata de velar por el bien de los suyos. Nos enseñó a volar alto sin olvidar nuestras raíces, a soñar e ir tras los sueños sin olvidarnos de los miles de niños y jóvenes guatemaltecos que padecen de carencias alimentarias y educativas que les han impedido labrarse un futuro —nos enseñó a compartir y a servir.

Todos tenemos seres amados que ya se adelantaron para seguir haciendo camino en la otra dimensión del tiempo-espacio. Cada uno de nosotros somos legados de quienes ya cumplieron su ciclo en la tierra. Somos la realidad del sueño que algún día nuestros ascendientes tuvieron.

' Cada uno de nosotros somos legados de quienes ya cumplieron su ciclo en la tierra.

Marcos Andrés Antil

Como herederos de otras generaciones, debemos hacernos preguntas muy importantes: ¿Nosotros qué legado dejaremos a nuestras hijas e hijos-descendientes? ¿Qué haremos para dejarles a las nuevas generaciones mayor posibilidad de progreso personal y colectivo?

En nuestro caso, Yana y yo queremos dejarle a nuestra querida hija, Yanushka Lucía, como legado el Sueño Guatemalteco hecho realidad. Una mejor Guatemala. Heredar un país sustentado en innovación, creatividad y desarrollo humano integral. Aspiro a aportar con muchos otros buenos guatemaltecos la posibilidad de que su generación tenga un futuro con bienestar y riqueza, riqueza que resulte de su trabajo en un campo de oportunidades equilibradas, donde su creatividad sea su mejor herramienta.
Quiero poner mi grano de maíz para que crezca en una sociedad justa, libre de corrupción e impunidad, donde la migración forzada solo sea una cicatriz en nuestra historia. Sueño con dejarle una Guatemala donde no haya niños que mueran por desnutrición, donde como mujer viva sin miedo y donde sus hermanos y hermanas indígenas estén libres de racismo y discriminación. Sueño, creo y lucho para legar una Guatemala que valore su diversidad y que, ante todo, valore al ser humano. ¡Se vale soñar en grande!

La mejor herramienta para transformar nuestro país para ser protagonista del mundo actual es la educación. Impacta todas las dimensiones de la vida. Por eso, su innovación debe comenzar desde las comunidades rurales hasta la ciudad. Hoy tenemos la tecnología a nuestro favor y el talento humano para lograrlo.

Somos afortunados de ser herederos de la sabiduría y cosmovisión ancestral, avanzada incluso para nuestro tiempo. Somos el legado de los que vinieron y se fueron antes que nosotros. Yo soy legado de mamá Lucín Cuxin, de mi familia —de mis antepasados— y trabajo día a día para trazar el camino que quiero heredar a las próximas generaciones. Pero estoy consciente de que para agilizar nuestra transformación debemos estar unidos, y les propongo unirnos tras el Sueño Guatemalteco, y que este sea el legado que juntos construyamos y dejemos a nuestra descendencia. Unidos, en esta vida, nada, absolutamente nada, es imposible.

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