META HUMANOS
Somos Agua
El agua está íntimamente ligada a nuestro ser. Su presencia nos da vida y su ausencia inevitablemente nos conduce a la muerte. Conscientes o no de su valor, la realidad es que la humanidad y el agua siempre tendrán una relación permanente, interdependiente e indisoluble.
Nuestra vida se inicia en ella. Durante los primeros nueve meses de nuestra existencia, nuestro corazón late y nuestro ser emerge dentro del vientre materno, rodeados por agua. Al nacer, el 83% de nuestro ser es agua y en la vida adulta, el porcentaje de agua en nuestro cuerpo es del 60%. A lo largo de nuestra vida, el agua está presente en cada célula, cada tejido y cada órgano de nuestro cuerpo para hidratarnos y mantenernos en equilibrio.
Los seres humanos somos agua, estamos hechos de agua. Resonamos con ella al escucharla llover o rugir en el mar. Nos maravillamos como niños al verla correr en los ríos. Nos llenamos de nostalgia cuando nos abraza vestida de niebla. Nutrimos nuestra alma de paz, con el reflejo sereno de sus lagos.
Sin embargo, a lo mejor por su transparencia, su ligereza y porque aún la vemos presente en su ciclo constante, el agua se nos ha vuelto invisible. No somos verdaderamente conscientes de su rol en nuestra vida y para el bien-estar de todos los seres vivos que habitan la tierra.
Al igual que nosotros, el agua también puede resonar con lo que cada uno hacemos por ella. Ella también vibra y responde a las acciones u omisiones que nuestro cerebro (75% agua) y nuestro corazón (80% agua) decidan hacer por ella. Sea para garantizar su salud y su vida plena, o para agotarla lentamente.
' Conscientes o no de su valor, nuestra relación con el agua es indisoluble.
Claudia Hernández
En Guatemala, el agua llora. Sus ríos y lagos rugen de impotencia porque dejaron de ser lo que un día fueron, esa fuente de vida y gozo que están llamados a ser. En el momento actual, el 95% de los cuerpos de agua de nuestra tierra están contaminados. Si el 95%. La situación es grave. Más aun, cuando seguimos sin tomar consciencia de lo que esto representa para la vida y para las generaciones futuras.
A diferencia de otros países, los guatemaltecos estamos perdiendo el agua, uno de nuestros recursos más preciados para la vida, no porque no la tengamos, sino porque aún no hemos aprendido a convivir con ella en armonía y a utilizarla con respeto y eficiencia.
Un ejemplo cercano es Amatitlán. Un regalo de la naturaleza en forma de lago, que sigue vivo y está agonizando… y cada mañana nos sigue regalando paisajes intentando recordarnos lo que puede volver a ser, si tan solo dejamos de contaminarlo.
La adecuada gestión de nuestros cuerpos de agua es una responsabilidad personal y colectiva, que empieza por hacer consciente mi manera de relacionarme con el agua, desde mis hábitos del día a día. Desde el vaso de agua que decido o no tomarme; el chorro que abro con responsabilidad; los hábitos de reciclaje, clasificación y reutilización que promuevo o ignoro; hasta la gestión de mis desechos individuales e industriales.
Una vez seamos conscientes de nuestra relación indisoluble con el agua, mejoraremos nuestra relación con ella. Empezaremos a hacer pequeños cambios personales, familiares, comunitarios, que, sumados a los cambios de otros, activarán nuestra inteligencia colectiva, para lograr lo que hoy en Amatitlán parece imposible: Salvarlo.
Esta ruta —factible y poderosa— nos permite elegir ser parte de la solución. Hará que logremos día a día, recuperar los cuerpos de agua de Guatemala. Logrará que ríos y lagos en todo el país vuelvan a ser fuentes de vida inagotables para nuestra tierra y para todos sus hijos.