META HUMANA

El futuro del agua está en las generaciones jóvenes

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En Guatemala, alrededor del 70 por ciento de nuestra población es menor de 35 años. Los especialistas en Economía y Demografía le llaman a esto “bono demográfico”. Es decir, un período durante el cual la proporción de población en edad productiva es cada vez mayor a la población económicamente dependiente.

En otras palabras, a través de los niños, los adolescentes y los jóvenes contamos con un potencial transformador enorme. Si y solo si generamos las condiciones favorables para que esto suceda. Una de ellas es comprender la relación que existe entre el agua, su vida y su desarrollo pleno.
Sin agua no tenemos vida. Ni nosotros ni nuestros ecosistemas. La necesitamos prácticamente en todos los procesos productivos y en todos los espacios vitales.

En nuestro cuerpo, el agua nos ayuda a regular la mayoría de nuestras funciones, tanto así que, si pasamos cuatro días sin hidratarnos, podemos morir.

Día con día necesitamos agua potable para beber sin riesgo a enfermarnos. Para lavarnos las manos, limpiar nuestro cuerpo, contar con un inodoro y con ello prevenir un sinfín de enfermedades. Para cultivar nuestros alimentos sin contaminantes y preservar la flora y la fauna de nuestro entorno.
La presencia o ausencia del agua es tan determinante para la vida que, según Unicef, en los conflictos armados en el mundo mueren más niños por enfermedades relacionadas con la falta de agua potable que por la violencia directa.

' El futuro del agua está en la niñez y la juventud, si, y solo si, creamos las condiciones favorables para que esto suceda.

Claudia Hernández

Tanto a nivel global como en Guatemala, las generaciones más adultas intentamos hacer frente a los efectos y las consecuencias provocadas por nuestra manera de relacionarnos con el agua, un recurso valioso y escaso.

Hoy dimensionamos lo que representa para la humanidad, que, aunque el 70 por ciento del planeta sea agua, solamente el 0.007 por ciento sea potable.

Hoy sufrimos las consecuencias de la contaminación alarmante que causamos en ríos, lagos y mares por nuestra decisión de no clasificar nuestros desechos personales e industriales.

Es ahora cuando por fin nos queda claro que, si seguimos actuando de la misma manera, dejaremos a las futuras generaciones sin agua y ecosistemas sostenibles.

Las lecciones aprendidas, el conocimiento generado y las buenas prácticas (que también existen) nos deben servir ahora para trazar posibles rutas de solución y rescate del agua en lo grande y lo pequeño.
A diferencia de la gran mayoría de los adultos, los niños y los adolescentes tienen una mayor apertura para aprender (y desaprender), y mayor flexibilidad para intentar nuevas soluciones.

Nos corresponde a los adultos acompañarlos para elevar su conciencia del valor del agua y promover un cambio conductual profundo en su manera de cuidarla.

Aunque el reto es enorme, me llena de esperanza saber que el próximo viernes 1 de abril guatemaltecos de todas las edades se reunirán en Amatitlán, en la Cumbre Agua y Biodiversidad, organizada por Nueva Narrativa, en la que activaremos la inteligencia colectiva para co-crear juntos una relación más consciente (desde su mente), armoniosa (desde su corazón) y responsable (desde sus actos) con el agua y la biodiversidad de nuestra casa común.

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