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Endurecimiento del control gubernamental sobre las reservas de alimentos en todo el mundo está elevando los precios

Invasión de Rusia a Ucrania desencadenó una nueva ola de proteccionismo y el Banco Mundial señala que crisis durará años.

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Trabajadores trasladan bolsas de fertilizantes agrícolas en el puerto de Mykolaiv, Ucrania, el 14 de febrero de 2022 (Foto Prensa Libre: Brendan Hoffman/The New York Times)

Trabajadores trasladan bolsas de fertilizantes agrícolas en el puerto de Mykolaiv, Ucrania, el 14 de febrero de 2022 (Foto Prensa Libre: Brendan Hoffman/The New York Times)

WASHINGTON D. C. — En un intento por proteger su economía destruida por la guerra, Ucrania ha limitado sus exportaciones de aceite de semilla de girasol, avena y ganado. Rusia ha prohibido la venta de fertilizantes, azúcar y granos a otros países.

Indonesia, la cual produce más de la mitad del aceite de palma del mundo, ha detenido los envíos al extranjero. Turquía ha frenado las exportaciones de mantequilla, carne de res, borrego, cabras, maíz y aceites vegetales.

La invasión de Rusia a Ucrania ha desencadenado una nueva oleada de proteccionismo al tiempo que los gobiernos, preocupados por garantizarles a sus ciudadanos el suministro de alimentos y otros bienes en medio de los desabastos y las alzas de precios, establecen nuevas barreras para detener las exportaciones en sus fronteras.

Las medidas casi siempre tienen buenas intenciones, pero los expertos advierten que, al igual que las compras inducidas por el pánico que vaciaron los anaqueles de los supermercados en diversos momentos de la pandemia, la actual oleada de proteccionismo no hará más que agravar los problemas que los gobiernos están tratando de atenuar.

Las restricciones a las exportaciones están encareciendo los granos, los aceites, la carne y los fertilizantes (los cuales ya estaban en su nivel máximo de precios) y haciendo que se dificulte aún más obtenerlos. Eso está haciendo que el problema sea todavía mayor para la gente pobre del mundo, quien ahora está gastando un mayor porcentaje de su salario en alimentos, cosa que aumenta el riesgo de que haya disturbios sociales en los países más pobres que carecen de una seguridad alimentaria.

Desde inicios de este año, los países han impuesto un total de 47 restricciones a las exportaciones de alimentos y fertilizantes, y, según un seguimiento de Simon Evenett, profesor de Comercio internacional y Desarrollo económico en la Universidad de San Galo, se han puesto en práctica 43 de ellas desde la invasión de Ucrania a fines de febrero.

“Antes de la invasión, no había muchos intentos por restringir las exportaciones de alimentos y fertilizantes”, señaló Evenett. “Después de la invasión, se observa un repunte gigantesco”.

La cascada de nuevas barreras comerciales se desata cuando la guerra en Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia por parte de Occidente ejercen todavía más presión sobre las cadenas de suministro que ya estaban muy afectadas por la pandemia. Rusia es el mayor exportador de trigo, fundición de hierro, níquel y gas natural del mundo, y un importante proveedor de carbón, petróleo y fertilizantes. Ucrania es el mayor exportador de aceite de semilla de girasol del mundo y un importante exportador de trigo, fundición de hierro, maíz y cebada.

Como los países están enfrentando amenazas considerables por el desabasto de productos básicos, rápidamente muchos legisladores dejaron de abogar por la apertura de los mercados y han comenzado a pronunciarse en favor de un enfoque más proteccionista. Las recomendaciones van desde crear cadenas de suministro seguras para ciertos materiales indispensables en países amigos hasta cerrar las exportaciones y “repatriar” las fábricas del extranjero para que vuelvan llevar sus operaciones a sus países de origen.

La semana pasada, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dijo en un discurso que la pandemia y la guerra habían puesto de manifiesto que, aunque las cadenas de suministro de Estados Unidos eran eficientes, no eran ni seguras ni resistentes. Aunque alertó acerca de “una orientación totalmente proteccionista”, aseveró que Estados Unidos debe trabajar para reorientar sus relaciones comerciales hacia un grupo grande de “socios confiables”, aun cuando eso signifique que, en cierto modo, las empresas y los consumidores tengan que pagar costos más elevados.

El miércoles, Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), dijo en un discurso que, “de manera justificada”, la guerra se había sumado a las dudas sobre la interdependencia económica. Pero exhortó a los países a no llegar a conclusiones equivocadas sobre el sistema de comercio global y dijo que este había ayudado a impulsar el crecimiento global y que, incluso durante la pandemia, les había proporcionado mercancías importantes a los países.

“Aunque es cierto que las cadenas globales de suministro pueden ser susceptibles a perturbaciones, el comercio también es fuente de fortaleza”, comentó.

Desde los primeros días de la pandemia, cuando los países, incluyendo Estados Unidos, comenzaron a presentar restricciones a la exportación de cubrebocas y artículos médicos y no las eliminaron sino de manera gradual, la OMC se ha pronunciado contra el cierre de exportaciones.

Ahora, la invasión de Rusia a Ucrania ha desencadenado una oleada similar de prohibiciones que se concentran en los alimentos. “Es como una paramnesia constante”, señaló Evenett.

Las medidas proteccionistas se han sucedido de un país a otro de una manera que resulta evidente sobre todo en relación con el trigo. Rusia y Ucrania exportan más de la cuarta parte del trigo del mundo que, en forma de pan, pasta y comida envasada, alimenta a miles de millones de personas.

Evenett explicó que la oleada actual de barreras comerciales para el trigo había comenzado cuando los protagonistas de la guerra, Rusia y Bielorrusia, frenaron sus exportaciones. Los países que se encuentran a lo largo de una importante ruta comercial del trigo ucraniano, entre ellos Moldavia, Serbia y Hungría, comenzaron después a restringir sus exportaciones de trigo. Finalmente, los importadores principales, a los cuales les preocupaba la seguridad alimentaria, como Líbano, Argelia y Egipto, pusieron en marcha sus propias prohibiciones.

Evenett señaló que esta dinámica “seguía en desarrollo” y que era probable que empeorara en los próximos meses. La temporada veraniega de cultivo de trigo en Ucrania se está viendo afectada debido a que los combates hacen que los agricultores se alejen de sus campos y que los trabajadores se marchen a la guerra. Además, los supermercados de España, Grecia y Reino Unido ya están restringiendo la cantidad de cereales o aceite que la gente puede comprar.

“En Europa, ya estamos sintiendo la presión de las limitaciones de los suministros de estos productos básicos”, comentó.

El incremento en los precios de los alimentos se ha sentido con especial intensidad en países pobres de Medio Oriente y África Subsahariana, los cuales dependen de los alimentos importados.

El jueves, en una publicación de su blog, Abebe Aemro Selassie, director del departamento africano del Fondo Monetario Internacional, y Peter Kovacs, un economista del departamento, escribieron que el África Subsahariana estaba sufriendo el fuerte impacto resultado del aumento de los precios de los alimentos y el petróleo y que esto desaceleraría el crecimiento económico, endeudaría a los gobiernos y disminuiría los niveles de vida.

Explicaron que, en el África Subsahariana, la comida representa cerca del 40 por ciento del gasto del consumidor y alrededor del 85 por ciento del suministro de trigo de la región es importado.

Algunas organizaciones internacionales se han comprometido a ofrecer más apoyo para obtener suministros de alimentos de emergencia y otros tipos de ayuda, pero la magnitud del problema es abrumadora.

Okonjo-Iweala mencionó que estaba exhortando a los miembros de esta organización del comercio a que se abstuvieran de limitar las exportaciones y que compartieran cualquier reserva de alimento para evitar que los precios aumenten. Afirmó que menos del diez por ciento de los miembros de la OMC habían impuesto restricciones a las exportaciones y que les había dejado en claro que prohibiciones de ese tipo no harían más que agravar los problemas actuales.

“Me preocupa mucho la crisis alimentaria en puerta y las medidas que debemos tomar”, le dijo el martes a un grupo de periodistas en Washington D. C.

Okonjo-Iweala, quien hace poco estuvo en Brasil, un importante exportador agrícola, comentó que el presidente Jair Bolsonaro había manifestado preocupación acerca de la capacidad de Brasil para conseguir fertilizantes, el cual por lo general procede de la región del mar Negro.

Okonjo-Iweala señaló que había presionado a Bolsonaro para saber si Brasil contaba con aceite vegetal o granos adicionales que pudiera ofrecer a los mercados globales. Bolsonaro le dijo que ya tenía contratos para los productos del país, pero que, para la siguiente temporada, Brasil intentaría tener una mayor producción, afirmó.

Una guerra prolongada, o añadir nuevas sanciones, podría dar como resultado que los precios suban más. Pero, aunque no haya esa tendencia, tal vez sea difícil revertir los factores que han hecho que suban los precios.

En un informe del martes, el Banco Mundial dijo que la guerra en Ucrania había modificado los patrones del comercio de maneras que los precios de las mercancías seguirían aumentando hasta fines de 2024.

Para no comprarle a Rusia, los países han comenzado a buscar otras alternativas para ciertos productos (por ejemplo, comprar carbón más caro a países más lejanos, como Colombia y Estados Unidos).

Además, muchos de los incrementos de precios están interrelacionados. Los costos más elevados de la energía están subiendo el precio de los fertilizantes, el cual se produce con gas natural. Eso, a su vez, está haciendo que aumenten los precios de los productos agrícolas debido a que sembrar se vuelve más caro. Puesto que la gente está buscando alternativas, el alza en los precios del trigo también está haciendo que suban los precios del arroz.

El Banco Mundial calculó que, este año, los precios de productos no energéticos, como los productos agrícolas y los metales, aumentarían casi el 20 por ciento y luego se establecerían en los próximos años, al tiempo que se prevé que los precios del trigo aumenten más del 40 por ciento y lleguen a su nivel máximo este año.