Entre 1950 y 1979 tuvo lugar el primero, período en el que la economía registró el mayor dinamismo, pues el Producto Interno Bruto (PIB) creció a un promedio superior al 5% anual, con años de crecimiento excepcionales como en 1956 (9.1%); 1963 (9.5%); 1968 (8.8%) y 1972 (7.3%).
Con la depresión de los 80, cuando el crecimiento cayó a -3.5% en 1982 y -2.6% en 1983, el mayor colapso de la economía desde los años 30, llegó un periodo de transición, cuando reformas enfocadas en la austeridad fiscal, apuntalarían la nueva estrategia neoliberal del segundo ciclo de restauración económica que comprendería de 1987 al 2019, según el análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en su informe “Patrones de Desarrollo Económico en los seis países de Centroamérica”.
En este nuevo ciclo, se estableció un modelo híbrido tripartito, que comprende el desarrollo agrícola, industrial y de servicios modernos. Este último, ha mantenido cierta dependencia de las exportaciones agroindustriales tradicionales y de manufacturas, con lo que ha consolidado un pequeño número de poderosos grupos económicos guatemaltecos, diversificados y transnacionalizados que cuentan con orígenes heterogéneos, pero comparten diversos intereses en la región.
Paralelamente, participan subsidiarias de corporaciones multinacionales, cuyas inversiones ya no solo se dirigen a los sectores primario y secundario, sino especialmente hacia los servicios básicos, lo cual se puede apreciar en el incremento de la participación de este sector en el PIB, llegando a representar dos tercios del total.
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A lo largo de ese tiempo, la globalización ha venido colocando condiciones distintas a las que prevalecieron entonces en economías como la de Guatemala. Si bien la denominada élite empresarial cuenta con más control político y económico que en períodos anteriores, lo cierto es que no está inmune a los shocks exógenos que desgasten sus bases de poder. Algo que quedó demostrado en las décadas de 1950 y 1980, con ciertos cambios drásticos en el contexto económico internacional que pueden erosionar sus fuentes de ingresos.
La experiencia sugiere que la movilización social, así como la autonomía que pueda tomar el Estado, pueden debilitar su influencia sobre la política pública. Es ahí, en ese clima, cuando la apertura ante propuestas de desarrollo alternativo tiende a aumentar. Sin ir muy lejos, el impacto de la pandemia sanitaria es un botón de muestra, expone el documento.
El horizonte a futuro
Considerando que esta coyuntura económica tiene lugar en un periodo económico híbrido tripartito que lleva más de 35 años (transición), posiblemente comience a dar muestras de agotamiento, advierte la Cepal.
Uno de los patrones que se observa es la ola de migrantes hacia Estados Unidos, lo cual sugiere una creciente desesperanza social ante las condiciones actuales que no dista de las del modelo que se mantiene con ligeros cambios desde los años 70. Si bien, inicialmente la migración se dio de lo rural hacia los urbano, al agotarse las oportunidades, esta va más allá de las fronteras como una válvula de escape.
Sin embargo, la transición de esta desesperanza hacia una movilización masiva es incierta, por lo que la posibilidad de limitar la migración puede potenciar la generación de un estallido social en Guatemala. Por otro lado, una creciente organización política de la población migrante en Estados Unidos que va tomando fuerza, puede desestabilizar el statu quo, entre otras tendencias que buscan contrarrestar la influencia de la élite empresarial.
Si alguno de los mecanismos como los referidos logra generar una movilización sociopolítica de mayor magnitud, es previsible que aumente la tolerancia de los empresarios ante posibles cambios en la estrategia y el modelo de desarrollo.
Y aunque a lo largo de los últimos 70 años, la venia de este sector se ha convertido en un factor indispensable para reemplazar la estrategia de desarrollo y transformar el modelo económico del país, también es de observar el papel fundamental que ha jugado el Gobierno de los Estados Unidos, enfatiza el informe.
Esta potencia lideró la diseminación de las estrategias de desarrollo del país en ambos ciclos de reestructuración, mediante una combinación de coerción y persuasión político-económica.
Cambiar modelo
Maria Concepción Castro, directora adjunta de la Cepal en México, se refirió al capítulo de Guatemala, incluido en el informe indicado:
¿Cuáles son los resultados para Guatemala?
El autor utiliza un enfoque de economía política y no es un capítulo sobre contabilidad del crecimiento o cómo se mueven las variables, sino que aplica un enfoque de economía política, que implica cuáles han sido los sectores y actores que han determinado uno modelo que funciona para el 1% de la población, pero no para el 50% que está en pobreza y 70% de la población en una condición de vulnerabilidad.
Hay actores que se han resistido al cambio, a la innovación y a incorporar mayor valor agregado a la producción que brinda una estabilidad muy grande de Guatemala, pero cuando se hace un zoom, esa estabilidad ha hipotecado crecimientos más dinámicos y un modelo de bienestar que funcione para todos.
El PIB de Guatemala es como ver a un vegetal, pues incluso la clase media siente que no hay cambios y que hoy el PIB crezca 5% no dice nada porque ese crecimiento no está impactando en las personas. Después de la pandemia, mucha gente perdió su empleo, ha pasado situaciones difíciles y se está incorporando al mercado laboral en condiciones precarias, con salarios que no alcanzan para una canasta básica.
La principal conclusión en Guatemala es que la estructura productiva se ha diversificado horizontalmente y significa que hay muchos productos, pero no ha profundizado su complejidad económica.
¿A qué se refiere con la complejidad económica?
Aquí es donde vienen las comparaciones, porque Guatemala sigue exportando lo mismo en toda la parte del agro, vestuario y textiles, que no tienen mayor innovación, tecnología o valor agregado; pero en Costa Rica, esto se ha diversificado y se ha complejizado la estructura económica, por lo que se han desarrollado industrias y actividades que tienen mayor valor agregado e innovación tecnológica que requiere riesgos para sus empresarios.
Costa Rica pasó de un modelo exportador, se diversificó, aprovechó la iniciativa antes del Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE. UU., pero luego dio el salto por la inversión realizada en las personas respecto a innovación y desarrollo. Y ¿cuál es su estructura productiva? Hoy está exportando dispositivos médicos, desarrollo de software y la instalación de Intel.
Mientras que Guatemala se quedó con maquila y call center que aprovechan mano de obra barata, porque no se tiene un Estado suficientemente fuerte que invierta en las personas para que exista una mayor productividad laboral y buenos salarios. Esta es una de las principales conclusiones, vista desde una perspectiva larga.
¿Por qué hay necesidad de un cambio en el modelo económico?
Porque hay descontento en la población y mucho. Que no existan grandes manifestaciones sociales en Guatemala, El Salvador y Honduras, a nosotros nos parece que es por un retroceso en la democracia y porque hay una válvula de escape que les conviene a determinados sectores, que es la migración.
¿Qué es lo que sostiene al país? No es la innovación; e incluso, las remesas tienen una importancia mayor en Guatemala de lo que se obtiene por exportaciones, lo que solo sirve en términos económicos para mantener un balance en la cuenta corriente y la balanza de pagos, mientras se aprecia el tipo de cambio.
El que no tiene una opción en Guatemala, lo que hace es escapar de la pobreza, de la miseria, de los efectos del cambio climático y de la violencia, razones por las que también están saliendo las personas de El Salvador y Honduras.
Entonces ¿para qué se plantea el cambio de modelo?
Para poder evitar que las personas migren, como una opción, no como la única salida para brindarles a ellos y a sus hijos un futuro mejor. Aquí en Guatemala, la clase media ya está viendo como una opción de salida que sus hijos no estén aquí, sino que se queden en el exterior y esa es una alerta muy fuerte.
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¿Cuál sería el modelo ideal para Guatemala y la región?
Se aborda una visión de un cambio en el modelo de desarrollo y se plantea primero que Centroamérica debe verse en un contexto global, en donde la pandemia aceleró grandes macrotendencias, que ya se venían desarrollando.
El contexto que se debe tomar en cuenta en la región y en cada uno de los países, por ejemplo, es el fin de la hiperglobalización, que es todo el proceso que se dio por tener el desarrollo de productos a escala en grandes centros a nivel mundial, pero la pandemia reflejó la ruptura de la cadena y el resultado fue la escasez.
Entonces, ahora se tiene que pensar en la cercanía con lo necesario y estratégico para los países y en eso, la integración tiene un rol. Luego, todo con la era digital y la innovación. Centroamérica deber verse de cara a ello con una política de desarrollo. Pero cada país solo, no lo va a lograr, ya que todos son muy pequeños para poder generar una política.
Finalmente, la pandemia nos vino a demostrar que se debe hacer una nueva relación entre mercado, Estado, sociedad y ambiente, que son las líneas maestras que se deben tomar en el contexto de un nuevo estilo de desarrollo. Los sectores deben cambiar su visión.