Gonzalo López fue abatido en Jourdanton tras un tiroteo después de que los oficiales de policía localizaran el vehículo robado a la familia fallecida, informó el portavoz del Departamento de Justicia Penal de Texas (TDCJ) Jason Clark en un comunicado.
La policía buscaba a López desde que se escapó el 12 de mayo cuando era trasladado de prisión en un autobús. El prisionero cumplía cadena perpetua por asesinato.
Conmoción en Texas por la carrera sanguinaria de un peligroso fugitivo
Los habitantes de Texas respiraban aliviados este viernes 3 de junio después de que un reo fugitivo, sospechoso de matar a cinco personas tras fugarse de la prisión donde cumplía cadena perpetua por asesinato, fuera abatido por la policía, en una historia digna de una serie de televisión.
Gonzalo Artemio López, de 46 años, se había escapado espectacularmente el 12 de mayo de una cárcel en el condado de León, entre Dallas y Houston, y desde entonces era objeto de una persecución masiva, la más grande en la historia reciente de este estado en el sur de Estados Unidos.
La muerte de estas cinco personas inocentes -un adulto y cuatro menores- es una “absoluta tragedia”, dijo Jason Clark, portavoz del Departamento de Justicia Penal de Texas (TDCJ, por sus siglas en inglés).
“Pero respiramos aliviados de que López no pueda lastimar a nadie más”, agregó durante una improvisada rueda de prensa.
Condenado en 2006 a cadena perpetua por un bárbaro asesinato cometido con piqueta y un secuestro, López inspiraba miedo.
Físicamente, hubiera estado perfecto en el papel de “chico malo” de una serie de Netflix: la cabeza rapada, la cara cuadrada, los pectorales salientes, tatuados como sus bíceps y su espalda ancha. En resumen, un perfil de matón, que se volvía aún más peligroso por sus conocidas afiliaciones con la mafia mexicana y sus pandillas activas en prisión.
Fuga de película
Las condiciones de su escape ilustran su implacable determinación.
Ese día, López iba a ser trasladado de su prisión en Gatesville a otra de Texas, en Huntsville, para una consulta médica. Iba a ser un viaje de unos 260 kilómetros, realizado en un autobús penitenciario bien custodiado por agentes armados.
Su prontuario requería vigilancia especial y ser colocado en una jaula metálica, con los pies y las manos encadenados.
Las autoridades no lograron explicar cómo pudo abordar con un cuchillo casero que llevaba escondido, y luego deshacerse de sus grilletes. López cortó además el tabique metálico de su jaula, logrando pasar a la cabina del conductor y obligándolo a detener el autobús.
Según informaron, se desató entonces una pelea entre el detenido y el conductor, afuera del vehículo. López apuñaló al oficial en la mano y en el pecho. Otro oficial armado, apostado en la parte trasera del autobús, descendió a su vez para tratar de neutralizar al detenido.
Pero López logró volver a subirse a la cabina del conductor y tomar el volante, dejando atrás a los dos guardias. Éstos abrieron fuego, perforando una llanta trasera del vehículo, que se había vuelto difícil de maniobrar. De hecho, un kilómetro más lejos López se salió de la ruta y abandonó el autobús y sus ocupantes y se metió en un bosque.
Perros, caballos, helicópteros
Desde el principio, la cacería movilizó impresionantes recursos y todas las fuerzas policiales disponibles, apoyadas por perros, caballos y helicópteros. El escenario: una región montañosa que incluye llanuras, bosques y ríos.
En imágenes dignas de un western de John Ford, decenas de agentes armados y con sombreros vaqueros podían verse peinando a caballo el accidentado terreno. Pero los días pasaban, sin resultado. La recompensa ofrecida por cualquier información que permitiera la captura de López fue incluso reevaluada, hasta los US$50 mil.
El fugitivo estaba, como era de esperar, en la parte superior de la lista de las personas más buscadas en Texas, un estado cuya tasa de encarcelamiento supera con creces la de todas las democracias del planeta.
Finalmente, luego de tres semanas infructuosas, la policía fue contactada por una persona preocupada porque sus familiares no respondían sus llamadas telefónicas. En su casa, la policía encontró cinco cadáveres. Al notar la ausencia del automóvil familiar, una camioneta Chevrolet Silverado, dieron la voz de alarma.
Fue al volante de esta Chevrolet que López vio el fin de su carrera: la camioneta fue reportada en Jourdanton, al sur de San Antonio, perseguida y finalmente detenida por una grada desplegada en la calzada.
López, que llevaba un rifle de asalto y una pistola, abrió fuego contra los oficiales, pero no los alcanzó. Respondieron, matándolo en el acto.
Es “el final de un calvario”, resumió Clark, responsable de informar a los estadounidenses sobre esta captura.