Leí una encantadora metáfora que retrata al padre como la persona que enseña a andar a su hijo en bicicleta, con su mano firme lo empuja mientras el pequeño aprende a guardar el equilibrio. Junto a él lo sostiene y luego lo suelta, hasta que logra agarrar velocidad y seguir manejando solo. Si se cae, papá lo levanta, le da ánimo y lo insta a seguir adelante. Hasta que el niño es capaz de manejar sin ayuda, con confianza y destreza. Cuando coge velocidad, simplemente lo sigue, caminando junto a él, para enderezar el timón si se tuerce o dar otro empujón si la velocidad baja.

Así mismo puede compararse lo que significa el padre en la vida de su hijo, el ser que abre las puertas al mundo para el pequeño, estando a su lado y con su presencia lo guía y lo acompaña a cada pedalazo de su vida. Su protección genera seguridad ante lo desconocido, enseñándole con su experiencia para evitar que se caiga, y si así sucediera, volverse a levantar.

En los primeros días de vida de un niño la figura del padre se une a la de la madre. Esto no quiere decir que sea menos importante, sino más compleja. El padre representa la figura masculina en el mundo. Por lo tanto, el papel paterno se convierte en protagonista y portador de una responsabilidad muy importante.

La presencia del padre es esencial en el crecimiento del ser humano porque constituye un punto de referencia con el que se confronta al niño y a través del cual desarrolla su propia identidad. Representa un refugio seguro, una base sobre la cual construir las propias experiencias relacionales.

El valor del ejemplo del padre y su ética de vida es determinante para el crecimiento gradual del hijo como sujeto social. Así que la función paterna es tanto normativa como afectiva; por lo tanto, la importancia de tener la capacidad de establecer normas y límites con amor puede hacer una diferencia radical en la vida de su hijo.

Sin embargo, en la actualidad la paternidad está puesta a prueba por la separación conyugal, que es un acontecimiento doloroso tanto para quienes la sufren como para quienes la imponen. La decisión de romper el vínculo matrimonial a menudo va acompañada de una separación paternal de los hijos. Este evento pone en peligro todo un sistema de relaciones y roles que hacen difícil restaurar los equilibrios.

La ausencia del padre, tanto física como psicológica, crea considerables dificultades en el desarrollo de la personalidad de los niños. Por ello, para favorecer el reconocimiento del papel paterno, es importante que el padre tenga la posibilidad de mantener una relación con el hijo, y que la madre sea capaz de involucrar al padre favoreciendo el acceso al niño.

La falta de un padre aumenta significativamente la probabilidad de que un niño se vuelva violento. La correlación entre la falta de una figura paterna y la pertenencia a pandillas callejeras es, de hecho, muy estrecha, ya que los jóvenes encuentran en este grupo antisocial el vacío de autoridad, y aparte satisfacen el deseo de pertenencia.

En el caso de las niñas, es probable que la ausencia de la figura paterna cree la necesidad de dejarse llevar por impulsos. La angustia de no tener un referente emocional masculino a su lado puede desencadenar en la búsqueda de una pareja prematuramente o un hombre mucho mayor. Incluso permitir el abuso físico y emocional de estas personas.

Aunque no existe un manual para ser el padre perfecto, si hay buena voluntad sí es posible establecer un compromiso moral para mantener una familia unida, integrada, y proveer de amor y respeto no solo a los hijos, sino a la madre de estos, para conseguir estabilidad en su hogar. ¡Feliz día, papá!