Cuando somos niños vemos cada instante como una aventura. Aprendemos y cuestionamos todo. Nos maravillamos. Somos exploradores natos y experimentamos el mundo de forma natural con una mente abierta a todas las posibilidades. Somos soñadores y nuestra capacidad creativa es asombrosa.
Creemos poder ser cualquier cosa que queramos ser; la confianza en nosotros mismos es inmensa. Sin embargo, con el paso del tiempo algo sucede. Dejamos de ser nosotros mismos. Nos transformamos. De alguna forma somos sumergidos en reglas y normas de conducta. Y esto por supuesto que es benéfico… pero no para ti como persona sino para el bienestar social, a un nivel tan general que los problemas individuales forman parte de una estadística y la forma en que vives y en lo que te conviertes no importa a nadie más que a ti mismo.
Somos “enmarcados”. Nos colocan paredes que nublan nuestra percepción de la realidad y con ello limitan nuestro potencial. Sin embargo, a todos en algún momento nos llega una especie de despertar interno. Un momento en la vida donde nos cuestionamos a nosotros mismos.
¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy? ¿Qué quiero hacer con mi vida?… Cuestionamos nuestra existencia de forma agresiva y directa. Cuestionamos lo establecido y nos observamos a nosotros mismos viendo la persona en que nos hemos convertido. Pensamos en todo aquello que pudo ser. De hecho, si está leyendo esta columna estoy segura que ha experimentado un momento revelador de este tipo.
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Algunos actúan y hacen caso a este llamado. Unos antes y otros después. Otros prefieren omitir ese sentimiento de inconformidad y dejarse llevar por la corriente, una que los puede llevar a cualquier lugar si no saben bien hacia dónde se dirigen. Al fin y al cabo, todos los caminos te llevan a algún lugar.
Entonces le pregunto: ¿Y usted, ya sabes hacia dónde se dirige? ¿Quiere cambiar su vida, pero teme dar el salto?, bueno le diré algo: No tienes nada que perder y mucho que ganar. Está aquí y ahora; y eso es maravilloso. Sus posibilidades son infinitas. Solo debe saber qué quiere, por qué lo quiere, qué tienes que hacer para lograrlo y comenzar a actuar a partir de ello.
A veces sucede que nos tomamos la vida demasiado en serio. Creemos que si hace tal o cual cosa y se equivocan serás condenado y no podrá hacer nada más para recuperarse. Un miedo a perder nuestro estatus y terminar peor que como iniciamos. Pero… ¿Ese miedo tiene un fundamento real? Quiero decir, ¿tiene un verdadero sentido?
Debe aprender a ver las situaciones de la forma que más le ayude en ese instante y a largo plazo. Recuerde: cuando cambias la forma de ver el mundo, el mundo cambia.
Cambios
Marolen Martínez Escritora, autora de “Decisiones, amor y encuentros” y “100 kilómetros de pasión”
Cuando cambias la forma de ver el mundo, el mundo cambia.