ALEPH

La tormenta perfecta

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Cuando una serie de circunstancias se combinan para agravar una situación a niveles devastadores, se habla de una tormenta perfecta. Imaginemos vientos huracanados junto a fuertes lluvias provocando inundaciones, agujeros abriéndose en las carreteras, puentes caídos, derrumbes, poblados soterrados, relámpagos y truenos asustando niños y perros. Así es una tormenta perfecta.

' ¿Por eso tan callado ante la adelantada campaña?

Carolina Escobar Sarti

No puedo imaginar mejor expresión para nombrar lo que ahora pasa en Guatemala. Comenzaré por lo obvio: hace pocas semanas, el Congreso le quitó al Ministerio de Salud Q600 millones, como si tuviéramos el mejor Sistema de Salud del mundo y no uno con décadas de rezago; como si no se necesitara invertir en nuestros hospitales públicos y centros de salud; como si tanta gente no muriera diariamente a causa de enfermedades prevenibles, por falta de medicinas, insumos, equipo, atención oportuna y personal médico. Frente a la quinta ola de la pandemia, los hospitales temporales están colapsados y el dinero que iba a servir para construir mejores hospitales con los préstamos-covid sigue sin aparecer. Guatemala ha quedado para la historia como uno de los países que menos invirtió en la compra de vacunas (US$76,600,00) porque solo hizo una negociación bilateral y luego el Gobierno se las batió a pura donación. Hoy, varios centros de vacunación han cerrado por falta de abastecimiento. (Fuente: Diálogos)

Me voy al escenario electoral. La campaña electoral comenzó hace meses y se intensifica cada día sin que el disparo de salida haya sonado en el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Los ensayos de las próximas elecciones generales comenzaron con la fallida elección de magistrados y magistradas de la CSJ, que lleva ya casi tres años de retraso, luego con la conveniente movida de piezas en el tablero de ajedrez de la Corte de Constitucionalidad, y finalmente con las fraudulentas elecciones a rector de la Universidad de San Carlos, única universidad pública del país. Todas plagadas de irregularidades. Y eso que no mencionamos el proceso por el cual el Congreso eligió a los miembros del actual TSE, hecho a la medida del fraude que se avecina en las próximas elecciones. ¿Por eso tan callado ante la adelantada campaña?

Cada día hay un hecho de corrupción que nos restriega en la cara lo enfermo, perverso y oscuro que es el pacto de corruptos que nos gobierna. El agujero que se abrió en Villa Nueva es el símbolo perfecto: todo en Guatemala se construye sin planificación y con mucha corrupción; luego, cuando se arruina y nos pone en peligro, todo se resuelve con más corrupción. ¿Adónde se fueron los Q24.5 millones desperdiciados en lodocreto que vaciaron en ese agujero por orden de las altas e incapaces autoridades?

El eterno engaño es que las cosas cambian con nuestro voto. Eso solo sucede cuando hay una democracia y un estado de Derecho, cuando hay opciones para elegir. Nunca sucede cuando hay dictaduras, sean estas de las blandas, de las duras, de las obvias o de las corporativas. Ese voto no es voto, es mentira, porque el voto es un mecanismo de la democracia, no uno para cambiar la situación de narcoestados o cleptoestados secuestrados como el guatemalteco.

Por si no viéramos aún el tamaño de la tormenta que enfrentamos, basta con ver la brecha que crece entre la canasta básica y los salarios; basta con ver cómo se trata a tantos niños, niñas y adultos mayores, abandonados, en entornos violentos, sin protección o seguridad social, sin presupuestos, políticas y programas acordes a la dignidad con que todo ser humano merece vivir. Por ello, miles de personas seguirán emigrando y solo las remesas que representan hoy el 20% de nuestro PIB seguirán conteniendo la desesperación de la mayoría. Llegaron las alegres elecciones, y con ellas esta sensación de que la tormenta en Guatemala no puede ser más perfecta.

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