PLUMA INVITADA
¡Colorín colorado, el cuento ha terminado!
A inicios del año 2020 se desata un miedo generalizado entre toda la población mundial por la infección provocada por el covid-19. En ese momento, el miedo estuvo plenamente justificado, debido a la agresividad de la enfermedad y al elevado número de personas contagiadas que necesitaron ser hospitalizadas e incluso ser colocadas en un respirador. Los hospitales se saturan y colapsan mientras todos vemos impotentes cómo se incrementa el número de personas fallecidas.
Ese mismo miedo hizo que casi todos aceptáramos los encierros forzados, en detrimento de la economía personal y nacional. En algunos países los encierros fueron draconianos, mientras que en Guatemala fueron más benévolos, vivimos toque de queda y encierros de fines de semana y durante la Semana Santa. Afortunadamente, a partir de agosto 2020 se eliminan los encierros porque se demostró que solo servían para aliviar a un sistema de salud saturado. Fuera de ello resultaron casi inútiles en detener el contagio y solo afectan la economía. El miedo popular llega a un máximo porque durante todo este tiempo los infectados sufren de síntomas muy fuertes y en muchas ocasiones tienen secuelas respiratorias.
La situación mundial se volvió tan crítica que los laboratorios farmacéuticos realizan una marcha forzada para producir una vacuna contra el virus. La vacuna llega a finales del 2020 y en el 2021 se inicia una campaña masiva de vacunación en todo el mundo. Muchas personas en Guatemala hicieron hasta cinco horas cola para ser vacunadas. La gran afluencia también hace que los centros de vacunación de la capital terminen su asignación diaria de vacunas a media mañana. La vacuna representó un alivio y tranquilizó a muchos. Sin embargo, la vacuna no es preventiva porque solo reduce la intensidad de los síntomas y evita que el paciente muera.
' Sobrerreaccionamos ante el virus y con ello les hicimos el negocio a todas las empresas farmacéuticas.
Carlos R. Paredes
A mediados del 2021, la variante delta del virus hace estragos en todos los países. Para finales de ese año la situación cambia drásticamente por el surgimiento de una nueva variante, denominada ómicron. La variante, aun siendo mucho más contagiosa que las anteriores, no presenta la severidad de los síntomas y, en general, se puede tratar en casa, sin necesidad de ninguna hospitalización. A pesar de lo anterior, los gobiernos siguen instando a su población a vacunarse por medio de una tercera y cuarta dosis.
Finalmente, en el 2022, nos percatamos de que, aunque las olas son ahora de mayor intensidad, son mucho más benignas. Podemos convivir perfectamente con el virus, sin necesidad de ninguna medida drástica de prevención. En retrospectiva vemos que todos sobrerreaccionamos ante el virus y con ello le hicimos el negocio a todas las empresas farmacéuticas. Estas les vendieron la vacuna a los gobiernos, teniendo así solo un par de cientos de clientes en vez de billones de personas individuales. Por otro lado, las campañas de desinformación eliminaron el uso de posibles medicamentos como la ivermectina y el dióxido de cloro, que fueron muy efectivos en el tratamiento temprano de muchos pacientes infectados.
Hoy en día, Guatemala ha superado la quinta ola de contagio sin necesidad de medidas de restricción e incluso solo con el uso voluntario de la mascarilla. Todos hacemos una vida normal similar a la de antes de la pandemia. Las olas de contagio seguirán ocurriendo con cada nueva variante y bajarán cuando el virus pierda fuerza. La situación es similar a la infección por influenza, solo que nadie cuenta cuántas personas se han contagiado.
Le hicimos el negocio a las farmacéuticas. Aprendamos la lección y no nos dejemos manipular.