FUERA DE LA CAJA

El momento idóneo de la comunicación

Vivimos cada día buscando hacer más en menos tiempo. Competitividad, dicen algunos; prisa, dicen otros. Pareciera como si socialmente avanzamos hacia un destino que se construye en fracciones de segundo y gestionamos nuestros objetivos recibiendo cantidades anteriormente impensables de todo tipo de información. Quizá sin percatarnos vivimos un mundo donde, ante la urgencia no percibida, se ha vuelto más valiosa la experiencia ajena sistematizada —en el mejor de los casos— que la vivencia personal o del colectivo cercano.

En ese contexto y con las redes sociales en pleno ascenso, es impensable hoy liberarse del impacto del motor de búsqueda Google, el sistema de mensajería temática Twitter —por cierto, ya en proceso final de adquisición por Elon Musk, se anunció el martes recién pasado—, las redes sociales Tiktok, Facebook, Instagram y otros. Hacerlo sería aislarnos, según nuestra concepción social contemporánea: nos desconectaríamos inmediatamente de una realidad virtual por nosotros mismos, vía algoritmos por medio de las redes sociales.

De igual manera sucede en los diferentes ámbitos profesionales. Hay un ritmo frenético en las redes, en las cuales suele ser necesario intervenir; hay una realidad creada a partir de ese maremágnum informativo; en la prisa y generalmente ante la angustia de la crisis, suele perderse la agenda estratégica y se aborda lo táctico cortoplacista ante la avalancha de las redes. Y sin espacio para reflexionar, la prisa se convierte en un enemigo de quienes buscan comunicarse en este mundo. Muchos se mueven en el campo comunicacional más por reacción que por planificación, haciendo así una arriesgada agenda en esta materia.

' El peligro de normalizar la prisa es que nos quedamos sin tiempo para pensar ni planificar.

Klara Campos

Por eso es necesario considerar que la prisa es un arma de doble filo en el campo de la comunicación. Si bien es oportuno aprovechar momentos de atención, esto también nos puede hundir en el torbellino de lo efímero y lo irreflexivo. No por reaccionar rápidamente se tomará la mejor decisión. Una de las características principales de la comunicación estratégica es que esta debe ser oportuna. Hay un canal, un sujeto y —muy importante— un momento idóneo para alcanzar el objetivo.

La pregunta es “¿cómo se sabe cuál es el momento?”. La respuesta está condicionada por la lectura correcta de las condiciones que afectan el entorno del objeto de comunicación, como, por ejemplo, qué tanta relación existe entre los temas de la agenda mediática y los que son de nuestro interés. La capacidad de análisis va a depender de la experiencia, del contraste de variables y del olfato del asesor estratégico y de la cúpula estratégica de la organización.

Sin perder el sentido de la oportunidad, es recomendable reservar un espacio a la reflexión, la definición de objetivos, a la planificación y la evaluación de escenarios presentes y futuros. Como expuso la ensayista española Remedios Zafra en un foro reciente: “el peligro de normalizar la prisa es que nos quedamos sin tiempo para pensar ni planificar”.

Así que cuidado con los espejismos de la realidad “no real”, que muchas veces nos mueve a reaccionar y a crear lo que no queremos. La clave: planificar, pensar sin prisa sobre el qué decir, cuándo y a quién. La comunicación es una disciplina, pero también un arte.

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