Durante su reciente visita a Guatemala con motivo del Foro Forbes, platicó con Prensa Libre sobre la coyuntura actual y cómo impulsar el progreso a pesar de la misma.
No hay un consenso sobre si Estados Unidos entró en recesión, ¿cómo se explica eso?
El gobierno de Estados Unidos, una y otra vez, dice que no estamos en recesión, aunque hubo, por dos trimestres consecutivos, una baja en la productividad. Dos razones primordiales por las que la secretaría del Tesoro dice que no hay recesión es que, por lo regular, una recesión va acompañada de alto desempleo y el nuestro está más bajo que en la prepandemia (menos del 3%). Por cada posición abierta hay dos personas más que están disponibles para trabajar.
Por otro lado, hay una gran cantidad de ahorro por parte del consumidor. Durante la pandemia, el gobierno federal envió lo que se llama cheques de estímulo económico a las familias de bajos recursos. Entonces, lo que hicieron estas familias con ese dinero extra fue pagar deudas. Ahorita, en Estados Unidos el consumidor tiene una deuda mucho más baja y un nivel más alto de ahorro que antes de la pandemia.
Más allá de esa discusión, ¿a qué se le debe prestar más atención en un contexto de crisis inminente?
Lo importante ahora es que hemos vivido muchas recesiones. En la historia de las recesiones en Estados Unidos vemos una gráfica que sube y baja. Y lo importante de una recesión es la duración de la misma. Las políticas económicas de los países son las que acentúan o disminuyen su duración.
El miedo que puede tener la gente, los inversionistas, dueños de negocios y empresarios es lógico, por lo que esto podría implicar.
¿Cómo se vislumbra el panorama ante una eventual recesión?
El optimismo que yo tengo y en lo que me baso, es que si vemos el historial de las recesiones, salimos de esta y cuando eso sucede, hay cabida para un crecimiento económico. La recesión más larga, que fue durante el presidente Barack Obama, ocasionó después un ciclo de crecimiento por muchos meses.
Creo que es importante reconocer que hay cosas sobre las que nosotros tenemos control y hay otras obre las que los empresarios no lo tienen. Ellos pueden manejar el número de empleados, las cantidades de productos, cuánto más van a fabricar, etc. Ellos muy bien pueden ajustarse a las necesidades del mercado.
¿Y estamos ante una posible recesión prolongada?
Mi esperanza es que, primeramente, si entramos en recesión, esta será muy corta, porque los bancos centrales están haciendo lo que ya saben que deben hacer. Ahorita, la preocupación de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) es asegurarse que no entremos a una recesión y si sucede en la región, que esta sea de muy corta duración.
¿Se refiere a las alzas en las tasas de interés?
Es que los bancos centrales, al igual que la Fed, no tienen ninguna otra arma para lidiar con la inflación, que el aumento de las tasas de interés. El problema fue que, durante mucho tiempo, se tuvo una tasa de interés cero en Estados Unidos. Entonces, si bien eso dio lugar a una expansión económica. Eso era importante al principio, pero después se prolongó mucho por influencia del expresidente Donald Trump, sabiendo de antemano que era insostenible.
Entonces, de repente, hay que aumentar los intereses, pero se hace en niveles altos. Por ejemplo, la subida reciente fue de 0.75% y eso es mucho de un trimestre a otro. Pero si no se detiene la inflación, entonces sí entramos a una recesión.
¿Cómo está respondiendo el mercado?
Siempre que se aumentan las tasas de interés, obviamente se ocasionan alzas en los precios de todas las cosas y lo vemos incluso en los bienes raíces: automáticamente hay una reducción en las expectativas de compra de casas. Eso conlleva un impacto en muchas otras áreas e industrias, pues los inmuebles tocan 37 diferentes industrias.
Soy muy optimista. Creo en las capacidades que tenemos y en la resiliencia económica, no solamente de Estados Unidos, sino de los demás países. Hemos salido de muchas otras recesiones, y si llegamos a otra, estoy confiada de que vamos a salir de ella lo más pronto posible.
Aparte de lo que hacen los bancos centrales, ¿a nivel de gobierno qué políticas se pueden impulsar para mantener el estímulo de la economía en estos contextos?
Para ayudar a los ciudadanos, hay que tener buenos gobernantes, en primer lugar. En segundo, pero esto es a largo plazo, es crear un ambiente mucho más próspero y que facilite a los empresarios abrir negocios o expandir los que ya tienen.
Estamos hablando que el trabajo del gobierno no es crear empleos, sino propiciar las condiciones necesarias para que los empresarios generen plazas laborales. Yo trabajé con dos gobernadores y con el presidente de Estados Unidos, por lo que sé de lo que el gobierno es capaz. Tiene que ver con todos los obstáculos que a veces los gobiernos imponen y no permiten que el empresariado empiece un negocio o lo haga crecer.
En el caso de Guatemala y en términos de política social, el gobierno ha destinado recursos para subsidiar los combustibles ¿Es una medida acertada?
El expresidente Bush hacía una pregunta muy sencilla cuando se le proponía hacer algo, y es ¿cómo vamos a saber que tuvimos éxito? Muy pocos gobiernos se hacen esa pregunta para tener claros los indicadores de éxito. En el caso específico de Guatemala, no sé cuánto dinero se invirtió, cuáles eran los objetivos y cómo se sabría si tiene éxito o no. Para eso, la pregunta es básica, e incluso es válida para comenzar cualquier proyecto o programa.
Y en cuanto al sector privado, ¿hacia dónde deben orientarse las acciones?
En la coyuntura en que estamos, el sector privado es la máquina y ciertamente, las pequeñas empresas son las que ayudan a todos los países a salir adelante, pues son las que les dan trabajo a las familias. Las que tienen menos de 10 empleados son la base y son las que proyectan la economía.
A las grandes empresas, que generan miles de empleos, también hay que apoyarlas, pero las que necesitan más ayuda son las pequeñas.
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