De acuerdo con el informe, hay 7 millones de menores en la región que no tienen plena protección jurídica contra el castigo corporal en las escuelas, los niños guatemaltecos son parte de esa cifra. El documento también señala que el 4% de las mujeres en el país sufrió algún tipo de violencia sexual antes de cumplir los 18 años, entre ese grupo solo el 5% buscó apoyo profesional (médicos y personal sanitario, policía, abogados, tribunales, entre otros).
Vincenzo Placco, representante Adjunto de Unicef Guatemala, refiere que en el país hay una aceptación cultural de la disciplina violenta como instrumento de crianza que debe cambiar. Si este comportamiento ocurre en la etapa de la primera infancia no solo acarrea consecuencias de corto plazo en el bienestar físico, emocional y mental del de la niñez, sino que afecta su proceso de desenvolvimiento a lo largo de la vida, con consecuencias negativas para el desarrollo humano de las comunidades y que trae menos oportunidades para los países.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de violencia en el hogar hacia niños, niñas y adolescentes?
Es toda una serie de comportamientos que incluyen los abusos verbales, conductas que tiene el potencial de afectar la salud física y mental de los niños y de los adolescentes. Hablamos del castigo físico, de la agresión psicológica en la primera infancia, abuso sexual y violencia que lleva hasta el homicidio -la tasa de mortalidad entre este grupo en la región es cuatro veces superior a la media mundial-.
No tenemos datos actualizados sobre Guatemala, lo que hicimos en 2019 es un estudio de comportamientos, actitudes y percepciones en municipios donde actuamos, y lo que vimos es que hay cierto desconocimiento sobre lo que es la violencia hacia la niñez dentro de los hogares y cuáles son las medidas para enfrentarla, y mucho tiene que ver con la percepción de los padres. Según los estudios hay un 77% de padres y jefes de hogares que piensan que tienen el derecho de pensar y de decidir por sus hijos y sus hijas.
¿Es común este tipo de violencia en las familias guatemaltecas?
La información que sacamos de ese estudio del 2019 fue que hay cierta aceptación del uso de la violencia como instrumento de crianza en el hogar. Hay patrones culturales y generacionales que hacen que esto sea admitido. Se escuchan frases como: “yo fui educado así y así funcionó”. Tienen esa percepción y repiten ese patrón.
Otra violencia en el hogar a la que están expuestos los niños, niñas y adolescentes tiene que ver con el descuido de algunos padres y madres que teniendo los recursos económicos para ocuparse de la necesidad de sus hijos no lo hacen porque se dedican a otros quehaceres.
¿Cuáles podrían ser las causas de esta violencia dentro de los hogares?
Hay un desconocimiento entre los adultos sobre qué prácticas de crianza son violentas -el castigo físico y la violencia verbal-, y sobre todo cómo actuar ante actos de violencia.
También hay poco conocimiento de parte de los niños y de los adolescentes sobre qué constituye violencia y cuáles son las formas de este maltrato. En ese estudio del 2019 resulta que solo el 17% de adolescentes tienen conocimiento sobre qué significa violencia y maltrato.
La suma de ese desconocimiento no es una causa directa, pero sí un entorno que es favorable para que se den episodios de violencia dentro de la casa.
Además de eso hay un tema cultural, el 77% de los padres consideran que tienen el derecho de poder decidir cuál es la mejor manera de educar a los niños, y eso incluye patrones culturales de perpetuación de la violencia dentro del hogar que vienen de varias generaciones.
¿Qué consecuencias tiene la violencia en el hogar en la niñez en el corto y en el largo plazo?
Tiene especial relevancia cuando hablamos de la primera infancia, sobre todo en los primeros 3 años de la vida. La violencia en el hogar a la que están expuestos genera lo que se le denomina estrés tóxico, que afecta de manera negativa el desarrollo cerebral en esa etapa y tendrá repercusión en el aprendizaje antes que lo niños y las niñas entren a la escuela, y los afectará a lo largo de toda su vida, pues no podrán adquirir las capacidades necesarias para desenvolverse como adultos activos y productivos.
No se trata solamente de evitar la violencia para frenar sus consecuencias en el corto plazo, en el bienestar, en la salud física, mental y emocional de niños, niñas y adolescentes, se trata de erradicar la violencia en la niñez, y en la primera infancia en particular, como una medida para asegurar el desarrollo humano de los países.
¿A qué se refiere cuando habla de estrés tóxico?
Hay un estrés no tóxico en la niñez que se refiere, por ejemplo, a cuando se le quita un juguete a un niño o cuando este no logra lo que quiere, ese es un estrés que es normal y que permite la formación de carácter.
Cuando hablamos de estrés tóxico es la exposición a situaciones de violencia física, sexual, verbal. Hablamos, por ejemplo, de los niños y de las niñas que viven en situación de un conflicto armado o que se ven expuesto a las diferentes formas de migración o que viven donde no tienen acceso a agua potable o no tienen una nutrición adecuada.
Ese nivel de estrés se le denomina estrés tóxico porque no es positivo para el crecimiento de los niños y afecta su desarrollo cerebral, lo que repercute en el desarrollo físico-motor, adquieren limitadas capacidades de aprendizaje una vez que entra en la escuela, y tiene ese efecto de largo plazo, en términos de capacidad de culminar los estudios, conseguir un empleo digno y contribuir a la producción, al desarrollo humano de su propia comunidad y de su propio país.
¿Cómo evitar que estas prácticas continúen en los hogares y que se repliquen en la sociedad?
Es necesario que padres, madres y cuidadores estén informados sobre qué prácticas de crianza representan violencia y una vez tengan ese conocimiento, trabajar en el cambio de comportamiento.
Entonces, conocer cuáles son las prácticas de crianza que no solo previenen la violencia, sino que también favorecen el desarrollo integral, y aquí hablamos de cuidado cariñoso, sensible o de crianza basada en el amor y en el buen trato, porque se ha comprobado científicamente que estas prácticas son las que permiten un desarrollo sano y adecuado de las niñas y de los niños.
Con Unicef hemos elaborado unas guías e instrumentos, y trabajamos en colaboración con los municipios y las comunidades del país en actuar, en mejorar esa práctica de crianza, justamente para permitir que la niñez guatemalteca crezca en entornos familiares y libres de violencia.
¿Cómo recibe la población estas nuevas prácticas de crianza, en las que la violencia queda fuera?
Hay una aceptación muy positiva de la guía y de sus procesos, y eso pasa justamente por la primera fase, la de reconocimiento de que algunas prácticas que han sido comunes en toda la vida de los adultos, que están arraigadas y que normalmente no son cuestionadas, no solo no funcionan y no sirven, sino que son dañinas.
Entonces, una vez que se logra ese entendimiento hay un compromiso y un deseo de cambiar esas prácticas dentro de los hogares. Diría que la experiencia que hemos tenido es una recepción muy positiva de estos procesos de información y de formación.